Un momento estaban echando una partida al Monopoly y al otro Caruso Rainbow estaba tumbado en el parqué, abierto de piernas, con el pandero hacia arriba y Martin Brute atravesándole el culo con su enorme rabo. Esas cosas le pasaban por apostar fuerte. La mala hostia de perder se le fue en un instante, en cuanto tuvo el placer de bajarle los pantalones a su colega.
Todavía hpy no puede olvidar ese momento. Ir bajándoselos poco a poco y ver el nacimiento de su polla bien ancha, seguir bajando y bajando y ver que esa pirula es más larga que un día sin pan, para terminar descubriendo un pedazo de pollón más grande que su cara, que le llega casi hasta las rodillas, con unos buenos huevazos colgando por detrás.
Martin la tenía morcillona y era preciosa. La forma en la que le colgaba, el grosor de su cipote completamente descapullado, la longitud de ese formidable pene. Caruso acercó la cara y se puso cachondo frotando la cara contra ese gigantesco pene que o esperaba. Al separarla, el rabo había crecido un poco más y se alzaba separándose de la huevera. Caruso se la cogió con cuidado y le relamió el cipote antes de que Martin decidiera follarle la boquita.
Qué pedazo de barra una vez estuvo toda dura, cilíndrica, con su vena marcada en medio. Traga que te traga. No sabía si su culo iba a poder con todo eso, pero ya se encargó Martin de hacerse camino abriéndole el ojete con la lengua, metiéndole un dedo, luego dos, emocionado con ese culo blanquito de apariencia virginal. Vaya que si entró y qué gusto daba. El ojete se le abría solito al ver esa cacho polla y a su dueño, con esa carita guapa y ese bigotazo, decidido a destrozarle el culo y a preñarle.