Ese cuerpazo atlético que tenía Niko Demon, le ponía cachondo a Favio Vador desde primera hora de la mañana, cuando se le acercaba desde el otro lado del pasillo, con esa sonrisa de pícaro y con el volúmen del paquete de sus calzones a toda pastilla. Adoraba agacharse, tirar de la goma hacia abajo y descubrir el rabo morcillón, largo y gordito, metérselo en la boca y chupar, chupar sin descanso hasta que se ponía bien duro y grande, hasta que tragar y rozar sus huevos contra la barbilla le costaba alguna que otra lágrima por el camino.
A ese guaperas malote le dejaba la polla bien húmeda. Le encantaba abrir la boca, hacerle hueco, mirar hacia arriba y sentir cómo le penetraba la garganta, atragantándole a cada pollazo que le metía. Veintidós centímetros de rabo ya bien empalmados, primero con el cipote cubierto por el capuchón y luego, después de atravesarle, completamente descapullado.
Cuantas más babas le dejaba encima, cuanto más fácil entraba y más sonidos guturales hacía Favio, más caña le daba Niko, cogiédole por detrás de la cabeza, arrimándole contra su entrepierna, muy excitado. Se puso a cuatro patas sobre la cama y le entregó su culo, un culazo tremendo, bien grandote, lo que merecía un tio así de dotado. Niko la frotó contra su raja, la enderezó apuntando hacia el agujero y le penetró sin condón con la polla super ajustadita en el hueco.
A pesar de tenerla empapada, entró apretadísima, así que Niko tuvo que sacarla y echarle más gasolina, unos certeros escupitajos directos al ojete y tres deditos hurgando en la cavidad para que se ensanchara lo suficiente como para atreverse con su enorme polla. Los brazos y las piernas de Favio se movían convulsivamente cuando Niko se subió a la cama y se dedicó a protegerle el culo follándoselo por detrás.
Las vistas de Niko por detrás eran simplemente alucinantes. Detrás de ese cuerpecito delgado y atlético, esas piernas delgadas pero fuertes, ese culito prieto, se alzaba todo un empotrador con una polla y unos huevos de pro. Después de un buen rato siendo follado, Favio todavía no se acostumbraba a la enorme envergadura de su polla.
A Niko le costó encontrar la manera de perforarle el agujero enterito. Lo intentó con ligeros toques a portería, follándoselo con media polla, pero sólo consiguió su objetivo al inclinarse sobre Favio, comerle la oreja y tener la carita cerca de la suya, entonces Favio se abrió de par en par y le dejó pasar con todo su rabo dentro. No había puerta cerrada que un poco de amor no pudiera abrir.
Ahora que ya habían profundizado lo suficiente, Niko se tumbó en la cama. Al ver su cuerpo destacando contra las sábanas blancas, con ese pollón tan grande zarandeándose entre sus piernas, tan largo que le llegaba hasta la punta de la cadena de plata que llevaba colgada al cuello, Favio sintió algo de miedo, pero a la vez de deseo, lo que le llevó a sentarse encima y cabalgar como un buen vaquero.
Ahora sí, toda la polla dentro, el peso de su cuerpo cayendo por la ley de la gravedad y el culo sentándose sobre sus pelotas, con toda esa cigala jodiéndole el ano. Lo que más le gustó es que no fue una cabalgada al uso, sino que después de unos cuantos saltos sobre su verga, se convirtió en una follada bien cerda, en la que Niko le agarró por los muslos y le dio cera, le inclinó sobre él y comenzó a acicalarle los pezones con unos buenos lametones cargaditos de amor.
Favio tenía un cuerpazo de macho auténtico, con el torso peludo y unos pectorales musculosos, vitamina para Niko, que estaba entregadísimo con ese chulazo saltando sobre él, tragándose su polla. Para correrse, se sentó sobre su cara, dejando que le comiera los huevos, pajeándose el rabo apuntando hacia el torso. Cuando le vino el gustito, dio un paso atrás y le entregó la leche en la boca, se la metió dentro y por última vez se la hizo tragar entera.
Con la barba y los morros mojaditos, Favio miró a Niko desde abajo. Se le veía feliz y esa mueca se tornó en un gesto de furia cuando Favio agarró su propia polla y se empezó a hacer un pajote. Las virutas volaron por encima de su rabo al salir, vistiendo de caminos blancos su cuerpo peludo, una lefa resistente y pegadiza, blanca, que se quedó bien pegada a los pelazos negros, haciéndole irresistible, perfecto para follárselo de nuevo así de sucio.
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@ fotos por Oscar Mishima