Windom Gold pajea a Chris Harder en el campo hasta que le deja el puño lleno de lefa | Himeros TV
The Power of Orgasm
Vivía solo en una casa apartada entre las montañas. Ser guarda forestal había llevado a Windom Gold a convertirse en un hombre algo más solitario de lo que le gustaba, a disfrutar de alguna que otra cerveza con los amigos en el pueblo más cercano muy de vez en cuando y a acostumbrarse a las pajas viendo algo de porno, lo que su precaria conexión a internet por satélite le dejaba.
Un día, al volver del trabajo, se encontró a un guaperas sentado en el banco de piedra junto a la fogata. Estaba completamente desnudo. Se acercó para verle mejor. Windom era un tio muy atractivo y solía tener muy buena reputación entre chavales a los que les sacaba casi una veintena. Quizá ese chaval estuviera receptivo. Empezó a tocar su cuerpo y Chris Harder se dejó, abriendo la boca y exhalando pequeños gemidos de placer a medida que notaba el calor de la mano por su cuello, sus pectorales, su abdómen.
Y finalmente su polla. La tenía flácida cuando Windom se la agarró, lo hizo a lo bruto, metiéndole un agarrón por las pelotas y sacuediendo el rabo, mirándole a los ojos, retándole a enseñarle hasta dónde podía crecer. Después de sus manos, llegó su boca, el calor húmedo sobre sus pezones anillados. El rabo le había crecido y la pirula ya rozaba el banco de piedra.
Windom le agarró por la mandíbula, le levantó la cara y le escupió dentro de la boca. Se desabrochó la bragueta y le dio de comer polla. Con el sudor del trabajo, el rabo se le había quedado pegado a la piel de los huevos. Chris se la despegó y se metió dentro de la boca esa deliciosa chorra sudada, caliente y todavía blandita. En lugar de darle la vuelta y ponerle a cuatro patas, volvió a subirse la cremallera. Si ese tio había llegado hasta allí sólo por él, regresaría y lo que ahora quería era ponerle cachondo, hacer que deseara volver todos los días.
Se agachó, le cogió el rabo y mirándole fijamente a los ojos, empezó a cascarle una paja. Jugó al borde del precipicio, dejándole con las ganas, soltando varias veces su rabo cuando estaba a punto de correrse. Quería que ese cabroncete le suplicara. Cuando lo hizo, volvió a por su rabo, a masturbarlo con fuerza, a permitirse el lujo de darle una chupadita.
Se sentó a su lado, poniéndose detrás de él, echándole el aliento en la oreja, probando la fuerza de sus pectorales con unos buenos puñetazos, pasando la mano por detrás de su espalda, pelándole el rabo. Cogió a Chris por el muslo izquierdo y no frenó esta vez. Dio caña a esa maza y la inclinó para que no le ensuciara el banco de piedra cuando empezó a lanzar leche por el cipote, chorretes calentitos de lefa pringándole el puño, salpicando sobre sus peluditas piernas, lubricando la tierra.
Separó la mano que tenía pegada a su muslo y la metió entre sus piernas, horadando la raja del culo, urgando hasta encontrar su agujerito. Le metió el dedo. Volvieron a mirarse. Chris tenía la cara sonrojada, por el gustazo de la corrida. Estaba justo en ese momento dulce donde los hombres perdemos la cordura, donde hasta un tio hetero podría chupar una polla si se la ponían enfrente. Subió el puño lleno de lefa, Chris abrió la boca, sacó la lengua y Windom le metió dentro los dedos pringados para que los saborease como un buen cerdo.