Jackson Radiz disfruta de la larguísima pollaca de Abel Sanztin sin condón | Fucker Mate

Fancied encounter

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Se pasó la mañana mirando por la ventana y tocándose el paquete, esperando a que apareciera su hombre ideal. El tipo de Jackson Radiz era el de un chaval delgado y con la polla bien larga. Encontró en Abel Sanztin el súmum de sus más ocultas fantasías. Le encantaba llevarse a la boca una buena verga bien grande y larga, darle amor entre sus labios haciéndola crecer aún más y su corazón se llenaba de gracia cuando la soltaba de su boca y la veía caer gigantesca, rebotando y colgando entre las piernas de un tio.

Él nunca había sido como los otros chicos del instituto, que por honor y para proteger su masculinidad, no reconocían cuando un semejante era más guapo o estaba más dotado, si bien en los vestuarios solían desmadrarse y salían a relucir todas las verdades, poniendo el mote de «tres patas» a cualquiera que la tuviera tan larga como para llamar su atención.

No, Jackson sabía reconocer lo bueno en los demás. Agarró la larga picha de Abel, la pajeó y miró a los ojos de su amado con gratitud, agradeciendo que le diera a probar de esa enorme polla. Una lanza hermosa, envuelta ahora en sus babas, con un cipote que destacaba sobremanera, grandote, con una forma preciosa que lo único que conseguía era abrir aún más el apetito de cualquiera que tuviera el valor de mirarlo frente a frente a un palmo de las narices.

Tras intentar tragarse la pija unas cuantas veces, se sintió preparado para que Abel le follara la boquita con la cabeza colgando hacia atrás en el borde de la cama. Algunos llamaban a eso gag the fag, pero su traducción al castellano se le hacía a Jackson demasiado bruta y obsoleta. Prefería decir que le gustaba que le follaran la boquita hasta dejarle sin respiración con toda la polla deslizándose por su garganta.

Pasaba de chupar polla y pajear a internar su cabecita entre las piernas de Abel succionándole los dos huevos, primero uno y luego otro. Los tenía bien pegaditos a la base de la polla. Prefería a los tios a los que le colgaban demasié, pero estos recogiditos también tenían su aquel, pues le permitían sacar todas sus dotes de mamón y poner en práctica la habilidad de sus labios atrapando huevos y desplazarlos de su zona de confort para mirar con buenos ojos cómo recuperaban el lugar para el que fueron creados.

Se tumbó en la cama y se abrió de piernas. Jackson tenía un culazo para perder el sentido. Redondito y perfecto, con una raja decorada con un ojete maravilloso, cerradito y acogedor, rodeado por algunos pelitos. La de heteros que se había llevado a la cama porque veían en él el coñito perfecto pero sin labios. Cuántos tios habían perdido el sentido ahí abajo, sacando la lengua, relamiendo su ojal, intentando penetrar sus profundidades con la punta mientras sus enormes pollas se ponían a tono preparándose para el espectáculo.

La lengua húmeda y caliente de Abel no paró de salir y entrar por su boca lamiendo el ojete. Probó con un dedito. Apenas pudo sumergir la yema y ya se dio cuenta de que meterle la tranca por el culo iba a ser una locura insana por lo apretado que era el hueco. Se lo trabajó un poco más, puso a cuatro patas a Jackson gozando de las vistas de ese culazo redondo y blanquito y le metió la pija a pelo lentamente hasta que tuvo el valor para empezar a follárselo por detrás.

Estaba apretadísimo, algo que le puso a Abel la polla tan dura como una roca a medida que lo iba penetrando. No había nada mejor que una sacudida de emociones para ponerte a tono. Ese culete malvado rechazó su polla dos veces. demasiado grande para él, pero a la tercera fue la vencida y se la tragó toda como un buen nene. Ahí toda entera, veinticuatro centímetros de falo clavándose a fuego dentro de él.

Los culitos así de exigentes y maleables le ponían bien cachondo. Cada vez podísa sacarla y meterla mejor gracias a que Jackson empezaba a entender que su polla no era la enemiga, sino su más íntima amiguita. Su agujero ya se estaba acostumbrando al tamaño del enorme rabo que se lo estaba trajinando. Abel se sentó en la cama. Jackson se sentó a su vez encima de sus piernas atravesado por su enorme polla.

Saltó sobre ella y se dejó caer sobre Abel. Tenían sus caras frente a frente. Se miraban con deseo y todavía con algo de vergüenza las mejillas, la barba, la nariz, los ojos, sentían el aliento del uno sobre el otro, agitados. Todo contaba para sentir la llamada del deseo. Las mejillas de Jackson estaban llenas de rubor. El tio estaba cachondo perdido. Alargó un brazo hacia atrás, se llenó la mano con la polla todo lo larga qe era y la condujo de nuevo hacia el interior de su caliente agujero para clavársela entera y gozarla.

Ningún tio le había rellenado el culito así antes. Se dio la vuelta y siguió saltando sobre era verga, pajeándola con gusto con su adorable ano. Se inclinó para ver lo bien que se le metía dentro del culo y lo que vi le pareció maravilloso. En primer plano estaba su propio rabo, todo tieso, casi veinte centímmetros de polla saltando alegremente a cada salto. De fondo, los huevos de ese machote y su larga barra de carne atravesándole por dentro.

Las vistas de Abel no eran menos sugerentes. Estaba hipnotizado observando como un culazo perfecto le bombeaba toda la polla. La hora de deslechar estaba cerca, pero antes le tumbó bocarriba sobre la camita y se lo folló. Jackson no retiró esos ojazos brillantes de los suyos mientras se cascaba una paja. Parecía como si estuviera buscando ese punto dulce en algún gesto o zona del cuerpo de Abel que le animara a soltar la leche. Entonces una flecha de amor impactó sobre su corazón y nació en su frente ese gesto arrugado de súplica que los tios conocemos tan bien.

Cerró los ojos, echó la cabeza hacia atrás, soltó un profundo gemido y se corrió encima. Abel sacó la larguísima tranca de su culo, se la pajeó encima de su cuerpo y se corrió sobre su ombligo, sobre su polla, sobre sus huevos. Llovía sobre mojado. Jackson recogió esa primera leche con los dedos y se llevó la mano al culo mojando su agujero con los mecos. Abel comprendió lo que quería y le encajó la polla todavía durísima por el ojete, más suave y deslizante que nunca.

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@ fotos por Oscar Mishima

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