Aunque Malik Delgaty ahora pertenecía a la organización, no podía olvidar sus orígenes. Más de una vez, para salir de algún altercado había acabado a hostias y por eso el boxeo se había convertido en una de sus disciplinas fundamentales, porque necesitaba focalizar toda esa rabia y esa fuerza. Le tocó a uno de los miembros de la banda callejera sufrir sus consecuencias. Lejos de la mirada del jefe, que estaba ocupado follándose al líder dentro de la nave, se propasó con el chaval intentando sacar más información de la cuenta.
Cerca de allí, dentro de la furgoneta, el poli Olivier Robert seguía de cerca cada movimiento de las bandas y organizaciones más peligrosas. Se habían adelantado un paso a todos ellos y habían instalado cámaras por toda la nave. Al ver cómo los dos líderes se quedaban solos y uno empezaba a empotrar a otro, se quedó con la boca abierta. A esas horas su jefe no le pediría cuentas.
Se echó un poco hacia atrás en el asiento, lo suficiente como para poder desabrocharse la bragueta de esos jodidos pantalones de poli que hacían tan ajustados y que les dibujaban a todos un buen culazo. Cuando se sacó la picha, la tenía más dura que una piedra. Le dio al manubrio sin dejar de mirar a esos dos follando en la pantalla de su portátil. Aquello era mejor que verse una porno en el cómodo sofá del salón de casa, por el simple morbazo que le despertaba saber que todo lo que estaba sucediendo allí era real y que él era el único en el mundo capaz de poder verlo.
Su jefe no estaría, pero el que sí andaba rondando la furgoneta era Malik, que en cuanto vio las luces dentro del vehículo, abrió las puertas de atrás para asegurarse. Pilló al poli ya desnudo de cintura para abajo y machacándosela. Giró el móvil para ver qué era lo que tanto le calentaba y asintió al ver que el cabrón estaba gozando de material del bueno. Malik cerró el portátil. Estaba dispuesto a enseñarse a ese poli que él tenía algo mucho mejor entre las piernas y que podían pasar un buen rato juntos sin necesidad de tirar de un vídeo porno.
Se desabrochó el botón de los pantalones, bajó la cremallera y le enseñó el pijote. Olivier volvió a alucinar pepinillos por segunda vez esa noche. Pocas veces había visto una pirula tan larga y bonita. Con una sonrisa de vicio en la cara, Olivier miró a ese chulazo que estaba de muy buen ver, se inclinó, le colocó la manita en la bae y se la empezó a jalar.
Joder, ese pollón no tenía fin. Tenía ya la boca llena y todavía le restaba rabo por meterse en la boca. Estaba delicioso. Se giró la gorrita de la policía con la visera mirando hacia atrás para que no le molestara y empezó a cabecear tragando polla. Menudo tronco duro, descipotado, enorme. Podía haberse pasado toda la puta noche mamando de esa polla hasta sacarle la jodida leche.
Si no fuera porque Malik quería meterla en su culito. A cuatro patas en la furgo, Malik se sorprendió al ver que el poli llevaba un tanguita que se le metía por toda la raja. ¿Qué poli lleva tanga? Cabeceó negando con la cabeza, quitándose ideas de la mente, le quitó el tanga y se la metió enterita y sin condón por el agujero del culo. Asió fuerte la parte baja de atrás de la camisa del poli como si fueran las riendas de un caballo salvaje y lo comenzó a domesticar con el rabo.
Le dio tan duro que la furgo se movió de lado a lado en un vaivén como se esperaba que se moviera un vehículo en plena noche en un descampado cuando uno metía una buena follada dentro. Solo que ahí no había ni un par de desconocidos echando un polvo, ni una pareja de recién enamorados sin sitio para hacerlo. Dentro de esa furgoneta estaba el nuevo miembro de una organización criminal dando por culo a su mayor rival en las calles, un poli. De nuevo Malik resolviendo a hostias una situación comprometida.
Y se le daba de putísima madre, porque a empotrador no le ganaba nadie. Esa cara de cabronazo que ponía apretando los dientes, empitonando un buen culo sin condón, la fuerza con la que hacía chocar sus caderas contra las nalgas del otro tio sepultando su jodida y enorme polla hasta los huevos dentro del agujero, el ritmo que imprimía, a toda hostia. Otro haciendo eso ya se habría corrido a la primera, pero él ya tenía tablas.
Se bajó los pantalones hasta los tobillos, se desabrochó la chupa de cuero dejando a la vista un hermoso torso musculado y varonil donde se remarcaba cada pectoral y cada abdominal que hacía suspirar del puto gusto, se tumbó como pudo a lo largo del suelo de la furgo, con una mano enderezó su polla erecta y enorme hacia arriba y esperó a que Olivier hiciera una sentadilla y se la clavara hasta las bolas.
Primero se lo cabalgó dándole la espalda y después cara a cara, cuando Malik lo dio todo, enculándole desde abajo, jodiéndole el ojete, sacando toda esa rabia contenida que le tenía hacia los del gremio. Olivier por su parte no podía estar más satisfecho, dejándose dar duro por un chulazo así de fuerte, guapo y dotado que se desvivía por penetrarlo de aquella forma tan inusual.
Cuando se lo folló de lado haciéndole la cucharita, protegiendo su culo, Olivier juró que no podía más, que se iba a correr allí mismo. Acabó la paja que se había estado haciendo disparando lefa, mojándose hasta el chaleco antibalas. En cuanto Malik sintió la llamada de la naturaleza, no dudó ni un instante del lugar donde quería correrse, porque llevaba deseándolo desde hacía muchísimo tiempo. Nada le apetecía más que ver a un poli con su leche encima. Un signo de dominio sobre él, de superioridad.
Le sacó la polla del culo y se la pajeó rápido apuntando hacia su jeta. Le decoró todos los morros con su esperma, los mecos colgando de los pelos de su barba y su bigote, otros entrando por la boca que tenía entreabierta, degustando la corrida de ese campeón. Le comió todo el biberón, la polla corrida. Hasta sus napias llegó enseguida el olor inigualable de la lefa de macho recién corrido. Cerró los ojos y lo disfrutó con todos los sentidos.
Pero Malik todavía tenía una sorpresa más guardada para él. Se sacó de la chupa un fajo de billetes. Sólo se había unido a la organización para traicionarles y hacer el bien, para llevar ese dinero a quien realmente pertenecía, a la policía. El boxeo no sólo había enseñado a Malik a focalizar su rabia, sino que también lo había convertido en un hombre honorable. Soltó el fajo encima del chaleco antibalas de Olivier y después de escurrirse la polla encima metiéndole unos cuantos pollazos al dinero que corrompía esa ciudad, se guardó su arma en la bragueta y se esfumó.