Gustavo Cruz penetra sin condón el apretado culito de Darkson con su enorme polla | Tim Tales
La hostia puta, menudo culazo pajeador tenía Darkson. El cabronazo se las tragaba dobladas, veintitrés centímetros de enorme pollón subiendo y bajando, una y otra vez, en un movimiento casi hipnótico, tragando rabo a cada sentadilla, poniendo contra las cuerdas a un Gustazo Cruz cada vez más excitado y a la vez incómodo, intentando respirar hondo y hacer un repasito mental y en silencio a los nombres de los jugadores de su equipo preferido de fútbol para no correrse dentro de ese chaval.
Cómo le gustaban las pollas grandes al mamonazo. Se notaba por cómo se las comía, a boca llena, mirando a su dueño a los ojos, sacándosela de la boca y azotándose a sí mismo en la carita. Cuando se le puso a cuatro patas con el culito mirando hacia él, Gus deseó reventarlo a pollazos. Era precioso, suavecito, perfecrto para él, pero teniendo en una mano su polla a punto de meterla por el agujero y comparándola con el tamaño de ese culito, le daba miedo hacerle daño.
Tenía buen agujero el colega, bien tragón, pero la pollaza de Gus era demasiado grande. Cada vez que Gus empujaba, en lugar de entrarle toda la verga, era como si al llegar a un tercio hiciera tope y entonces Darkson se mecía hacia adelante propulsado por el pollazo. Se resistía a tragar, a dejar pasar ese formidable pene a través de su ano en toda su longitud.
Gustavo tenía la solución a ese problema de los dos cuerpos. Primero le dio mucho cariño, después le aharró los muslos por la fuerza y lo atrajo hacia él, de forma que no le quedara más remedio que tragar. Se sintió un poco mal por los gritos que profería el chaval, pero luego se sintió satisfecho cuando el mamonazo comenzó a disfrutarlo, con todo el cilindro bien metido casi hasta los huevos.