Finalmente, después de hacerse una paja mirando a dos tios follando y después de atizar un buen culazo, el momento de conocer a Roman Todd, el hombre que en lugar de agua buscaba metal, objetos mecánicos de un pasado no muy lejano, llegó. Shamu Azizam y su banda se encargaron de llevar a Malik Delgaty hasta la puerta de su casa. Sí, una casa, sí, una casa con puerta, como las de antes.
¿Qué clase de hombre preferiría buscar esa clase de objetos en lugar del líquido más cotizado en una tierra casi inerte? Aquel que lo tiene todo. Allá donde otros vivían en la más absoluta inmundicia, subsistiendo con lo que llevaban puesto, harapientos, Malik se halló de rodillas ante un hombre alto, guapo, apuesto, vestido de punta ne blanco, con sus pantalones y una camisa azul que no tenía ni una sola mota de polvo.
Allí estaba Roman, el hombre que todo lo tenía, sentado en una silla como si fuera su trono, con una vaso de agua en la mano haciendo círculos, como si su interior fuera un vino de la mejor de las cosechas. Y sin embargo el agua en el vaso se convirtió en apenas una pequeña muestra de su poder cuando Roman le enseñó el jardín, la piscina. Era casi indecente que cualquier ser humano pudiera tener aquello cuando el resto se moría de sed.
La visión de esa piscina, los rayos del sol chocando contra la superficie del agua, un tiempo pasado, no hace mucho, donde Malik disfrutaba sentado en el borde, dejándose comer la polla. Uff, se le puso dura y Roman no tardó en notarlo, esa tienda de campaña que se dibujaba en el frontal de sus harapientos y sucios pantalones. Roman se los bajó descubriendo una pedazo de polla impresionante, larga y bien gorda, cilíndrica, perfecta.
Tuvo que resistirse mucho para no echarle la mano encima a las primeras de cambio. Decidió procurar sus atenciones a los músculos del chaval, que estaba cañón. Malik no se quedó quieto. Roman también le molaba, así que le hizo lo mismo y él sí que echó mano a su tranca tiesa en cuanto tuvo oportunidad. Los dos estaban buenísimos, cachas. Juntaron sus rabos y se los masturbaron antes de entrar en las duchas.
El agua de la ducha mojando su cabello, deslizándose por su cara, su cuello, su torso, sus piernas. Hacía tanto de la última vez. Se le puso completamente dura y la piel de gallina ante esa sensación olvidada. Casi sin pensarlo, agradeció ese regalo a Roman con un beso. Sí, un beso. Jamás había besado a un hombre en la boca. Le gustaba que le comieran el rabo, follárselos, pero un beso era un acto íntimo que no había regalado antes a nadie.
A cambio, Roman fue agachándose, rozando con sus manos esa musculatura casi escultural, besándole suavemente, hasta que llegó a su polla erecta. Se la agarró fuerte con la mano y se metió el cipote en la boca. Se la empezó a mamar y estaba tan buena que se obligó a sí mismo a hacerle un hueco dentro de su garganta, pero era tan larga y tan gruesa que se quedó a la mitad.
Encontrando un punto de apoyo, Malik subió un pie a la mampara, abrazó la cabeza de Roman contra su entrepierna y le ayudó a tragar. La cosa estaba a punto de ponerse mucho más interesante. Al llevárselo a la habitación, Shamu estaba a cuatro patas, colocando unos explosivos bajo la cama, producto de una elaborada misión para derrocar a Roman, que no vio el explosivo pero sí el culazo de Shamu en pompa.
Se lo palmeó con un buen cachete. Ya se había follado ese culo antes, muchas, repetidas veces y no se cansaba. Invitó a Shamu a comerse juntos el pollón de Malik, que a él no le cabía entero en la boca. Los dos se arrodillaron y le mamaron el sable a dos bocas, cada uno saboreando la pipa con los labios por un lado y después pasándose el testigo para comérsela.
Cada uno le daba lo suyo y se la dejaba más a punto de nieve. Roman era más pausado, se tomaba su tiempo chupando, pajeándosela en tornillo. Shamu era más cerdo, no paraba de emitir sonidos y lo de comer huevos se le daba de lujo. Y así fue como Malik se folló al puto Roman, cuando Shamu se lanzó en la cama abierto de piernas, Roman acudió a su llamada metiendo los morros en la raja de su enorme culazo y Malik tuvo el pandero de Roman en la posición perfecta para follárselo.
Unos buscaban venganza, otros simplemente agua para subsistir y otros, aquellos que lo tenían todo, buscaban el placer de un chulazo que les metiera la verga por el ano. Malik se lo folló a pelo como un auténtico cabrón, rematándole en cada estocada, esta por estar tan bueno, esta otra porque te gustan los rabos grandes, esta otra por avaricioso, esta otra porque sí.
El mamón no paraba de gemir, de sacar por su boca todo el gusto que Malik le regalaba por la puerta de atrás, transmitiéndolo en una buena relamida de raja con la lengua por fuera, saboreando la entrada del ojete de Shamu. Se hizo de noche y no fue la luz de la luna la que bañó sus cuerpos desnudos, sino luz eléctrica. Shamu vio sus dos agujeros bien cubiertos, Roman taponando su ojal y Malik haciendo lo propio con su boca.
Los dos encima de él, Shamu hecho un ovillo, con Roman calzándola y penetrándole incansable y Malik poniéndole ese pedazo rabo enorme que tenía encima de la cara, sacando su parte más cerda e irreprimible, incapaz de contener la lengua dentro de la boca, chupando ese pollón y sus pelotas. El jefe era el jefe y no tardó en pedir por esa boca.
Malik a la cama con la polla en alto, Roman sentándose encima, clavándose tremenda verga y Shamu chupando el rabo a Roman, que asistía a la plenitud sexual, con el agujero del culo cubierto y una boca jalando su pene. Y menuda boca la de Shamu, las cazaba y les metía tal succión que Roman pensó que estaba en mitad de un trenecito.
Roman fue el primero en correrse. Se tumbó sobre el colchón todo lo largo que era, se la peló y se dejó la leche en un lateral de la base del rabo. Shamu le siguió lefándole el tatuaje que llevaba en los abdominales. Malik se fabricó la leche durante más tiempo y terminó propulsando fuegos artificiales que cayeron sobre el cuerpazo musculado de Roman, ensuciando de semen sus pectorales y sus biceps.
Así eran los hombres. Cuando nada tenían, buscaban lo básico y cuando todo lo tenían, buscaban el instinto más básico. Malik y Roman huyeron en el buga. Roman se echó una siestecita, con su cuerpo cubierto por su semen y el de otro dos tios, hasta que escuchó un tic-tac que tan bien conocían sus oídos. Entonces, el hombre que lo tenía todo, supo que aquella había sido su última follada.