Machotes y peludos, Sir Peter mete un folladón a Paco Rabo sin condón en la habitación del hotel | Lucas Entertainment
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Un largo viaje en avión para dos tios desenfrenados era como estar encerrados. La única forma que tuvieron de dar salida Sir Peter y Paco Rabo a su fuego sexual fue hacer una escapada al baño para hacerse una pajilla de altos vuelos, pero ni con esas. Mientras se la estaban meneando en la cabina, no paraban de cerrar los ojos imaginando una buena boca, unos jugosos labios, un apretado culito donde meterla.
Así llegaron al hotel, cachondos perdidos, sin poder entretenerse siquiera a pegarse una ducha, sudados, con las hueveras de los calzones oliendo a polla. Dos tiarrones varoniles, musculosos, atractivos, con un montón de pelo por todo el cuerpo. Aunque fueran amigos y se metieran más calor haciendo velcro con los pelazos negros que inundaban sus piernas, sus brazos y sus torsos, tenían que hacerlo.
Sir Peter se puso de rodillas y Paco fue bajando por su largo y fornido torso, toda una locura insana. Al llegar a su entrepierna pudo ver que su polla luchaba por salir de los calzones, arremetiendo hacia su cadera. Se la sacó y alucinó con lo grande y gorda que era. Joder, apenas le cabía en la boca y le obligaba a abrirla como ningún otro hombre le había obligado a hacerlo.
Follaron como cerdos, dejando el sudor y olor a hombre sobre esas sábanas nuevas. Sir Peter se tumbó en la cama detrás de él y le penetró a fondo, abrazándole con fuerza, tapando su boca para que no gimiera en alto. Pero con resa manaza grande que olía a rabo y a hombre, lo que consiguió fue excitarle aún más. Sir Peter se comportó como todo un hombretón en la cama, dirigiendo la jugada, cubriendo ese culazo peludo de su propiedad, agarrando a Paco por la boca, abriéndosela, escupiendo dentro.
Todo era muy cerdo. La lujuria campaba a sus anchas por la habitación del hotel. Cada vez que Paco abría los ojos y veía a ese macho empotrándole, no reconocía en él a su amigo. Era otra persona y eso le encantaba, porque así luego no tendría que rendir cuentas. Tan sólo quería sentir su pedazo verga rebanando el interior de su ano, sentir el calor de su poderoso torso encima de él, haciéndole el amor.