La mayoría comienza el nuevo año comiéndose las tradicionales doce uvas. Otros lo intentan con lentejas o lacasitos, con una cuenta atrás sin comer nada. ¿No sería maravilloso comenzar el año con un tiarrón cachas y potente dándote a pelo por el culo y que cada campanada te metiera un pollazo clavándotela hasta las pelotas para acabar celebrándolo con una buena follada y un bridis de leche en toda la cara? Eso es lo que pensaba Franky Fox cada vez que veía a su amante Papi Kocic vestido de traje para la ocasión. Estaba tan irresistiblemente bueno que no podía pensar en él de otra forma que no fuera teniendo sexo.
Cuando se ponía intenso no había quien lo parara. Era ver acercar su cara atractiva y guapa a la suya, sentir su mano cogiéndole por el cuello, sus besos íntimos en las mejillas, cerca de la oreja y se ponía cachondo perdido, deseando entregarse a ese hombre en cuerpo y alma. Era embriagador. Sus expresiones denotaban las ganas que tenía y entonces sólo tenía que echar mano a su bragueta para sacarle la polla toda dura, enorme, y mientras se agachaba y se llenaba la boca con su gigantesco rabo, ir sacádnole las pelotas peluditas, cargaditas de leche.
No fue su intención tragarse a fondo ese pedazo de rabo exageradamente grueso, pero a tenor de la insistencia de Papi, que le empujaba la cabeza hacia su entrepierna con la mano deseando que lo hiciera o que al menos lo intentara y cómo gemía y se lo estaba pasando en grande, se la intentó colar por el fondo de la garganta y lo consiguió, logrando que esos gemidos se intensificaran y le regalaran para sus oídos un espectáculo audiovisual de categoría.
Ni qué decir tiene que tragada una vez, habría muchas más. Papi se inclinó para escupirle en toda la boca y entregarle saliva para que se la lubricara y volviera a hacerlo. El apetito por ese pollón iba en aumento, no sólo porque el rabo era realmente atractivo para gozarlo, descapulladito, con el cipote rojizo, una buena raja escupe leches que podías lengüetear llevándote contigo el saborcito del precum, sino porque el hombre que lo poseía estaba tremendo.
Franky se quitó enseguida los pantalones y se puso de rodillas en el sofá, abriendo su culete blanquito. No supo que se pudiera disfrutar tanto sin que te la hubiera mentido siquiera, hasta que Papi plantó sus morros en la raja y le hizo auténticas virguerías. El nivel de placer fue tal que, por instinto, alargó un brazo hacia atrás y le plantó la mano en el cogote para que nunca saliera de allí.
Sólo le dejó salir porque lo que más deseaba ahora mismo en el mundo era que se lo follara, sentir su tranca penetrándole el agujero sin condón. Se puso un matasuegras en la boca y empezó a celebrar el año nuevo en compañía de su macho, que ya estaba dándole por detrás, metiéndole todas las campanadas una a una. Franky le folló también un poquito el rabo culeando hacia atrás. Se desnudaron por completo. Papi se tumbó en el sofá y Franky se sentó sobre sus fuertes piernas clavándose su figa a pelo.
Al final, ya que no habían podido resistirse a follar antes de tiempo, celebraron las doce campanadas así, cabalgando al trote, empalado sobre su polla dura, con la copa de las uvas en la mano, dándoselas de comer el uno al otro. Celebrado el nuevo año, ahora ya sólo quedaba disfrutar como perros hasta entrada la madrugada. Papi la tenía tan grande que le entraba super ajustada, haciendo que saltar sobre ella no fuera una tarea tan fácil como había pensado.
Su rabo era de un vicio tremendo. Le dio la espalda y se la porculeó de lo lindo, saltando a lo grande, plantando su culete sobre las caderas y los muslos de ese machote integral. Acabó follado en el respaldo del sofá, con Papi rematando la jugada final, corriéndose sobre sus huevos, colmándole de besos mientras se volvían a vestir para salir de fiesta y seguir delebrándolo.