El encanto que desprendían las paredes y el suelo de esa casa rural de madera no tenía comparación. Uno podía cerrar los ojos y transportarse a otro lugar perdido entre los bosques, sintiéndose en plena naturaleza. La primera luz del sol se colaba por la ventana y resaltaba los atributos de los dos hombres que reposaban sobre la cama.
Unos slip de color grisáceo remarcaban el contorno curvado del precioso culo de Andy Star, que era el primero en despegar los ojos en aquella mañana. Ver a quién tenía la lado le hizo sonreir y deseó los buenos días a Lucio Saints, que como buen macho, se despertaba como cada mañana con la trompa bien dura. Un enorme pollón empalmado se adivinaba bajo la tela blanca de sus calzones, rellenando el espacio entre su entrepierna y su cadera.
A Andy se le fue la mano al paquetón por instinto y la plantó justo en la zona donde la base del rabo y los huevos coincidían. Estaba todo tan embutido, que un simple movimiento dejaba entrever la piel de los cojones y la polla maciza por la abertura de los gayumbos. Se comieron a besos mientras con las manos zorreaban sus cuerpos, uno masajeando una polla que cada vez se ponía más dura y el otro intentando encontrar el hueco por donde meter mano a ese culazo de antojo.
Andy terminó encima de Lucio, los dos frotándose los paquetes. A medida que se ponían más cachondos, los rabos empezaban a sobrepasar la goma de los calzoncillos asomando el periscopio de sus cipotes. Daba gusto levantarse así, con un buen refrote de paja, tu rabo acariciando el de otro hombre, la suavidad de la piel de las pollas resbalando una sobre otra, las ganas de correrse uno encima de otro así sin manos, antes incluso de haber echado la primera meada.
Estaban completamente empalmados. Andy se encargó de dejarles desnudos a los dos. Cuando destapó el inmenso pollón de Lucio, le entraron ganas de comérselo, pero se aguató las ganas y ahora, sin calzones de por medio, volvió a poner su polla encima de esa mazorca, las masculinidades gozando en ese juego de perros, los cojones con leche deseosa de salir disparada.
El ojete de Andy palpitaba de gusto. Lucio le desplegó los cachetes mientras el chaval frotaba su rabo con energía contra su miembro. Andy fue caminando a rodillazos hacia la cabeza de Lucio y le dio de comer polla. Qué lengua tan rica, chupando su cipote como si fuera un helado. Unos buenos labios apretando el calabacín de su polla y tragando rabo. Amante de los pellejos, Lucio se las apañó para apretar la pija desde la base y encapucharla, mordisqueando suavemente la piel que recubría el prepucio.
Retrocedió los pasos andandos y se agachó para saludar al gran pollón. Según iba acercando la cara, Lucio hizo cobrar vida propia a su verga y sin manos empezó a moverla de adelante hacia atrás, haciendo que Andy se volviera loco de deseo de tenerla en su boca. Andy la cogió de la base con tres deditos y la zambulló dentro de su boca. La cara de Lucio y su gesto echando la cabeza hacia atrás, reflejaban la puta felicidad que sintió al ver esa cara guapa tragarse su polla.
Los gemidos y las palabras guarras empezaron a sonar en la habitación. Andy se puso cómodo para comerse ese trabuco y sus pelotas. Le encantaba que le dijesen guarradas mientras comía pija. Le cogió de las bolas e intentó tragar incluso más de lo que podía. Lucio le ayudaba posando una mano en su cogote, dando pinceladas con la polla sobre la lengua para engrasarla y que entrase mejor, apretándose las bolas por la base, gordísimas y redonditas, otorgando un festín de cojones al chaval.
Andy volvió a andar el camino hasta la cabeza de Lucio, pero esta vez para poner su trasero directamente en su boca. Se cogió del cabecero de la cama y fue pegando saltitos mientras la lengua de ese cabrón le relamía le okjete y se le metía por dentro transportándole a otro mundo. No esperó. Una vez más desandó el camino en cuclillas hacia atrás y de una sentada se clavó entera la polla sin condón.
La paja que le hizo con el culo, subiendo y bajando por ese misil, fue magistral. Lucio intentaba agarrarse los cachetes de las nalgas con las manos intentando tener el control sobre ese poderoso culazo que iba lanzado buscando la preñada. Andy estaba encantado de ser todo un vaquero montando esa verga de caballo, pero también quería descubrir las habilidades de montador de ese gañán.
Se arrodilló dándole la espalda sobre la cama y elevó una pierna para dejar el culo abierto. Lucio ladeó la cabeza mientras conducía su polla hacia el agujero para meterla correctamente donde debía y se la enchufó hasta el fondo. Lucio no paraba de soltar guarradas por su boca poniéndolo caliente, halagando su culazo, que en apariencia era tan virginal, pero que se notaba, por cómo tragaba, que ese agujerazo lo habían compartido centenares de pijas de gran calibre como la suya.
Los muelles de la cama parecía que iban a ceder de un momento a otro. Lucio lo estaba reventando a placer sin necesidad de colocar una sola mano sobre su enorme polla para sacarla y meterla por el agujero. Los dos estaban bien unidos por esa gigantesca verga, pero también cada uno en su propio mundo. Andy se pasaba un brazo por detrás de la cabeza, inmerso en el olor a macho de su propio sobaco, en el volúmen de su fuerte bíceps. Lucio se masajeaba un pezón mientras se ponía cachondo viendo cómo su polla entraba y salía como una barrena bien engrasadita.
Sudando, con la cara roja, Andy se arreó una paja soltando mla leche por toda la cama y encima de su propio cuerpo. Lucio le dio duro mientras se corría, alimentando la energía con la que salía la leche de sus pelotas. Él estaba también a punto. Le sacó la polla del culo y la lefa empezó a manar de su cipote blanquita y espesa como leche condensada, rellenando por completo el ojete que se acababa de follar, dibujando un buen chorrazo en la base de las pelotas del brasileño, resbalando por los cachetes de su precioso culazo.
Empujó un poco y arrastró su enorme pene dentro del ojal abierto, inundándolo de leche. Bajo y se comió a bocados toda la delicia que le había dejado entre las nalgas, subió por el cuerpo musculoso del chavalote, recogiendo por el camino los lefotes que se había dejado encima y le metió un morreo en el que ambos saborearon y compartieron la mezcla de semen como auténticos cerdos.