Como jefe de obra, Derek Bolt dio un tour a Jay Landford por el esqueleto de la que iba a ser su nueva casa. Todavía faltaba mucho por hacer. Apenas se habían construído ya algunas paredes, pero la mayor parte de las estancias todavía estaban proyectadas. Le enseñara lo que le enseñara, iba a dar igual, Derek siempre iba un paso por delante y Jay no paraba de mirarle el culo.
Cómo le gustaban los trasderos como ese, que se marcaban tanto bajo los pantalones, grandes, redondos, un buen par de bombomas a las que agarrarse. Qué justito estaba. Por un momento pensó que si Derek se inclinaba, ese pantalón se iba a romper dejando al descubierto la raja. Sólo de pensarlo a Jay se le puso durísima y eso fue un problema, porque él también llevaba unos vaqueros ceñidos y no la tenía pequeña precisamente, así que el bulto se dejó notar.
Al darse la vuelta, Derek no pudo evitar mirar hacia su pronunciado paquete. Como jefe, sabía remar a favor de obra y no se lo tuvo en cuenta, es más, le agradó que un tio empinara de esa forma al ver su pandero. No sería el primero ni el último padre de familia que necesitara hacer una escapadita para flirtear con los de su mismo sexo, pues al final, un culo es un culo y daba igual el agujero si le apatecía hacerlo.
Se dio la vuelta dándole la espalda, se acercó a Jay y le dijo que era libre de tocar. Las dos manos de ese cabrón se plantaron bien plantadas sobre sus nalgas duritas, musculosas, apetecibles. Ahora sí a Jay estaba a punto de reventarle el paquete de lo dura que se le había puesto. Dió un impulso con su cadera hacia adelante y le frotó todo el bulto contra el trasero para que se hicieran amiguitos.
Siguieron con un morreo. Por si acaso Derek le recordó que estaban ahora en la estancia principal, el salón, donde podría follar a espuertas cuando esa casa fuera suya. Se quitaron las camisas descubriendo que los dos estaban bien cachas. No faltaron unos puñetazos para comprobar de qué material estaban hechos sus pectorales, seguidos de unos mimitos en los pezones.
No sólo era el culo lo que se le marcaba a Derek, también el frontal. En cuanto Jay se dio cuenta, le desabrochó por fin el botón de los pantalones, le bajó con cautela la cremallera y vio que el rabo del jefe de obra estaba empinado hacia la izquierda, mirando hacia el bolsillo. Cuando se la sacó, soltó una ovación de asombro. Menudo pollón largo, durísimo, venoso, con los cojones bien puestos y lo que más le flipó de todo era el capullo, mucho más grande y grueso que el pene y totalmente descapullado.
Tan diferente al suyo que enseguida sacó a paseo para rozarlo contra el de Derek. El suyo era igual o más largo pero muy diferente, más moreno y con el capullo casi completamente protegido. Apenas asomaba por el pellejo la rajita y parte del cipote rosáceo y super lubricado. Derek no se puso resistir a echarle una mano pajeándosela suavemente y bajando a chupársela.
Mientras se la mamaba, Jay se inclinó y descubrió la hucha de Derek. Le bajó un poquito más los pantalones para apalearle el culete. Se los terminó bajando por los muslos para descubrirlo entero y flipar con ese grandísimo culazo del deseo. Para cuando volvió a erguirse, comprobó lo dura que estaba su polla y de cómo Derek se había encargado de hacer retroceder el pellejo hacia atrás con sus labios, una y otra vez, dejándosela mojada con sus babas encima.
Tras la suculenta mamada, Derek fue hacia la mesa de trabajo que había cerca, colocó las manos encima, separó las piernas y esperó a que Jay llegara por detrás. Servicio de culo a domicilio. Estaba tan bueno ese culo que Jay se separó de él para mirarlo bien otra vez, polla en mano, meneándosela, sin poder creer que estuviera a punto de meterla ahí y perderse en ese parque de atracciones.
Ahora tendría que vivir con el recuerdo de ese momento para siempre. Cuando el salón fuera real y estuviera ahí viendo una peli tranquilamente, le asaltaría el instante en que la metió dentro de ese culazo, su polla larga desapareciendo entre ese par de bombonas hasta que sólo pudo ver los pelos de su polla y una raja enorme tragando rabo.
Sus muslos chocaron una y otrra vez contra ese pandero de lujo, durito y musculoso. Nunca había probado culo igual, ahora ya sí podía decirlo en alto. El hecho de que tuviera el culo tan macizo no pudo las cosas fáciles, pues entraba super justita y el roce hacía el cariño. Demasiado cariño, el del semen inundándole las bolas. Derek sentó a Jay sobre la mesa de trabajo, le dio la espalda y encarriló el pene durísimo hacia su ojete.
Le hizo una paja con el culo. Madre mía, mirar hacia abajo era su perdición. Ese pandero tragando y soltando polla, alejándose y acercándose a él una y otra vez y encima sin poder escapar, porque por detrás tenía la mesa y por delante ese culo bombeando su pene con la intención de sacarle toda la leche. Sólo había una forma de no sucumbir a sus deseos, levantar el culete del asiento y tomar las riendas.
Se lo reventó a pelo sobre la mesa de trabajo y acabó la follada dándole por culo. Su deseo desde el principio había sido correrse encima de esas nalgas, soltar su esperma por encima. Y lo cumplió. Derek se dio la vuelta y, cuando Jay le estaba acicalando con la lengua el pezón de su fornido pectoral, soltó lefa mojando de semen el pecho de Jay, que en ese momento se estaba frotando contra su muslo.
Cuando Jay se levantó para ver cómo se estaba corriendo, Derek continuó soltando lastre, ensuciándose la entrepierna y hasta los huevos. El pollón de Jay ya estaba volviendo a su forma y a Derek le encantó mirárselo, porque era precioso. Morenote, largo, grueso, ahora descapullado, de un buen tamaño meciéndose entre sus piernas. Se comieron las bocas como si supieran que ya nunca más volverían a hacer esa guarrada, no al menos en ese lugar.