La crisis de los cuarenta era una putísima mierda, pensaba Timothy Chance en su tumbona junto a la piscina, mientras admiraba el cuerpazo musculado y varonil de Lobo Carreira, al que se le marcaban pectorales, biceps y abdominales que daba gusto, con ese pelazo en el torso y tan guapo que entraban ganas de comerle todo. Sí, pensó, a veces la crisis de los cuarenta te obligaba a comer con los ojos a tios como ese que quizá ya nunca más estarían a tu alcance.
Le hubiera sorprendido saber que precisamente chicos como Lobo veían a hombres como Tim la mar de atractivos y seductores, como si realmente los cuarenta fueran los nuevos veinte, porque cuando Lobo miró a Tim y le sonrió, mientras este otro estaba pensando que mozos como ese no se sentirían atraídos por alguien mayor que ellos, en el fondo Lobo estaba deseando su compañía y su contacto cuerpo a cuerpo.
Lo descubrió cuando se ofreció a echarle aceite bronceador por el cuerpo. Tocarle ya fue todo un regalo. Miró a Lobo, con esos ojazos, esa cara tan guapa y no pudo resistirse. Acercó la cara a la suya y una oleada de calor curativo y gratificante invadió su cuerpo al besarle. Si le gustaba eso, seguramente estuviera interesado en aprender de un veterano.
Parecía excitado cuando le comió los pinreles, ahí con todos los dedacos grandes y largos de sus pies dentro de su boca. De alguna forma era tan sólo un avance de lo qe podría hacer si decidía sacarse la polla y darle de comer de ella, porque un tio así la tenía que tener tremenda, de eso estaba seguro. Entre besos, tocamientos y la comida de pinreles, a Lobo se le empinó el rabo hacia la cadera bajo los speedo.
No sin el corazón acelerado, Tim le bajó con cuidado la goma del bañador y supo que no se había equivocado con él al verla. La tenía larga, encapuchada y gordita. Con el calor se le habían pegado los huevos a la huevera de los speedo, así que le metió la mano dentro y se los despego. Ahora eran livianos, estaban blanditos y manejables, pero a buen recaudo que dentro de un rato estarían cargados de leche.
Olisqueó la polla, le comió la hueva, relamió el pollón de abajo a arriba y se lo empezó a mamar. Le hizo una paja mientras subía a probar de nuevo sus labios. Le esnifó y comió el sobaco y pretendió que él también disfrutara dándole del suyo. Hacía rato que a Tim ya se le había puesto durísima. Le estaba molestando ya en las bermudas, así que se las quitó y, cuando estaba sacándose el bañador por los pies, Lobo se acercó a su entrepierna, admiró su lanza tiesa y dura y se la empezó a camelar.
Un tiarrón guapo y fornido como ese comiéndole la polla junto a la piscina, bajo el calorcito del sol, era como vivir en una fantasía en un puto jardín del placer, uno de esos de cuentos de hadas para mayores de edad. Se fueron dando el turno para comerse bien las pollas y dejárselas engrasadas con babas. El respeto inicial de Tim por ese jovencito, enseguida se disipó y sacó toda su vena de follador, haciendo que Lobo gimiera de puto placer.
Empezó por abrirle de piernas. Fue tan agradable mirarle a esa cara guapa mientras empujaba sus muslos hacia afuera y ese culazo blanquito y redondo de futbolista que tenía se iba desplegando para él, mostrando las bondades de su raja, del orificio por el que estaba deseando metérsela. Le regaló una triple comida de rabo, huevos y ojete que no se le olvidaría en la vida.
Tras aliviarse el tremendo calor que sentían jugando dentro de la piscina, regresaron a la acción ya dentro de la habitación que daba justo al lado. Lobo se tumbó en la cama y se abrió de piernas sin apartar la mirada de su hombre. Tim abrió un cajón, se echó bien de lubricante en el rabo y sin perder ni un solo segundo, plantó su cipote a la entrada del agujero del culo de ese chulazo.
Qué puta gozada fue atravesarle con el pene, admirando ese cuerpazo tumbado sobre su cama, tan musculoso, tan bronceado, tan irresistible. El cabrón tenía un agarre excelente de ano, estaba apretadísimo. Sacó la mitad de la polla y volvió a empujarla hacia adentro, metiéndosela sin condón, rozándole la zona con los pelazos de la base del rabo.
Su deseo de follarse el culo de ese maromo tan guapo, atractivo y agradable a la vista se cumplió con creces. Cada vez entraba mejor y que Lobo estuviera mirándolo cada vez que empujaba el mástil hacia su interior no hacía sino incrementar sus ganas de joderle el culete. Fue al salir de él por primera vez en minutos, cuando se dio cuenta de que un chulazo así no podía irse de su casa sin tener su recompensa.
Timothy se puso a cuatro patas sobre el colchón. Lobo enseguida supo lo que tenía que hacer y le cubrió por detrás, se inclinó sobre la espalda de Tim rozándole con su caliente y viril torso y Tim pudo sentir el roce de su pene duro contra el culo. En esa situación, en esa postura, se le abrió el ojete de par en par. Puertas abiertas. Iba a alargar el brazo para alcanzarle el lubricante, pero algo le decía que no iba a hacer falta.
Lobo le folló el culo a pelo. Tim miró hacia atrás y no tuvo ningún tipo de dudas de que se estaba regalando al tipo correcto. Dios, qué abdominales, cómo se le marcaban por el esfuerzo de penetrarle. Miró hacia adelante de nuevo y le bombeó la polla con el culo meciéndolo rápidamente hacia arriba y hacia abajo, hacia adelante y hacia atrás, le quería bien adentro.
Acaba con esto, se dijo a sí mismo. Dejó que Lobo se pusiera las botas follándoselo. Al rato sintió que se la sacaba, que se apoyaba con una mano en su nalga izquierda mientras con la otra se pajeaba el rabo apuntando hacia su culo. Dos pajotazos más tarde, un buen lechazo salió disparado del rabo y le fusiló toda la espalda. El resto de la leche cayó en los pelos de la raja del culo. Lobo le metió de nuevo la polla por el culo, esta vez corrida.
Tim se dio la vuelta y se tumbó para hacerse una paja. Mirar a ese tiarrón con la polla colgando entre las piernas, completamente desnudo ante él, le serviría para su propósito. Una vez más se conformaría con comerse a otro tio con los ojos, era lo que tenía haberse acostumbrado a la crisis de los cuarenta sin pensar que quizá estaba confundido.
Eso sí, alargó un brazo para recoger algo de semen que a Lobo se le había quedado en los pelos negrazos de la polla. También le metió un dedo por el pellejo que recubría su cipote. Le molaba el quesito. Se llevó los dedos a la boca y ese gustazo dulzón le puso cachondo. Para qué conformarse con ese poquito si podía tener toda la polla encima. Lobo se acercó y le plantó rabo y huevos frente a la cara.
Fue un cúmulo de visiones la que llevaron a Tim a soltar la cantidad de leche que soltó. El pene morcillón de ese tio rebotando suavemente sobre su pecho, acercar la boca a sus huevos, esnifando su corrida, mirar su cuerpo y finalmente a sus ojos y sacarse toda la corrida de dentro. Se quedó bien a gusto. Recogió el semen de su torso y condujo la mano hacia la boca de Lobo, preguntándose si él también era un cerdaco. Al ver sus labios aprisionando los dedos mojados en semen, supo que sí.