A Sir Peter le parece muy apuesto su barbero Dan Tyser. Por suerte le crece mucho la barba y acude a él todas las semanas. Le gusta hacerle saber que le mola, que le pone tan cachondo su sola presencia que se le pone bien dura. Entonces se echa mano al paquete y se lo muestra agarrándoselo, para que vea la pedazo trempada que le provoca.
Dan ya está acostumbrado y pasa de él, también de su antebrazo saliéndose del reposabrazos de la silla para rozarle el frontal de los pantalones. Pero ese día Sir Peter cruza un límite que no había sobrepasado antes. Se echa mano a la bragueta, descorre la cremallera hacia abajo y se saca la polla dura y grande. Frente a eso Dan no puede hacer nada. Al ver algo de ese tamaño tan enorme, se le va la vista sola y, en una suerte de reclamo natural, sin darse cuenta, se relame los labios con la lengua para humedecerlos.
Ese día ese cabrón sí lo ha conseguido. Así que ese era el secreto, enseñarle la polla para que se decidiera de una vez por todas. Dan acerca su boca a la de Sir Peter y se dan un beso con lengua y mucho calentón. Dan alarga el brazo, retira la mano de Sir Peter que se está pajeando el rabo y le coge el pedazo trabuco para masturbarlo mientras se comen la boca.
Se inclina, se la mete en la boca que casi ni le cabe dentro de lo gorda y grande que la tiene y enseguida le da la espalda poniéndose frente al espejo, se baja la parte de atrás de los pantalones y deja que Sir Peter saque toda su rabia de macho follándole el culo a pelo. Un culo traga pollas de mucho cuidado, algo peludete y tan masculino que entran ganas de follárselo día y noche, de preñarlo.
El espejo es testigo de ese affair en público. Sir Peter se pone de pie y le sigue dando por culo. Se mira en él y asiente, como dando su visto bueno a lo bien que se lo está haciendo. En el sofá donde los clientes suelen esperar su turno, le abre de piernas y se la mete a fondo hasta que Dan se corre de gusto encima. Su leche espesita pegada a los pelos de su torso, inamovible, deliciosa.