Igor Silva ofrece su gigantesco pollón brasileño de veinticinco centímetros al guapísimo Matheus Matos | Tim Tales
Al verlo de pie delante de él, completamente desnudo, el guaperas brasileño Matheus Matos abrió los ojos como platos y también la boca por a sorpresa. Mira que siendo de Brasil sabía de tios bien dotados, alguno de los cuales se había llevado a la cama, pero lo de Igor Silva era tremendo. Tan delgadito que era, ni en sus más cerdos pensamientos habría podido imaginar que un tio pudiera tener un pene tan gigantesco como ese, un pollón de veinticinco centímetros que aparentaba incluso el doble de su tamaño cuando uno lo comparaba con la complexión corporal de su dueño.
Inmediatamente, a Matheus se le pasó por la cabeza cómo una dote así podría ocultarse en los gayumbos en el día a día, la dificultad que tendría para andar. Dio por supuesto que en unos calzones ajustados eso no entraba ni de coña, mientras que en unos boxer holgados, se le saldría por la pernera claramente. Y esos cojonazos grandes y pesados que le colgaban entre las piernas.
La cogió entre sus labios con mucha hambre, pero por mucha que tuviera, no le cabía más que el cipote y algún centímetro más. Era gigantesca, enorme, gordísima, arrolladora y encima a medida que chupaba más y más a ese cabrón se le iba enderezando todavía más y a destacarle por encima todas las venas. Fue una satisfacción personal chuparle ese rabo, bajo la atenta mirada de Igor que no paraba de mirarle, concentrado en esa carita guapa dándole cera a su mango.
La expresión de Matheus al ponerse a cuatro patas en la camita y sentir cómo esa interminable verga se adentraba sin condón dentro de su culo y con su pene llegaba donde ningún otro hombre había llegado dentro de él, fue de alegría y felicidad absolutas. Una sonrisa de oreja a oreja, consciente de lo que se estaba tragando su culo, sintiendo los cojones de Igor entre sus piernas cada vez que lo empotraba. Igor tampoco estaba acostumbrado a que otro tio se tragara su polla casi al completo.
El Cristo Redentor fue testigo, envuelto en un manto de nubes esa mañana, de esa tremenda follada a pelo, de cómo un tio recibía lo más grande que había tenido nunca. Igor sacó la manguera de ese agujero tragón, se la pajeó y le metió a Matheus una buena ducha en la espalda y las nalgas para conducir de nuevo su polla mojada y todavía empalmada dentro de ese agujero caliente.