Francis había invitado a sus amigos a pasar unas jornadas en la gran ciudad. Juntos alquilaron una estancia en un paraje acogedor. Las habitaciones no eran demasiado grandes, así que se las tuvieron que repartir entre los cuatro. Francis se quedó con su chico Hector. Fue soltar las maletas y el cabrón ya estaba cachondo perdido. Francis sabía que estaba buenorro y le encantaba esa mirada viciosa de su novio, más cuando le veía así con esa pinta de malote, con su chupa de cuerpo, su camiseta roja y marcando culazo y paquete.
Se suponía que tenían que dejar las maletas, ponerse cómodos y salir a ver la ciudad en unos minutos, pero era tiempo suficiente para echar un buen polvo. Hector calentó tanto a Francis que este terminó por llevar la iniciativa. Le arrastró hacia la cama y se le puso encima, siempr eencima, cubriéndole de besos. Hector alargó las manos y las metió por la parte trasera de sus pantalones, tocando ese culazo de futbolista que tanto le gustaba palpar cuando le metía la polla y le embestía.
Ese día Francis tenía hambre de rabo. Siguió besando a Hector y bajó de su boca a su ombligo, de su ombligo a su rabo y se lo metió en la boca jalándolo hasta las pelotas. Se desnudaron de cintura para arriba y se la siguió chupando. Hector no acostumbraba a ver a su chico amamantando polla y esa novedad le encantaba, porque por norma general, solía trincarle el culo a las primeras de cambio.
Después de chupársela, Francis se levantó de la cama con el pito bien duro, Hector se inclinó sentado sobre la cama y se la comió. Francis se puso cómodo en la cama disfrutando de la mamada, mirando más allá, donde la espalda de Hectr perdía su nombre para llamarse culo, culazo, menudo pandero tenía su novio, grandote y delicioso, perfecto para agujerear y perder el sentido.
Ver ese trasero ahí contoneándose y pensar lo que haría con él, le creó un flujo repentino en las pelotas y se las llenó de leche. La polla dura de cojones, bien lubricada con toda la saliva de su chico encima. Le abrazó y con mucho cariño intercambiaron las posiciones, Francis le abrió de piernas, le comió todo el ojete y se sentó sobre sus talones frente a él para clavarle toda la polla.
Hector miró a los ojos a su chico mientras se dejaba meter el rabo sin condón. Esa cara de gusto que ponía el muy perro cuando sentía el apretón del ano sobre su polla, de conentración cuando empezaba a dar los primeros toques follándoselo. Hector se abrió como nunca y disfrutó entregando su cuerpo, viendo cómo Francis se dejaba vencer y acababan los dos pegaditos, cara a cara, susurrándose todo el amor que sentían el uno por el otro.
Más besos, respiraciones agitadas, deseo. Francis abrazó a Hector cogiéndole por la espalda y tomó posesión de él empujando sus muslos con las piernas, obligándole a abrirse un poquito más. Hector se aferró al acabeza de su chico, deseándolo con locura. Le cabalgó sentándose a pelo sobre su polla, bombeándole la chorra con todo el culazo. Le encantaba tenerlo así, contra las cuerdas, a su merced, algo que no duraría mucho, porque enseguida Francis le puso de lado y le hizo la cucharita dándole por detrás.
Para culminar, Francis coló la cabeza entre las piernas de Hector y le chupó la entrepierna y los huevos mientras Hector se hacía una paja. Era la primera vez que iba a hacerlo, pero el simple hecho de pedírselo le dio morbo. Pidió a Francis poder correrse en su cara. Sería la primera vez que vería su carita de macho fornicador lena de lefa. Francis estaba receptivo. Accedió.
Hector se puso de pie. Francis colocó la cabeza debajo de la polla mirando a su chico. La leche salió desfilando por el rabo de Hector de inmediato, fusilando esa carita con sus chorrazos, dejándole los morros, el bigote, la mejilla izquierda hasta el cuello mojados con unos buenos lanzamientos. Francis estaba irresistible con toda esa lefa encima de la cara y el cabrón no paraba de chupar polla y relamerse. Hector se inclinó y le besó en los morros bañados de semen.
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