Thyle Knoxx disfruta del musculoso cuerpazo y del pollón sin chubasquero de su fornido entrenador Markus Kage | MASQULIN

The Trainer

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Cada instante que Thyle Knoxx miraba a su entrenador Markus Cage a la cara, el mundo se detenía. Su mirada, ese semblante de macho empotrador, con mucha barba. Lo dura que se le ponía cada vez que él le enseñaba alguna nueva postura y le rozaban esas manos grandes, varoniles, calientes, desvirgando su cuerpo. Lo que Thyle sentía por él estaba claro, pero no quiso hacerse pajas mentales cuando percibió en Markus un atisbo de reciprocidad por su parte.

No, pensó Thyle, es imposible. Hasta que sucedió. Markus le estaba enseñando a estirar la espalda, tumbado bocarriba en el suelo, llevando las piernas hacia la cabeza. Thyle estaba literalmente con el culo abierto, protegido eso sí por los pantalones y entre las piernas pudo ver a Markus, su cara de vicio, relamiéndose mientras miraba su trasero.

Intentando zafarse de esa postura que quizá traicionaba sus sentidos, Thyle cayó de lado sobre la esterilla, miró hacia arriba y vio a Markus bajarse los pantalones de deportes y sacarse la pollaza tan grande como una morcilla. Iba a ser real. Tan sólo tenía que ponerse de rodillas, acercar la cara a ese pollón y empezar a chupar. Cuando la tuvo dentro de la boca no podía creerlo.

Estaba apetitosa. El cipote le volvía loco. Jugó con su rabo, se lo comió hasta que los pelos negros de macho de la base de ese rabaco se le metieron por las narices. Luego se puso a cuatro patas y giró la cabeza para ver cómo Markus se iba acercando empalmado y de rodillas hacia su pandero. Lo siguiente que sintió fue su enorme y durísima polla metiéndosele por el agujero. Sonrió de gusto. Delante tenían el espejo. Thyle miró hacia adelante y vio a ese macho fornido empotrarle desde atrás, aprovechándose de su tierno y apretado culito.

Se puso bocarriba y le vio llegar tal y como imaginaba, tal y como fantaseaba con él cada noche antes de irse a dormir. Markus le encajó la polla a pelo, se inclinó y le miró fijamente. Amor era mucho decir, pero ahí había algo intenso, ese cuerpazo musculoso, esa energía, esa cara de machote con la frente sudada entregándolo todo, mucho vicio que acabó con una buena propina de leche bañando su cuerpo.

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