Franklin Acevedo empuja a pelo sus 23 cm de polla dura y gruesa dentro del apretadísimo agujero del culazo respingón de Peter Sinnerpit | Fucker Mate

Raw welcome to remember

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Ese día Franklin Acevedo estaba tardando más de lo normal. Peter Sinnerpit se quedó esperándole mirando el móvil, tumbado desnudo bocabajo en el sofá. Aunque ya venía con ella algo empalmada por debajo de los calzones, a Frank se le hinchó todavía más al ver ese culito respingón destacando en el sofá. De tanto que le empujaba la polla hacia un lateral y hacia arriba, los calzones se le quedaron pequeños.

El chavalito se acercó gateando hacia el paquete, restregando su cara contra el bulto, deseándolo. Cuando Frank tiró un poco del lateral para sacársela, la reacción de Peter fue todo lo que cabía esperar de un tio que acaba de ver un señor pollón. Primero la boca abierta por la sorpresa, después una sonrisa inevitable de felicidad por tener eso delante de la jeta meciéndose a un lado y a otro admirando su gigantesco volúmen, para terminar con un inevitable «joder» alabando el tamaño y la envergadura de ese sable maestro antes de llevárselo a la boca.

Y, ¿cómo se come uno una polla enorme, tan larga y gorda que no cabría en un vaso de cubata? Pues abriendo la boca a tope y dejando que ya sólo el cipote te la rellene enterita, sabiendo que si quieres, tienes por delante otros más de veinte centímetros por si quieres hacerle hueco dentro de tu garganta. Peter tenía hambre, mucha hambre, pero ese pollón era tan gigantesco que la mayor parte del tiempo se quedó saboreando capullo, bordeando el frenillo una y otra vez con sus labios.

Sin los calzones parecía incluso más grande. Le lamió los huevos sólo para tenerla toda encima de su cara, sentir su calor, deleitarse con su grandeza. Frank meneó las caderas dándole unos cuantos pollazos para que sintiera su dureza. A Peter le flojearon las piernas y entró en un estado de tremenda felicidad perenne. Cosas que pasan cuando uno se está comiendo la polla que siempre había deseado, que se te abre el culito solo y estás deseando comerla y tragarla por todas partes.

La agarró con una mano y volvió a alucinar. Necesitó de boca y dos manos para domarla y todavía sobraba trozo de rabo por si otro tio quería unirse a la fiesta. Cuando Frank le puso las manos en la cabeza, intentó tragar, pero apenas se comió un tercio del tronco. Peter se había convertido ya en un perrete y esa pollaza era su juguete favorito, así que cuando Frank se mudó a la silla, él fue a cuatro patas gateando por el suelo hasta instalarse entre sus piernas para volver a chuparle la polla.

Se la agarró por la base, la empujó hacia abajo para dejarla encima de su cara y se dedicó a pegarle una relamida desde los huevos hasta la punta de la polla. El momento en que Frank le metió la polla por detrás y sin condón, no lo iba a olvidar jamás. Tenía el culo bien abierto mientras se la estaba comiendo, pero no tanto como para acoger ese vergón. Frank se la fue metiendo y no retrocedió ni un sólo centímetro.

Dejó que se introdujera apretadísima desgarrándole el ano poco a poco, hasta que la segunda mitad del rabo entró sin problemas de una sola tacada, dejando sus veintitrés centímetros de durísima y gorda polla dentro del culo de ese chaval. Se la metió hasta las bolas y empezó a follárselo a pelo. Cada vez entraba mejor, más suave y él cada vez se estaba encaprichando más de ese precioso culito.

Abrazó a Peter por detrás, que no paraba de gemir, y le hizo el amor con todas sus fuerzas. Dejó que se sentara sobre sus piernas, que se clavara su polla ardiente y empezara a saltar sobre ella. Para entonces ya tenía el ojete hecho a medida y, aunque todavía entraba muy justa, la sacaba y la metía entera hasta toparse con los cojones.

Se la dejó bien caliente y a punto de nieve. Frank sólo se levantó cuando le entraron unas irresistibles ganas de correrse, entonces puso a Peter tumbado bocarriba en el sofá, él se pajeó a un lado, debajo de donde Peter tenía la cabeza y justo cuando le vino el gustillo, flexionó las rodillas, atinó con el rabo hacia su cara y dejó quela leche saliera disparada sobre su cuerpo, sobre su jeta, goteando dentro de su boca abierta. Con la cara salpicada de leche, Peter no desaprovechó el momento y se sacó la suya.

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