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Un tio muy pollón da de comer su enorme rabo al chulazo guaperas, se lo folla a pelo y le riega la cara de lefa al borde de la piscina | Latin Leche

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Su entrepierna era un puto vicio. La polla gorda y larga campaneaba entre sus piernas a medida que andaba. Los pelos de sus muslos se fundían con los de su bajo vientre, haciéndose más oscuros e intensos a medida que se acercaban al contorno que rodeaba la polla. El ancho de su manguera conseguía casi tapar por completo los cojones de ese tiarrón, pero no del todo, el huevo izquierdo, ese que siempre cuelga más, conseguía de alguna forma escapar al embrujo del nabo, dejándose ver por detrás como el invitado que se cuela en una fiesta.

El varonil, atractivo y cachas guaperas no dejaba de pensar en ese nardo y cuanto más lo hacía, más dura se le ponía debajo del speedo negro, que por suerte era negro, porque el bulto que se le estaba marcando no era normal, a punto de reventar por algún lado. Se hizo varios largos para entretener su mente con otras cosas y cuando había conseguido olvidarse, ese macho que acababa de conocer en la fiesta de cumpleaños, se estaba acercando al borde de la piscina reclamando su atención.

Por lo visto el resto de los chicos estaban pasándoselo de puta madre en la fiesta. Habían pasado de hacer gilipolleces en pelotas a mamarse los rabos y sacarse la leche. Se lo contó de tal forma que le puso cachondo y su mente volvió a pensar en su enorme rabo. El tiarrón le cogió de la cabeza, le metió un morreo y el chulazo llevó su mano directa al paquete. El tacto era cuanto menos cojonudo. Se levantó, se bajó la cremallera de los pantalones, con un rápido movimiento tiró hacia abajo de la goma de los gayumbos sacudiéndose la porra, con la otra mano agarró al chaval de la cabeza para atraerle hacia su zona de potencia y le puso a comer rabo.

Hasta los cojones que se la tragó de las ganas que le tenía. Menudo bicho. El otro tampoco se quedaba quieto, apretando con fuerza la cabeza para que no escapara, obligándole a comer polla. Hasta blandita y flácida daba gusto metérsela en la boca de lo grande y gorda que la tenía. Se bajó un poco más los pantalones y los calzones dejando a la vista su huevera. El chaval le cogió de la bolsa de las pelotas y siguió chupando aquella delicia.

Jamás habría imaginado que en un fiestote entre colegas iba a terminar llevándose a la boca el mejor manjar de todos, su deseada y soñada polla de la que se enamoró nada más verla. Unas cuantas mamadas profundas más tarde, el rabo flácido se había convertido en toda una señora pollaza morcillona. Seguía entrando igual de bien dentro de su boca porque todavía no estaba dura del todo, pero le había crecido al colega como cinco veces más.

El tiarrón se cogió la verga con la mano e hizo aspavientos con ella delante de la cara del guaperas, que se volvía loco siguiendo sus movimientos intentando atraparla con la boca. Antes de tragársela de nuevo, recibió unos buenos hostiazos en toda la cara, calentitos de los que no se olvidan.

El chulazo no estaba mal dotado tampoco, pero ni de coña podía sacar a pasear su rabo y compararlo con esa exuberante maza, así que se la chupó un poco más hasta dejarla lo suficientemente dura como para que se la metiese por el culo, se puso a cuatro patas y esperó a que ese animal le metiese la chorra gorda por el trasero completamente a pelo.

Seguro que una igual que esa de grande y mucho más dura le habría dado problemas, pero esta que estaba en estado semierecto en todo momento le entraba como un guante. Bien sabían sus amiguetes que él no era de rabos, pero a ver qué hombre no se arrodillaba ante la grandeza cuando se presentaba ante sus ojos. El chulazo no se lo tenía muy creído, pero estaba de puto vicio. Además de estar buenorro, así a cuatro patas era para hacer fila y turno de espera, porque menudo culazo se gastaba el cabrón, grandote y redondito.

Ya dentro de su agujero, la polla se fue poniendo más dura a medida que se lo zumbaba. El tiarrón le dio por culo hasta dejarle besando el césped y cuando le vino la corrida le hizo darse la vuelta, se agarró la pedazo trompa, se la pajeó encima de su cara y empezó a regarle la jeta con una lluvia de chorrazos blancos, espesos y calientes que le dejaron bien guapo.

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