Zeus Ray descubre el gran paquete del repartidor Apolo Adrii, se deja follar a pelo por él y cerdean con la leche corriéndose en la boca | Raw Fuck Club
The delivery man gives him the package
Al abrir la puerta al repartidor, a Zeus Ray se le iluminó la cara y le salió por instinto una sonrisa que ni la de una quinceañera mojando las bragas ante su cantante favorito de música podría haber competido con ella. Nada que reprocharle. La cara de Apolo Adrii era tan agraciada que era un placer mirarla sin quitarle la vista de encima y además el tio estaba cachas y fuertecito, con la camiseta de manga corta rellenando todo lo que tenía que rellenar, con los biceps que se le marcaban sosteniendo el paquete, el de la entrega.
En eso estaba pensando Zeus cuando por su boca salieron las siguientes palabras, en su paquete. Cuando le preguntó si pesaba mucho y él le contestó con esa voz tan varonil y grave a la par que dibujaba una media sonrisa en su boca, Zeus se derritió del todo. Pensó en cómo sería tener a un tio así follándote y susurrándote guarradas con esa voz de machote al oído. Tios así debían conseguirlo todo en la cama. Zeus recapacitó al pedirle si se lo podía meter, el paquete, hasta el fondo. Estaba pensando en que le metiera la polla hasta el fondo, pero titubeó y corrigió la palabra. Meterlo hasta la cocina.
Con la luz del salón, pudo apreciar mejor su carita y su musculatura. Estaba buenísimo. Con lo que a Zeus le viciaban los pectorales de un tio, ese los marcaba bien por debajo de la camiseta. Y ese culazo de futbolista que rellenaba los pantalones por detrás, ¿qué me dices? Era ahora o nunca. Se acercó a él invadiendo su espacio vital, preguntándole si tenía prisa, mirándole sin querer de los ojos a la entrepierna.
Apolo, que por su oficio y por lo buenorro que estaba ya había entrado a más de una casa y se las conocía todas, aparte de que Zeus también le atraía con esa cara atractiva, ojazos y barbita y también de complexión delgada y atlética, dio un paso al frente y siguió llevando la conversación hacia el bulto, confirmando si quería que le ayudara a abrir un poco el paquete. Acto seguido le cogió por la nuca con una mano, lo atrajo hacia su cara y le metió un morreo con lengua que le dejó ciego de gusto.
Se pillaron con ganas, se notaba en esos besos apasionados restregando con lujuria los morros, las narices, metiéndose las lenguas. La mano de Zeus no paraba de tocar el paquete de Apolo. Estaba deseando descubrir el secreto mejor guardado del repartidor. Se agachó. Le bajó los vaqueros y le chupó la polla por encima de los calzones blancos hasta dejarlos como una fiesta de camisetas mojadas, con el color carne del rabo destacando bajo la tela húmeda.
Bajar calzones y descubrir pollas era algo muy placentero. La de Apolo era larguísima y muy gruesa. Se estrechaba un poco a medida que se acercaba al cipote y estaba ligeramente curvada hacia la izquierda. La llevaba encapuchada, con la piel recubriendo su glande, lo que la hacía parecer incluso más larga todavía. Hay pollas que por su forma y tamaño enamoran, que uno está deseando acariciar con la mano, pajear y meterse en la boca. La de Apolo era una de ellas.
Empezó a chupársela poco a poco. Al entrar por su boca, el moflete se le hinchaba marcando el tope hasta donde le estaba entrando el pene. Halagó lo grande que era comentándole que era más grande que el otro paquete. Apolo se quedó extrañado. Era obvio que el bulto que había traído en las manos era mucho más grande que su rabo. ¿Acaso ese mamón se estaba refiriendo al paquete de otro compañero que hubiera venido antes?
Se la dejó bien mojada y tiesa. Ahí se quedó, cilimbreando hacia la izquierda toda dura mientras Zaus le quitaba la camiseta y se quedaba extasiado adorando ese torso tan viril, masculino y musculoso. El conjunto era apasionante. Un tio guapo, atractivo, con un cuerpazo de diez y una polla bien grande. Lo tenía todo. Zeus se quitó la camiseta. Él también estaba todo cachas y Apolo se enamoró de su cuerpo. Estaba tan cerdo que le levantó el brazo y le esnifó y le relamió el sobaco.
Zeus volvió a comerle la polla. Al encararla y metérsela entre los labios le pareció el triple de grande que antes si eso era posible. Volvió a levantarse para quitarse el resto de la ropa. Ahora estaban los dos completamete desnudos. Se besaron de pie, cada uno cogió la polla del otro y se masturbaron cruzando pajas. Zeus no podía más. Necesitaba a ese tio dentro de él.
Le pidió que le follara. Se puso a cuatro patas en el sofá y se fijó en los movimientos de Apolo cuando se dirigía hacia su culito blanco y bonito con esa enorme pija toda tiesa. Se la metió sin condón y comenzó a impulsarse con ese culazo perfecto que tenía. Qué buen follador. Al sentir toda esa barra de carne dentro del culo, imponente, firme y dura, Zeus destacó lo grande que la tenía.
Aunque Apolo le agradeció el piropo dando su mejor versión de él en la cama, ya sabía que la tenía grande. Tras empotrar ese culito por detrás, Zeus quiso sentarse clavándose su pija y saltando encima de ella. Al tenerla dentro de nuevo, volvió a sorprenderse con lo grande y dura que la tenía. Se dio la vuelta, se agachó y se metió entre sus piernas para chupársela.
Era enorme. Apolo se echó las manos por detrás de la cabeza, echado hacia atrás a cuerpo de rey mientras Zeus se la mamaba. Entraba gordísima y grande por su boca. El tio era guapísimo, tenía un morbazo increíble. Pronunciando su nombre, tras anunciar que se iba a correr, Zeus no quiso sacarla, así que Apolo terminó soltando la semilla dentro de su boquita mamona.
La leche escapó de sus labios chorreando toda la verga hasta los huevos. Apolo recogió un poco de su semen y lo saboreó. Metió ese mismo dedo por la boca a Zeus compartiendo leche y le sonrió aplaudiendo lo guarro que era. Zeus le confesó que sí, mucho y a mucha honra. Saboreando esa lefa, Zeus pensó que todo había acabado, pero el repartidor todavía tenía algo que darle.
Zeus estaba de pie, con el rabo largo que tenía colgando entre las piernas. Apolo se fijó. Estaba rico y apuntaba maneras. Sin decirle nada, se inclinó en el sofá, se lo levantó con los nudillos de los dedos de la mano y se lo metió en la boca. La cosa se puso dura y la mamada duró más de la cuenta, porque al descubrir el tamaño de ese pollón, Apolo se puso cachondo y cómodo para mamársela bien.
Vaya rabo largo, como una baguette. Se la metió dentro hasta atragantarse, hasta que se le salieron las lágrimas. Sacó pecho y le animó a correrse en el lugar que se había dado cuenta que le gustaba más que nada, su boquita y sus pectorales. Conla boca abierta, la lengua por fuera, diciéndole a Zeus «dame, dame, dameee…«, Zeus le plantó la leche en la lengua, deslizándose por ella hasta su torso.
Haciendo gorgoritos, Apolo recogió con el puño el semen que había caído para relamerlo. Lo escupió todo encima de su pectoral izquierdo bien fornido y se relamió los dedos. Se quedaron de pie, comparando sus largas pollazas corridas. Apolo palmeó la de Zeus admirando su tamaño y su longitud. Era preciosa. Zeus se despidió de él deseando que pronto le trajera otro paquete. Apolo lo dio por hecho, eso esperaba.