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La Familia Polla: Myles Landon cubre a Michael Boston a pelo después de entrenar duro en el gym y se le corre encima | Family Dick

DAD’S BODY

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Los hombres de la casa acababan de entrenar. Con el calor que hacía, Myles Landon había prescindido de la camiseta y Michael Boston llevaba una de tirantes que marcaban la perfección que estaba logrando alcanzar en biceps y pectorales. «Veamos cómo llevas ese cuerpazo«, le dijo su padre sentándose en el sofá y dejando que su hijo se acercase a él.

Michael siempre había soñado con alcanzar la musculatura de su padre, que estaba hecho todo un toro. Al acercarse pudo sentir el placer que le provocaba estar ante un cuerpo mejor que el suyo, más veterano, más curtido, sobre el que montones de manos se habían posado, de mujeres y de hombres, mientras él les metía la polla y se los follaba a todos y todas.

Puede que estuviera fantaseando demasiado dejando volar la mente hacia cosas sucias, pero era fan de ese cuerpo que era su guía. Myles le pasó un brazo por detrás del cuello, mientras con el otro le levantaba la camiseta. La verdad que así visto, se estaba poniendo buenorro y ya le faltaba poco para alcanzar su meta. Por cómo le sobó su padre, se sintió orgulloso. Lo estaba haciendo bien.

Le encantó sentir su mano grande y fuerte tocando sus abdominales, sus pechos peludetes, los pezones, bajando hacia su ombligo, colándose por debajo de los vaqueros. Por un momento cerró los ojos y se mordió los labios, deseando con que su mano viajase más allá, donde su trompeta estaba empezando a despertar, a ponerse dura. Le hubiera gustado que se la liberase, que le hiciese una paja allí mismo, ver su semen resbalando entre los dedos de la mano de su padre.

Había vuelto a hacerlo. Regresó a la realidad y devolvió el cumplido a su padre alabando sus fuertes biceps. Sin querer se le escapó. Un beso. Pero no uno cualquiera como los que le daba cada mañana después de desayunar antes de ir al insti, sino uno de verdad, sincero, en la boca. Le dio miedo pensar en cómo reaccionaría, así que para asegurarse de lo que quería, le agarró el paquete.

Su padre no era de hablar mucho, pero lo dijo todo con un gesto, cuando con la mano que todavía tenía pasada por detrás de él, le dio un toquecito en la cabeza para atraerlo de nuevo hacia su boca. Myles le quitó la camiseta y esta vez dejó viajar su mano más allá, sobando la polla a su hijo mientras se lo comía a besos. El siguiente movimiento de Myles hizo que su hijo se relamiera los labios.

Se agarró las bermudas por los lados para bajárselas. Antes de que se las quitara, Michael ya vio el percal. Un cilindro duro y largo formaba una tienda de camapaña descomunal levantando la tela de los pantalones. Myles se quitó las bermudas y enseñó a su hijo su bien más preciado, su gigantesco pollón larguísimo, duro, gordo. Michael tardó apenas unos segundos en acomodarse, coger el palo de su padre con la mano y ponerse a chupar rabo.

Ese pedazo de polla no se podía cultivar en el gym, estaba en los genes. Aunque hubiera querido halagar a su padre con montones de piropos por tener esa tranca, no hubiera podido, porque tenía la boca llena de rabo. Se la chupaba mientras su padre gozaba de esa boquita descapullándole el cipote y con la mano empezaba a sobarle la raja del culo. Michael tenía claro que esa tarde de entrenamiento entre padre e hijo no iba a acabar con una simple mamada.

Se quitó los vaqueros y dio la espalda a su padre, poniéndose de rodillas en el sofá y enseñando su precioso, perfecto y suave culo respingón. A su edad todavía no tenía una polla tan robusta como la suya, pero si de algo estaba satisfecho de tanto entrenar, era de lo bonito y majestuoso de su trasero. Sin duda era bonito y su padre supo apreciarlo chupándose el dedo gordo que enseguida condujo al agujero, mientras le pegaba mordisquitos en las turgentes nalgas.

Su padre se puso detrás. Michael sintió cómo le acariciaba con el cipote la parte alta de la raja del culo, justo hasta llegar al ojete. Le hundió la polla dentro sin condón. Jamás habían estado tan unidos, quitando cuando él apenas había nacido y estaba dentro del caldo de sus cojones. La salvajada de sentir su polla atravesándole el cuerpo, contrastaba con el cariño de esa mano paternal en su hombro, acariciándole la cara, interesándose por él.

Aunque le daba un poco de vergüenza, ya que los dos habían hecho algo más que verse las pollas meando, se sentó en sus piernas y se clavó en su polla teniéndole frente a frente. Saltó, saltó alto. La enorme y jodida verga gordísima rellenando cada centímetro de su puto ojete, en carne viva, piel con piel. Terminó dándoselo todo. Se tumbó boca arriba en el sofá, subiendo los brazos, dejando que su padre se pusiera más cachondo todavía, viendo que su hijo ya no era un adolescente, sin todo un hombretón con pelos en los sobacos.

Pensó que después de varios minutos follado, se iba a acostumbrar al tamaño de ese pollón jodiéndole el culo, pero no. Fue su padre el que decidió el final, cuando le sacó la polla del agujero y la sacó justo a tiempo para pegarse un par de pajotazos sobre él y correrse encima, metiéndole unos lefazos impulsados por su mano pajera y cubriéndole de blanco los pelos de la polla. Michael miró hacia abajo. Su rabo, sus pelotas, sus partes íntimas inseminadas por alguien sangre de su sangre. Una puta y maravillosa guarrada.

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Nota: Las imágenes, el vídeo y el texto reflejan una obra de ficción. Los actores no tienen ninguna relación de parentesco real.

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