Fue amor a primera vista en el Boyberry Barcelona. Viktor Rom se aseguró de guardar distancias con Tonyx, las justas para poder verle bajar las escaleras y admirar su fonido cuerpazo. Primero se fijó en la forma del culazo en los calzones blancos. Luego, cuando lo tuvo frente a frente, no pudo resistirse a todos sus encantos. Atractivo, con una bonita sonrisa, musculoso y encantador.
Alargó el brazo y le rozó los pectorales con la mano. Estaba fuertaco el cabrón, más fuerte que el vinagre. Mira que Viktor ya iba con la polla bien amorcillada bajo esos gayumbos marca de la casa que se había ganado a pulso como cliente asiduo apropiándose de culos por todos sus rincones, pero tener tan cerca a ese chulazo, casi provocó que le reventara la huevera.
Se fundieron en un beso y Viktor hizo un gesto mirando para abajo, hacia su paquete, para que Tony viera lo dura que se le estaba poniendo gracias a él. Para bien o para mal, los hombres no podemos disimular que otra persona nos gusta. Nuestra polla es un indicador fiable, una máquina de la verdad que nunca miente. Tony se mostró agradecido y le echó mano al paquete.
Antes de darle mango, Viktor sucumbió al encanto de sus axilas. Que le gustaba a él esnifar y lamer los sobacos de un tio musculoso con fuertes biceps. A falta de uno, le lamió los dos, se puso contra la pared, se sacó la polla, que ya la tenía más dura que una roca y Tony bajó a comérsela. Jodidamente grande y gorda, apenas le cabía dentro de la boca.
Menudo pollón. Ya solo el cipote conseguía rellenarle por dentro. Era tan gruesa que apenas podía rodear el cipote con sus labios. De hecho su labio superior tenía una lucha encarnizada con el pellejo del rabo. Encontró la forma de mamar más trozo de rabo. Un hombre siempre encuentra la forma cuando tiene hambre. Así, así, cuando más chupaba, cuantas más babas le dejaba encima, más fácil era, más camino podía recorrer.
Qué polla más grande y dura. El ciruelo presionaba su garganta intentando colarse por ella, pero le daba que eso iba a ser imposible. Haberse metido la mitad del rabo ya fue una proeza. Viktor se levantó la polla contra el estómago y le puso a comer huevo. Sentir las caricias de su lengua y sus labios sobre la sensible superficie de la bolsa de sus cojones, fue una experiencia única que le hizo gemir de gusto y poner los ojos en blanco.
Cuando Tony hizo un descanso, vio cómo le miró y se limpió las babas de los morros con la mano. Era increíble cómo una mirada y un gesto podían ponerle tan cachondo. Viktor agarró sus calzones y le ayudó a limpiarse la boquita con ellos. Olían a rabo y a sexo. Joder qué ganas le tenía. La pirula ya la tenía tiesa apuntando hacia arriba, a punto de reventar de gusto.
Tonyx llevaba los gayumbos bajados por la parte de atrás, dejando a la vista un portentoso culazo tan musculoso como el resto de su cuerpo y muy blanquito. Al verlo de frente, Viktor se volvió loco. Plantó las manos en sus nalgas, bufó del puto gusto y se dispuso a comérselo bien comido, sumergiendo el hocico en su raja, penetrándole el amplio ojete con la lengua, escupiéndole en el agujero, observando cómo dilataba y latía respondiendo al contacto.
El festín estaba servido pero Viktor aún tenía mejores ideas para comerse los mejores culos como ese. Se tumbó y dejó que Tony se sentara sobre su cara. No había mejores vistas que las de ver venir a un tio sentándote sobre tu cara, ver sus cojones, su rabo, sentirlos sobre la nariz, sobre tu frente, la raja de su culo a un tiro de sacada de lengua.
Se pajeó duro mientras tuvo todo su sexo encima. Estaba riquísimo. Ese chulo se merecía la mejor de las penetraciones. La mirada de Tonyx era viciosa a la par que retadora, con esa media sonrisa en su cara que le hacía tan atractivo e irresistible. Se colocó de lado, pasando y adelantando una pierna sobre la otra, dejando su culo abierto a la vez que apretado. Viktor entró a por todas y pudo sentir toda su erección bien adentro.
Ahora era Tony el que gemía de placer y echaba la cabeza hacia atrás intentando enfrentarse a solas a esa mezcla de dolor y gusto tan intensas. Tras acostumbrarse al tamaño de ese enorme rabo, se sentó sobre las piernas de Viktor y se lo clavó a pelo, saltó sobre él y le metió una buena paja, apretadita, suculenta, a fuego lento. A Viktor le gustó tanto la sensación de su pene tan apretado que plantó los pies en el colchón, dobló las rodillas y le jodió el ojal culeándole desde abajo a toda máquina.
Le dio tan duro que Tony acabó sacándola de su agujero, dolorido. Lanzó una sonrisa picarona a Viktor, dándole a entender que la tenía demasiado grande y no estaba midiendo sus fuerzas, se estaba dejando llevar por sus sentimientos. Pero era eso precisamente lo que a Tonyx le volvía loco de un hombre en la cama, el descontrol, el vicio.
Se puso bocarriba, elevó las piernas y le entregó su culo de nuevo para que se lo follara sin condón. Viktor se puso delante de él, de pie, meneó el rabaco de lado a lado para que viera lo grande y dura que se la había puesto y tras alardear de rabo grande, cogió a Tony de los muslos, lo acercó a él, se puso de rodillas y le enchufó la figa.
Para los dos fue una postura tremenda, de esas de aguantarse las ganas de correrse antes de tiempo. Tony tenía a Viktor de frente, dándolo todo, su fornido torso musculoso, sus brazos fuertes agarrándole las piernas para mantenerle abierto. Viktor tenía a ese chulazo a tiro de vista, entregándose a él, su cara guapa, su sonrisa, su cuerpo masculino y tan deseable.
Jaleó a Tony mientras este se la estaba cascando y durante su eyaculación, cuando empezó a disparar lefa sobre su propio cuerpo, primero unos chorrazos directos a sus pectorales, luego otro tan cargado que sobrevoló su hombro y acabó en el colchón. Fue un placer para Viktor relamerle las sobras, pasear la lengua por esos pectorales, por esos abdominales llenos de leche.
Con los morros mojados, acudió a su boca y compartieron unos besitos de lo más dulces. Haciendo una peligrosa marcha atrás, Viktor lo penetró hasta llegar a su límite. Soltando unos gritos desgarradores, prometiéndole que ahí iba la leche, empezó a soltar lefa por la polla. Tonyx se la fue esparciendo por el abdómen a medida que caía, como si fuera crema hidratante. Viktor se enamoró de nuevo de su sonrisa. Le ponía tan cachondo que estaba seguro de que su polla no se rebajaría y que, si él quería, podrían marcarse una segunda ronda.
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@ fotos por Oscar Mishima