Caruso Rainbow sana el dolor de Agus Piney haciéndole una mamada y tragándose toda su durísima polla por el culo sin condón | Staxus

Ride Me Hard

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Una escapada al campo con los amigos y hacer el camino en bici era lo que necesitaba Caruso Rainbow. No le quedó otra que reconocer que aquel que dijo que lo importante no era el final, sino el camino recorrido, tenía toda la razón. El esfuerzo, las risas, el sol sobre ellos, el viento azotando sus cara y meciendo el vello incipiente de sus brazos, las meaditas en grupo, todos en fila, mirándose de reojo unas colas que cada día estaban más creciditas.

El que no lo estaba disfrutando tanto era Agus Piney, que desde que salieron ya tenía mala cara y se plantó al lado de la fuente del pueblo incapaz de seguir el ritmo de sus compañeros. Caruso no dejaba a nadie atrás. Descubrió que Agus tenía una dolencia en el muslo, así que se aprovechó de sus sesiones recientes en el masajista para poner en práctica sus conocimientos.

Pero al ver el tamaño de la polla de Agus bajo el culote, las manos fueron al pan. La visión de su pollaza enorme ahí apretada apuntando hacia la cadera, el solecito, el sonido del agua de la fuente. Sus sentidos se abotargaron y acabó sacándosela, porque quizá lo que Agus necesitaba, además de un masaje, era una buena mamada. Tras un par de caladas, se le puso durísima, apuntando hacia arriba. La saliva de Caruso la recorrió enterita.

Caruso se inclinó sobre el empedrado que rodeaba la fuente y se bajó el culote mostrando su culo. Agus palpó su raja y su agujero con los dedos, encantado con la posibilidad de follárselo allí mismo. No obstante, Caruso era el guaperas del grupo, con esa carita aniñada pero de granuja, su pelo rapado por los lados y con las puntas teñidas.

Al metérsela sin condón sintió casi como si su culito fuera virginal. Suave, delicioso, apretadito. Agus se sentó en el círculo de piedra y Caruso hizo lo propio sobre sus piernas, tragándose toda su polla desnuda. La forma en la que se la colaba por el agujero era casi demencial y no por la rapidez, sino todo lo contrario, por el tiempo que se tomaba para sentarse encima, absorviendo con el ojete cada centímetro de rabo hasta tenerlo todo dentro.

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