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Dom King desvirga sin goma el apretado culito del joven Sam Ledger en los aparcamientos del concesionario | MEN

Good Rubber Part 1

LATIN LECHE

La popularidad de los hermanos Rubber había subido como la espuma desde que comenzaron a promocionar en la televisión su negocio de venta de coches usados. Tenían a jovencitos como Sam Ledger completamente locos, atentos a sus disparatadas comedias. Conseguían venderte un coche usado haciéndote sentir como si estuvieras comprando uno nuevo o mejor aún, uno con una potencia fuera de lo normal. A Sam le hacía mucha gracia el hermano mayor con sus ocurrencias, pero era el atractivo de Dom King, el guapo y cachas, el que más le hacía tilín.

Con algunos trabajitos de verano, Sam se había hecho con una suma suficiente de dinero como para sacarse el carnet de conducir y comprarse un buga. Dinero en mano, no se lo pensó dos veces tras ver el anuncio de los Rubber Brothers por enésima vez y se presentó en las instalaciones de sus ídolos. De camino, pensó si no sería todo una estrategia televisiva, que ellos fueran la cara comercial y luego al llegar le atendiera alguien que trabajaba para ellos. Solía ocurrir en muchos sitios, pero no en ese y por fin pudo conocer a Dom, que era igual que en los anuncios, una fantasía.

Lo que desconocía el jovencito Sam al embarcarse en ese viaje, es que saldría por la puerta de su casa ilusionado como un crío con la idea de conocer a la estrella de la tele y volvería convertido en todo un hombrecito. Todo ocurrió cuando Dom le enseñó uno de los coches con un impresinante maletero, tan amplio que Sam metió la mitad del cuerpo para explorarlo. Ese día llevaba unos pantalones cómodos y al inclinarse demasiado se le veía la hucha.

Bueno, algo más que la hucha. El culo entero. Dom, cuya fantasía inconfesable eran los jovencitos en edad de merecer, sumado que a la visión de ese culito apretado, redondito y suave le ponía la polla dura en un abrir y cerrar de ojos, terminó sacándose la polla, un buen rabaco largo y durísimo que salió rebotando. Fijó el punto de mira en la raja del chaval y, sin preguntar si le dejaba metérsela, se la enfundó sin condón por el ojete, desvirgándole enterito.

Para Sam, al que jamás habían metido una polla por el culo, la experiencia fue tan agradable que se deshizo por completo de placer, gimiendo de gusto mientras Dom empujaba ya con las caderas, follándoselo, metiendo esa verga durísima, grande y venosa por el interior de su ano, tan ajustadita y gorda que el chavalín se vio obligado a separar las piernecitas para recibirla cada vez más a fondo.

En cuanto empezó a acostumbrarse al enorme tamaño de ese pene agujereando su orificio prohibido, el propio Sam empezó a menear el trasero buscando que le metiera más trozo de polla. Para ser su primera vez, había dado con una bien grande y gorda y encima pertenecía a la estrella de la tele. Al mirar hacia atrás, vio que Dom ya se había quitado la chaqueta y desabrochado la camisa, dejando al descubierto un torso alucinante, masculino, viril, musculoso y con los pectorales prominentes, marcados y peluditos.

Se preguntó qué edad tendría Dom, quizá la de su padre y eso le puso más cachondo todavía, añadiendo morbo a la salsa. Pero el morbo sólo había hecho que comenzar. Dom se inclinó y se besaron y le dijo que si quería seguir disfrutando de su verga, tendría que arriesgarse a hacerlo a plena vista, fuera del local, entre los coches aparcados.

Sam se sintió sucio al arrodillarse sobre el asfalto, al coger esa polla dura de ese hombretón por la base, sintiendo el calor y la fortaleza que desprendía, y metérsela en la boca. Joder, cuántas cosas le estaba enseñando Dom. Primero había perdido su virginidad y ahora estaba perdiendo la vergüenza, hasta tal punto que llegó a pensar que si alguien les podía estar mirando, que disfrutara de la mamada.

La polla era tan larga que chupaba y chupaba y no tenía fin. Dom se bajó los pantalones, poniendo sus huevazos a la interperie. Agarró los rizos del chaval con una mano y dirigió su cabecita para que le hiciera una gran mamada. A Dom se le ocurrió follarle esa boquita y entonces Sam tragó rabo y vio de fondo unas grandes pelotas balanceándose entre los muslos.

Sam se subió con un pie en cada neumático de los coches que tenía a los lados, el rojo a su derecha y el blanco a su izquierda. Dom se le acercó por detrás y le penetró. De nuevo un gusto que a Sam le congraciaba con la puta vida. Miró hacia atrás, echó un brazo por detrás del cuello de Dom y sus cabezas se quedaron juntitas, tan cerca que podían sentir sus miradas, sus respiraciones agitadas, a pesar del viento que hacía en la calle.

Entonces Sam aprendió acerca de un sentimiento distinto de amor. Su padre y su madre le querían mucho, pero lo que ese hombre expresaba con la cara echándole el aliento encima cada vez que empujaba la polla dentro de él, era algo único y diferente a todos los tipos de amor que había conocido en su vida. Las manos de Dom sujetando firmemente sus caderas, sobando su cuerpecito, agarrando su cuello. Esa pollaza gruesa y grande partiéndole el culo en dos.

Dom terminó cogiéndolo en volandas, impulsándole por los muslos y dejando caer el peso del cuerpo del chaval por inercia, empalándolo en su tranca. Ya sin parapetarse entre los dos coches, salieron donde todo el mundo pudiera verlos, Dom inclinó a Sam sobre el capó del coche blanco y le dio por culo. Le remató dentro del concesionario.

De vuelta al interior, puso bocarriba al chavalín dentro del amplio maletero donde todo había dado comienzo, le abrió de piernas y le hizo un hombre. Algo en Sam se revolucionó que le hizo sentir hormigas y sensaciones alucinantes por todo su cuerpo y su cabeza cuando Dom se abalanzó encima de él para follárselo. La cara de ese tio que tanto le atraía, tan cerca, el empeño que ponía al metérsela, sentir sus gemidos profundos de voz masculina, la cadenita de oro que llevaba colgada al cuello, sus pectorales de macho fornicador.

A cambio de dejarse follar, él obtenía como regalo las vistas de un hombretón con todo bien puesto. Dom sacó los calzones por las piernecitas del chaval, esnifó su huevera y luego los lanzó lejos. Quería que se cascara una paja y le dejara ver cómo le salía la leche. Le perforó el culo sin descanso con su kilométrica polla hasta que el zagal se corrió encima.

Y ahora esto no se lo digas a papá, ¿eh? No le digas que fuiste al concesionario, no le digas que un hombre te desvirgó el ojete a pelo, no le digas que al acabar te obligó a ponerte de rodillas, a abrfir la boca y sacar la lengua mientras se pajeaba encima de tu jeta. No le digas que le dio tanto gusto conocerte que se corrió encima de tu cara dejándotela bien sucia, lanzando lefazos contra tus ricitos, soltándote una buena ducha de esperma, estrujándose la polla hasta sacarse la última gota de semen de los cojones. No le digas que sonreiste de felicidad con la cara llena de semen y el pelo engominado de blanco, ni que cogiste la polla con tu boca y le limpiaste el sable. Nunca le digas cómo pagaste la parte que te restaba para comprar el coche.

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