Charlie Cherry sorprende a Beau Butler con su gigantesco pollón en Puente Nuevo y le deja el culazo bien abierto follándoselo sin condón en Ronda, Málaga | Raging Stallion
Oversized
Llegó un momento en que Beau Butler estaba tan cachondo en ese periodo de su vida, que veía en cualquier hombre con el que se cruzaba a un potencial macho que llevarse a la cama. De alguna forma sentía que tenía una misión en la vida, follarse a cuantos más mejor, aunque recientemente había encontrado su vocación, pimplarse a todos los tios pollones de España.
Sí, un amigo le había chivado que en España se encontraban los hombres con las pollas más grandes de toda Europa. Mira que los franceses e italianos estaban bien dotados, pero pronto descubrió que a su amigo no le faltaba razón. Se fue hasta Ronda, un municipio de Málaga en la serranía. Aunque Málaga era sol y playa, también tenía aquellos parajes majestuosos de montaña, donde se alzaba el imponene Puente Nuevo, de casi cien metros de altura, bajo el que conoció mejor al atractivo Charlie Cherry.
Ya había escuchado hablar muy bien de él en los locales a los que había ido la noche anterior. Era la forma que tenía Beau de saber quién era el tio que manejaba el cotarro en cada localidad, no en el sentido de llevar negocios, sino en el de las buenas sensaciones que dejó a otros en la cama. En cuanto escuchó que la tenía enorme y que se parecía al Capitán América, a Beau se le abrió el ojete del culo de par en par soñando con ese héroe.
Y sin embargo se le presentó como Clark Kent, con las gafas puestas. Tras esas gafas unos ojazos de un color tan azul que era imposible no prendarse de él desde el primer instante. Aprovechó y en un morreo le tocó el percal. No mentían aquellos que decían que la tenía grande. Era una de las más grandes que había palpado Beau en mucho tiempo, al menos desde que volvió de Brasil.
Estaban tan calientes que buscaron un lugar en el que satisfacer sus necesidades más urgentes. Entraron en un restaurante, pidieron algo y se fueron al baño juntos. Hasta el recorrido hasta el baño formaba parte de ese paraje natural, con el pasillo en la roca. Ni qué decir que no llegaron a su destino, se quedaron allí. Beau se agachó, Charlie se bajó los pantalones y le enseñó su chistorra.
Los mofletes de Beau se tiñeron de rojo y a él no solía entrarle ese rubor al conocer a un chico, lo que quería decir que era el tio más guapo y con la mejor polla que había visto en su vida. Esto le pilló por sorpresa. Se la miró unos segundos. No sabía por dónde empezar a comerse ese generoso pollón. Al final, mientras pensaba, se la levantó, le esnifó los huevos, le relamió de abajo a arriba y al llegar a la punta encapuchada se la metió en la boca y empezó a hacerle una mamada.
Joder, en apenas dos caladas esa polla se había puesto furísima entre sus labios, había crecido más del doble en grosor y longitud, el pellejo del glande se había retraído dejando el capullo al descubierto, gigantesco, como una bola de helado y toda la polla se le había hinchado llena de venas. Beau levantó la vista al techo, dando grcias a su amigo por haberle llevado a España.
Aquello era demasiado hasta para él. Jamás había visto una polla así. Gigantesca, larguísima, de un grosor descomunal, surcada de venas por todas partes, cada vez más roja a punto de reventar en su boca. Jesús. Beau no era de rezar a nadie, pero es que le salió solo. Mamar y decir en algo lo grande que era esa verga era a partir de ahora su credo.
Miraba hacia arriba y veía la cara de ese tiarrón tan guapo, luego hacia abajo y con solo ver el cipote sabía que era imposible que eso le entrara por la garganta, pero por él no iba a ser, se encajó el capullo y soltó alguna que otra arcada en el intento. Mejor desnudos los dos. Si algún tio tenía ganas de mear y les pillaba, iba a tener que esperarse o mirar.
