Los nuevos aliados de Malik Delgaty le dieron una cantimplora repleta de agua potable y un simple consejo: «una vez que salgas fuera de aquí, corre«. Era más fácil decirlo que lograrlo. El sol abrasador no daba tregua en una tierra que se había convertido en una superficie plana e inerte, donde no había refugio bajo los árboles porque apenas quedaban.
Blanco fácil para cualquier cazador, Malik se convirtió en presa de un buga y una moto que iban hacia él, el poseedor de la pieza de metal más preciada, el reloj. Le rodearon en círculos y sólo le quedó una opción, rendirse. Malik trató de hacer lo que mejor se le daba hacer, lo que mejor se le había dado hacer cuando todavía había vida normal sobre la faz de La Tierra, camelarse a un tio para salir indeme.
Y una vez más, aunque creyera que esa no iba a ser la salida, lo intentó y lo consiguió. No fue fácil convencer a Shamu Azizam regalándole los oídos, a pesar de que Malik le dijo que era un tio bien guapo y lo dijo porque realmente lo pensaba. La mano de Shamu se internó en el bolsillo de Malik y algo debió de rozar con los nudillos de los dedos, algo duro y grande, para que dijera a sus compinches que bajaran las armas y que le quería vivo.
Pensó que lo llevarían a un edificio en ruinas plagado de seguridad, pero en su lugar Shamu se lo llevó a una tienducha de mala muerte, como aquella de los dos a los que minutos antes acababa de conocer. Malik preguntó a Shamu para quién trabajaba y no tuvo que preguntar muchas veces más para obtener una respuesta, porque la respuesta era obvia, al menos para Shamu, que con la cara gesticuló y afirmó dicha obviedad. Roman. Roman siempre estaba detrás de todo.
Llegada la hora de echar la siesta, Shamu empezó a quitarse la ropa, se deshizo completamente de los pantalones y se quedó desnudo de cintura para abajo, se dio la vuelta y se recostó de lado sobre su brazo. Qué culito Dios mío. ¿Desde cuándo no veía Malik un culito así de rico y redondete de un tio cachas y guapo? Se le puso dura al instante. Algo le decía que iba a caer la segunda paja del día, algo que un hombre hoy día no podía permitirse, falto de fuerzas y agua.
La realidad es que Shamu lo hacía a posta. No solía dormir así, pero el tio al que había medio capturado, le molaba y sabía que tenía un culo tan irresistible que ningún hombre podía decirle que no. Era cuestión de tiempo. Malik empezó a buscarse las artimañas para estar más cerca de Shamu. Le preguntó si podían compartir la cama, porque él estaba incómodo durmiendo casi en el suelo. Shamu le dio su bendición.
Ahora Malik tenía el paquete a tiro de piedra. Se ladeó un poco y rozó el culete con el bulto de su polla a ver si le gustaba. Shamu se estaba resistiendo lo indecible. Le encantó sentir la erección de ese chulazo. En señal de lo mucho que lo estaba disfrutando, se mordió el labio inferior reprimiendo las ganas, también cuando Malik le pasó una mano por la cintura, pensando que podía hacerlo suyo.
Madre mía. El pito de Malik no podía estar ya más duro. Tiraba hacia arriba de la tela de los calzones internándose entre los muslos de Shamu. Si no fuera precisamente por eso, ya se la estaría metiendo. Por eso y por el tio que compartía tienda con ellos. Shamu se deshizo de él, entonces Malik se sacó el rabo largo, duro y gordo y no perdió el tiempo. Lo sumergió a pelo en la estrechez y la suavidad de ese culito tan apretado.
Desde cuándo no le metían una buena porra como esa, Shamu había perdido ya la cuenta de los días, de las semanas, de los meses, sólo podía pensar con la entrepierna y el gusto que le daba tenerla dentro. El gemido de placer salió solo. Malik empujó de lado, metiéndosela entera hasta rozar las nalgas con sus grandes pelotas. Comenzó dándole suave, después le levantó los muslos para que se abriera más de piernas y se lo zumbó.
Le dio rabo como no había dado nunca, estampando sus caderas en ese pandero de lujo. Se propuso como objetivo dar por culo a ese tio hasta reventar. Hacerlo dentro de una tienda estaba complicado, entre tantos objetos, pero los dos supieron cómo ponerse para seguir pasando un buen rato. Shamu se puso en postura de cachorro obediente a cuatro patas, Malik casi se puso de pie hasta que su cabeza topó con el techo y con las piernas abiertas, enchufó ese culazo dándole un pollazo tras otro.
Cuanto más calor hacía ahí dentro, más olía a macho y más cachondos estaban. Shamu propició una nueva postura que le permitiera ver a ese chaval hacer su trabajo. Se tumbó bocarriba doblando las rodillas hacia el pecho, abriéndose de piernas. Malik las abrió para dejar ese culazo entre sus muslos, se ayudó del pulgar para enderezar el rabo hacia abajo y le penetró desde arriba taladrándole el ojal.
Qué puto estrecho estaba así, tanto que casi se corre. Los ojos en blanco del gusto. El guapísimo Shamu, con esos ojazos y ese culo tragón, se mantenía bien atento observando a ese chulo musculazos y atractivo dándole un masaje anal de los que no se olvidan. Hostias, escupitajos, los pulgares de Malik apresando su cuello. Sentirse tan puta abandonándose a un hombre al que quieres abrirle todas las puertas era una sensación acojonantemente intensa.
Shamu cerró su culo. Quería polla, pero esta vez en la boca. La había visto trabajar, perforando su ano, pero al tenerla cerca le pareció mucho más larga, más grande, hermosa. Miró a Malik con esos ojitos y Malik se la metió en la boca, le dio de comer rabo y le dio huevos. Le rellenó los mofletes y dejó que se la jalara durante varios minutos, escuchando los sonidos que salían por la garganta de Shamu, todos propios de un guarro, de un cerdo hambriento.
Malik retiró el pene de su boca, escupió desde arriba lanzando un gapo certero y le puso a comer de nuevo antes de follárselo una última vez. Como obligando a Shamu a expresar lo mucho que le quería, Malik le plantó el cipote duro, caliente y mojado en la entrada del culo y le preguntó si la quería dentro. Otra respuesta obvia. Claro que sí, métela ya cabronazo.
Otra vez a hundirla ahí dentro, otra vez la piel de gallina al sentir cómo el interior de ese ano apresaba su polla con una fuerza inhumana. Shamu pidió a Malik que no parara, que le metiera toda esa verga. A los pocos segundos, se disparó encima un buen proyectil de semen, ensuciándose el entrepecho y desperdigando propina a lo largo de su torno, hasta por debajo del ombligo.
«Estoy cerca«, le dijo Malik, metiéndola cada vez con más autocontrol. Al sacarla, Shamu le pidió que se corriera encima de su cara. Dicho y hecho, Malik se la cascó apuntando hacia esa carita tan guapa con melenita de león. Toma hostiazos de lefa, uno atravesándole las napias, otro más largo todavía poniéndole la gomina en el pelo, otro casi directo al ojo, con el lefazo colgando de su ceja derecha, otro más hacia la comisura de la boca, colgándole del labio superior. Lefa espesa, blanca y resistente, ahí dibujándole el bigotito, la barba, dejándole bien sucio, lleno de calcio. Así se las gastaba Malik para hacer nuevos amigos en esa tierra abandonada.