Franklin Acevedo penetra a fondo y sin condón el precioso culito tragón de Alfonso Osnaya | Fucker Mate

Temptation fruit

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Y la serpiente tentó a Adán con una manzana, más Adán, igual que Eva, prefería otro fruto prohibido del paraíso mucho más tentador, la banana, larga, de proporciones perfectas, perfecta para degustar metiéndosela por la boca y para gozarla con su piel puesta, introduciéndola por agujeros para los que no estaba creada. Y Alfonso Osnaya vio el pollón grande de Franklin Acevedo, más grande incluso que una banana, soltó la manzana que tenía en la mano, gateó sobre la mesa dirigiéndose hacia el otro lado, se inclinó y se atragantó con el otro fruto prohibido.

Tras unas caladas en que se dejó el aliento, la gigantesca polla le miró de frente, inclinada hacia arriba, potente, larguísima, dura como una roca, cilimbreando al viento, con un cipote descomunal. Se lo metió en la boca y lo gozó en todo su esplendor atrapándolo entre sus labios, sintiendo su textura y su calor adorando su paladar, el peso sobre su lengua.

El capullo ya le dejaba repleta la boca de gusto de macho, pero se obligó a mamar más a fondo tragando más trozo de rabo cada vez, hasta sentir cómo tocaba fondo en el fondo de su garganta y ya no podía tragar más. Entonces se la sacaba de la boca y exhalaba el aliento mirando a Frank con ojos de enamorado, llorosos de vicio y los morros empapados en sus babas.

Había perdido ya los calzones y estaba mamando a cuatro patas sobre la mesa. Del gusto, las piernas se le iban separando, perdiendo su fuerza, tenía la polla erecta y los cojones le colgaban entre las piernas. Se volteó y dejó caer la cabeza por el borde, acto que aprovechó Franklin para penetrarle esa boquita mamona y nutrirle de polla. Alfonso la degustó y notó cómo penetraba su orificio bucal sin darle opción. Ahora era Frank el que entraba hasta donde él quería. Franklin se fijó en el pollote erecto del chaval, se inclinó y se lo comió a fondo, hasta los cojones.

Donde antes tenía la cabeza, le puso el culito y le hizo la triple comida, paseando su lengua por el rabo duro, succionádnole una a una las pelotas, un buen ratito dentro de su boca, para acabar relamiendo la raja de su culo y penetrar levemente su apretadito agujero con la punta de la lengua. Por si en ese ratito se le había rebajado y secado un poco, Alfonso bajó a chupársela para dejarla bien preparada. Esta vez se la mamó mirando hacia arriba, que Franklin viera lo grande que la tenía y lo mucho que le gustaba a chicos como él abrir la boca a tope para recibir esos miembros descomunales.

Culito de nuevo al borde de la mesa, abierto de par en par. El cipote encajó perfecto, húmedo y resbaladizo. Durante un par de segundos Franklin se debatió entre si ir poco a poco o darle duro. Hizo lo segundo. Le metió toda la polla dentro sin condón. Veintitrés centímetros de fruto prohibido, largo, grande y gordo deslizándose por el interior de apetitoso ano.

El gemidito de Alfonso al sentir toda esa polla dentro de él no tardó en llegar y de nuevo las piernas perdieron su fuerza, las rodillas se deslizaron hacia afuera dejándole el culo más abierto, permitiendo que Frank se lo pudiera follar con más facilidad. Sus piececitos, apoyados en el interior de los muslos de Frank, no paraban de bailar al ritmo de la follada. El falo entraba potente por su ojete, dejándole el agujero más grande que ningún otro hombre le hubiera hecho antes.

Sólo un hombre como él, tan bien armado, podía hacerle mecerse sobre la mesa como él lo estaba haciendo, galopando como un jinete a lomos de un caballo cada vez que le embestía con su majestuosa pollaza. El poco dolor que podía sentir ya, se convirtió en un puñetero gusto. Se dejó caer de bruces sobre la mesa y lo disfrutó de pleno, gozando ya no sólo con lo que le hacía sentir esa poderosa tranca penetrando su cuerpo, sino aguzando el sentido del oído para escuchar cómo los cojones de ese macho le azotaban la parte baja del trasero.

Entraba como un guante. Lo supo cuando se abrió de piernas bocarriba sobre la mesa y él le volvió a penetrar. Durante unos instantes se volvió loco y, sin pensar en nada más, se dedicó a follar a saco dándose placer a la polla, insertándola por ese agujero tragón a toda hostia y sin contemplaciones. Llegó un rato de calma. Franklin se sentó en el sofá que había justo detrás e invitó a Alfonso a cabalgar de verdad, como un auténtico vaquero.

Vaya que si cabalgó, divirtiéndose como un enano. Se zampó el pollón por el culo y lo pajeó saltando sobre sus muslos. Primero dándole la espalda y luego mirándole frente a frente, no hubo lugar para el descanso, porque cuando él dejaba de cabalgar sobre sus piernas, Frank le enculaba desde abajo metiéndole una buena follada. Luego, con el culete en el reposabrazos, viendo cómo Frank exploraba el interior de su culo una vez más, Alfonso se agarró la polla y se la peló, dejándose un buen charco de lefa encima.

La serpiente siempre hablaba del fruto prohibido, pero nunca de la bebida prohibida, esa que nacía de los cojones de un hombre y que servía tanto para crear vida como para dibujar la belleza sobre lugares para los que no estaba destinada. Como la carita de Alfonso. No fue para crear vida, sino por darse el gusto. Alfonso la apoyó en el reposabrazos. El pollón de Franklin sobre él, enorme, pajeado. De pronto vio cómo lo inclinaba, soltaba un profundo gemido y un lefazo salía disparado hacia su hombro izquierdo, más leche brotando de la raja de su cipote, blanca, espesita, caliente, depositándose sobre su cara, sobre su pelo. Alfonso le encontró el punto y puso la boquita justo debajo de esa fuente de esperma, degustando cada lingote que caía dentro.

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@ fotos por Oscar Mishima

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