Cuando Beau se levantó para quitarse la ropa que le impedía moverse con libertad total, observó el cuerpo desnudo de Charlie y vio en él al hombre perfecto. Guapo, atractivo, cachas y con un pedazo de rabo grande y gordo tieso mirando hacia arriba que era una puta locura insana. Volvió a agacharse para chupársela, pero esta vez puso en pompa su trasero peludo para que Charlie tuviera una meta más allá de su boca.
Se suponía que esa escapada al baño iba a ser de descubrimiento, de primeras impresiones, pero a Beau le ardía el ojete a rabiar. Aprovechó que Charlie le propinó un beso para pedirle que se lo follara allí mismo. Charlie se sentó en las escaleras y Beau sobre sus piernas dándole la espalda. Allí por primera vez se introdujo por el culo y sin condón la mejor pollaza española de todas las que había probado en sus viajes.
No le dio la espala del todo, se giró para ver esa carita del capi. Efectivamente los que decían que se parecía al actor que le daba vida en la gran pantalla estaban en lo cierto. Qué sensación tan maravillosa era tenrle dentro de él y a la vez mirar esos ojazos fijamente. Sólo podía dar gracias a la vida de que hubiera tios como ese para saber lo que era la felicidad plena.
El pasillo era demasiado estrecho como para que Charlie lo diera todo como empotrador, así que subieron unos peldaños hasta llegar a un pequeño recodo en la bajada hasta los baños y allí le regaló su culo. El muy canalla despertó su instinto animal, cogió a Beau por los pelos y tiró hacia arriba y mientras lo penetraba le dio palmadas en ese culazo grande, pomposo y peludo.
Charlie se lo llevó a un lugar más cómodo. Le dijo a Beau que confiara en él, que se conocía bien el local y es que este conectaba con una habitación de estilo rural, decorada con buen estilo y con un cómodo sofá donde podían seguir follando sin la frialdad ni la dureza del suelo y las paredes. Allí Charlie devoró el culazo de Beau con su lengua y se lo abrió de nuevo en carne viva para volver a empuñar su enorme polla dentro y a pelo.
Beau estaba en el séptimo cielo. Se abrió de piernas y las recogió dobando las rodillas llevándolas a su pecho. Charlie se abalanzó encima de él y siguió penetrándolo duro. Mira que le culazo de Beau era tragón per sé, pero Charlie la tenía tan gruesa que para poder zumbárselo con mayor comodidad, se vio obligado a estirar de esas nalgas hacia afuera para que su polla pudiera reventarlo a placer.
La peor parte de esos encuentros esporádicos era la despedida. Saber que probablemente nunca volvería a verlo. Sencillamente por eso, Beau quiso de Charlie el mejor recuerdo posible. A buen seguro jamás se le olvidarían esa cara, ni esos ojazos ni esa pedazo de polla, pero todavía podía pedirle un souvenir que tampoco se olvidaba, el sabor del semen de un tio.
Se tumbó, metió la cabeza entre las pìernas de Charlie olisqueando su culo y se abandonaron a unas pajas. Charlie fue el primero en sentir la llamada. Beau lo supo no sólo porque lo dijo, sino porque empezó a gemir en alto y perdió la estabilidad, teniendo que agarrarse a sus pectorales. Charlie dio un pasito con las rodillas hacia atrás para tener la cara de Beau a la vista. Beau abrió la boca, sacó la lengua y Charlie le regaló la propina.
Unos generosos calostros de leche blanca como la nieve y muy espesos cayeron directamente sobre la lengua de Beau. Charlie siguió corriéndose. El semen bañó los dedos de su puño y colgó de ellos cayendo sobre los morros de Beau, que había cerrado un poco la boca para saborear el esperma y tragárselo. Dios, estaba riquísimo. Con el sabor de ese tio en la boca, su semen recorriendo su garganta y las vistas de su entrepierna encima con esa chistorra bañada en leche, Beau se vino arriba y culminó su paja. Pidió a Charlie que se quedara un rato más así, con la polla encima de su cara, para poder retener esa postal en su retina.