Bombero de día, estríper de noche los findes, Malik Delgaty aprovechaba que sus compañeros acababan el turno para practicar su otra profesión entre semana agarrándose a la barra de acero, esa por la que solían bajar a toda hostia cuando sonaba la alarma, esa que luego, en otro lugar, tocada adecuadamente, no bajaba nada precisamente, sino que subía las pollas bien en alto.
Troye Dean apenas acababa de llegar al cuerpo, pero no era bombero como los demás, sino el recepcionista que se encargaba de recibir las llamadas y accionar la alerta. Cada vez que veía a esos tios macizos cruzar el garaje, con esos torsos y biceps rellenando camisetas de manga corta, los culazos haciendo lo propio en unos ceñidos pantalones, sus caras atractivas cubiertas de ceniza, acababa masturbándose como un mono por debajo de la mesa.
En el turno de noche, la cosa iba a más. Normalmente sólol se quedaba un miembro del equipo haciendo una ronda por el barrio y al llegar siempre se metía en la ducha. Troye siempre pedía turno cuando le tocaba de madrugada a Malik. Le encantaba todo entero y sin que se diera cuenta le seguía hasta las duchas. No podía quitar ojo.
La forma sensual con que se bajaba los tirantes del mono de trabajo y su musculoso torso quedaba la descubierto, todo sucio, cuando desaparecían los pantalones y descubría lo bien que le quedaban los gayumbos blancos y ceñidos marcando un paquetón y un culo que le volvían loco. Cuando completamente desnudo y con la mampara abierta de la ducha le observaba con un desmesurado vicio por detrás y por delante, como a cámara lenta, gozando del contoneo de sus grandes nalgas, del agua resbalando por su larga y gorda picha ligeramente encapuchada, como si estuviera meando.
La salida de la ducha era siempre espectacular, cuando Malik daba un paso adelante y agarraba la toalla, antes de secarse, su cuerpo fornido, sus brazos fuertes, sus pectorales, el six-pack, el rabo rozándose contra la toalla mientras se secaba después, colgando entre sus piernas. Le encantaba el momento en que, ya seco y todavía en pelotas, se dirigía a la barra para praticar, esta vez con el rabo tieso, una enorme y gigantesca vergaca de la que Troye opinaba era imposible comerse entera.
Cada noche era como un pase para el solito. Troye se quitaba el cinturón, se sacaba el rabo y se pajeaba, encantado con todo lo que veía, con la forma de contonearse de Malik, con ese cuerpazo cincelado por los dioses con el que estaba tremendamente agradecido. No eligió bien el lugar en el que ponerse a espiar, pero pilló a Malik bien caliente, acostumbrado ya a que chavales como él quisieran recibir una buena recompensa. Le invitó a acercarse.
Cuando Troye le tuvo delante no pudo contener el aliento. La boca abierta, exhalando suspiros de amor, de deseo. Menudo cuerpazo. Su mano fue por instinto a agarrarle la pollaza mientras se besaban y se moría de gusto. Sintió la mano grande y fuerte de Malik apresando su pene duro, masturbándolo. Casi se corre encima. Para no hacerlo, pasó a la acción, agachándose en cuclillas, admirando ese pollón de cerca, ahora más duro y tieso que nunca, largo, gordísimo, inabarcable.
Le echó agallas. Se lo metió dentro de la boca y se lo comió hasta sentir el glande perforando un poquito su garganta. Qué grande era y cuánta hambre tenía. Que Malik le estuviera empujando del cuello atrayéndolo hacia su cuerpo, agarrándole del pelo, dándole cachetitos en la mejilla, no hacía sino animarle aún más a comerse ese trabuco.
Se lo dejó lustroso, brillante y lleno de babas. Se dirigió hacia las taquillas dándole la espalda, abrió un poco las piernas y Malik le dio por culo enchufándole toda la polla sin condón. Troye sintió que perdía las fuerzas a cada pollazo. Era la cosa más grande que le habían metido nunca por el ano, al menos que estuviera calentita y tuviera un dueño así de espectacular.
Qué fuerza tenía, de qué forma tan bestial le embestía. Le encantó sentir el empoderamiento de sus caderas impactando contra sus cachas, sus manos fuertes y calientes agarrándole de los hombros, de las caderas, tirándole del pelo como a una mala puta, empotrándolo contra las taquillas cada vez más. Malik le sacó la polla del culo y le dio la vuelta, entonces todo se convirtió en un auténtico sueño húmedo que no podría olvidar jamás.
No podía sacar de su mente la imagen de ese chulo desnudo con la pija en alto dando bandazos de un lado a otro, esos brazos fuertes cogiéndolo en volandas, con uno sosteniéndole la espalda y con el otro conduciendo el rabo hacie el interior de su agujero. Luego la puta maravilla. Su cara tan cerca, rabiosa por follarle, por penetrarle a saco, los músculos en tensión, todos un regalo para su vista, a tiro de piedra, esa enorme polla que no dejaba de perforarle el ano.
La necesidad de entregarse en cuerpo y alma a un tio jamás había sido para Troye tan auténtica, tan viva. Era un pelele en sus manos, un culito apretado para que la metiera, un saco de boxeo para su gigantesca polla. A falta de sillas, Malik echó mano de una escalera. Chico con recursos. Se sentó en un peldaño e invitó a Troye a hacer lo mismo pero sobre sus piernas, jodiéndolo con todo el rabo, bien ensartado en su ojete, cabalgando sobre él.
En cuanto Troye aprendió a disfrutar del tamaño de esa descomunal verga, su pollita nunca más estuvo fofa, sino que se puso bien larga y dura despertando a la bestia, rebotando a cada salto, haciendo piruetas y molinillos. Se giró un poquito para abrazarse al cuello de su macho, para ver su torso, su cara de empotrador nato. Metió su delgadito cuerpo entre peldaño y peldaño de la escalera y ofreció a Malik su culo entero.
El tiarrón le frotó el pene en la raja y luego se la coló lentamente, abriendo hueco, toda a pelo, tan caliente y dura, tan enorme. Escuchó a Malik escupir sobre el mango de su rabo para que entrara mejor, vio su masculina y atlética pierna sobre la escalera, por encima de su cabeza, luego pisándosela, enseñándole quién llevaba el mando en la sala de encuentro entre bomberos.
Troye no aguantó más, se estaba machacando el rabo cuando la crema le salió disparada entre los palos de la escalera, dibujando un charco en el suelo. Tras sentir un alivio tremendo, al volver a la realidad se dio cuenta de que Malik seguía machacándole el culo hasta que salió de él, le dio un toquecito en la espalda y le instó a ponerse de rodillas mirando hacia arriba.
Se pajeó encima de su cara y se corrió encima de ella. Un primer lefazo blanco y cargadísimo saliño disparado hacia su pelo y su frente, el segundo le dibujo las varillas de unas gafas sobre las napias. Luego el lento goteo que no cesaba, la pollaza supurando esperma sin parar, resbalando por el pene, cayendo a goterones sobre su boquita, sobre su bigote, dejándole la carita cubierta de blanco. Malik apuró su rabo apretándolo fuerte, sacándose la última perla justo cuando Troye se atrevía a guiñar un ojo y mirar hacia arriba por miedo a que le dejara ciego. Se relamió, sonriendo como el ser más feliz sobre la faz de la Tierra y con todo el semen sobre su cara vio alejarse a su adonis, tan perfecto, tan pollón, tan atractivo y deseable.