Qué tenía ese chico brasileño que le ponía tan tierno. Valentino Sistor intentó averiguarlo con él frente a frente. Colocó sus manos a cada lado de la carita guapa de Igor Lucios, le rozó la prominente barba con los dedos y se acercó besando sus labios, mordisqueando suavemente el inferior, respirando el aroma de deseo que escapaba por su boca como un dulce aliento, bajando por su cuerpazo musculoso con el pechote peludo y los abdominales marcados.
Por qué tenía que estar tan bueno. Se entretuvo relamiéndole el pezóna la vez que miraba hacia arriba, a sus ojazos bonitos y penetrantes. Dios, qué guapo era. Subió de nuevo a probar de esa boquita y esta vez se dieron un buen morreo con lengua. Que se deseaban mutuamente no cabía duda. Valentino se acercó bien, juntando su torso al de esa belleza de chaval, sintiendo toda su musculatura rozándose contra su cuerpo caliente.
Le relamió sacando la lengua y probando su cuerpo desde la cintura hasta la boca en un lametón contínuo y sin cortes antes de agacharse y sacarle la verga como si se la estuviera sacando para ayudarle a mear, destapando el lateral de los calzones. La sorpresa que se llevó fue mayúscula. La tenía larga, muy larga y además gordísima. Todavía la tenía morcillona y ya estaba teniendo problemas para metérsela toda dentro de la boca.
Menudo falo tenía el colega. Robusto, fuerte como un roble, con el pellejo recubriendo su glande casi por completo, pero a la vez destacando su forma, un cilindro descomunal que despertó su hambre y acabó tragándose hasta las pelotas. Y no solo eso. Igor le cogió la cabeza con ambas manos y dirigió la mamada o más bien la follada, porque le reventó la boca a pollazos y en cada uno se la metió hasta los huevos.
Valentino estaba hecho todo un tragabolas. Era increíble cómo podía llegar a meterse toda una tranca así de imponente por la boca, veintiún centímetros bien formados de rabo todos para él. Esa le costó un poco los últimos centímetros porque era realmente gordísima, pero en cuanto le hizo hueco en el fondo de su garganta, el cabrón se quedó bizco mirándole los pelos de la base y con las bolas del brasileño apretadas contra su barbilla.
Cuanto más practicaba, cuanto más mojada se la dejaba, ayudado de Igor que de vez en cuando bajaba a escupirle dentro de la boca para darle lube, mejor entraba. Igor le metía toda la polla hasta el fondo y los pelazos negros del bigote de Valentino terminaban por confundirse con los pelos de la base de la polla de Igor. Unos pollazos sobre la cara de ese mamón par que le quedara claro quién mandaba y vuelta a empezar.
Mientras Igor se sentaba en el sofá y se aprovechaba de su culo dedeándole el ojete, él se quedó a cuatro patas mamándosela. Valentino empezaba a entender por qué ese chico le gustaba tanto hasta el punto de entregarse a él por completo y hacer cosas impensables. Indudablemente su cuerpazo y su excelente pollón tenían mucho que ver, pero era su carita lo que le ponía tierno, esa mirada profunda bajo sus cejas y un detalle que le volvía especialmente loco, su media sonrisa, la más bonita que había visto en su vida.
Lo mejor es que se la lanzaba en cualquier momento y eso le ponía cachondísimo. Le gustaba cuando lo hacía mientras le jalaba toda la polla o le comía los huevos. Igor no estaba acostumbrado a que los chicos se tragaran su polla al completo. Lo de Valentino era demencial. Había entrado de lleno en el juego y ya era rara la vez que se metía la polla dentro de la boca y no se la jalaba entera e incluso se quedaba un ratito con ella dentro, consiguiendo poner en un serio aprieto a Igor, que terminaba revolviéndose en el asiento y respiraba hondo, echando la cabeza hacia atrás y dejando los ojos en blanco reprimiendo el gusto de meterle toda la leche dentro.
¿Y si…? No se lo preguntó. Lo hizo. Tumbó a Valentino bocarriba en uno de los cojines grandes, dejándole la cabeza justo en el borde. Igor se puso encima de él al contrario y le metió un gag the fag follándole la boquita. Para los dos fue de un gusto tremendo esa postura, sobre todo para Valentino, que se estaba poniendo las botas con la entrepierna de ese chulazo a un palmo de la cara.
La pollaza paseando por su carita, rozándole antes de introducírsela por la boca, los huevos masajeándole la frente, aplastados contra su bigote, taponándole la nariz. Cuando Igor no le estaba empalando la garganta, aprovechaba para sacar la lengua, cojerle los cojones uno a uno y succionárselos haciéndole una buena comida de huevos mientras su nariz rozaba la raja de ese estupendo culete redondo y blanquito que tenía encima.
La folladita fue bestial. El rabo completamente encajado dentro. Muestra de ello eran los huevazos, aplastados contra los morros de Valentino, que se quedó con la cara roja y las venas hinchadas aguantando la respiración. Valentino no encontró una mejor forma de empezar con ese tio que sentarle en el sofá y cabalgarle el rabo. Le apetecía tenerlo enfrente, mirar su carita guapa y seductora mientras le pajeaba la polla con el culo. Quería ver su respuesta cuando tuviera un rabo rebozándose por sus marcados abdominales.
No contaba con que una postura tan trillada como estar a cuatro patas arrodillado en el cojín donde le folló la boca, iba a dar tanto de sí y le iba a dejar tan marcado. Las embestidas de Igor fueron apoteósicas. La tenía tan gorda y tan grande que los empoderamientos de sus caderas iban acordes a ese tamaño. Habiendo visto lo tragón que era, Igor pensó que su culo sería igual, así que se lo zumbó sin condescendencia buscando sacar y meter la pollaca entera, estampándole los huevos una y otra vez en la raja del culo.
La mesa de la cocina marcó el punto y final de su relación amorosa, al menos por esa mañana en la que los dos se habían levantado con muchas ganas uno del otro. Valentino se tumbó encima de la mesa con el culo al borde para que Igor le atravesara con su herramienta sin condón. En todo momento Valentino fue buscando la mirada de Igor. Se pajeó duro buscando esa complicidad, ese detalle que le hiciera click en su cabeza y le invitara a correrse.
Pero había demasiados detalles que le gustaban, tantos que empezaron a concentrarse en su cabeza, el diablillo hablándole desde el hombro izquierdo. Las cejas de Igor, el semblante de su cara concentrado en follarle duro, su boquita, la barba, sus fuertes biceps, los fornidos brazos agarrándole de los muslos para abrirle de piernas, su torso musculado en plena acción, la fuerza de sus embestidas.
Todo eso se agolpó de repente en algún lugar detrás de su nuca, se le puso durísima y se arqueó soltando leche y corriéndose encima. Igor se la siguió metiendo. Estaba sudando ya. Al sacársela del culo parecía un tio que buscaba correrse buscando dónde, porque estaba a punto. Con un excelente dominio sobre su eyaculación, llegó hasta el sofá, se sentó y se puso a pajeársela, buscando que Valentino se pusiera de rodillas a su lado y la cabecita pegada a su torso cerquita del rabo.
Igor se la peló a saco con la diestra. De nuevo esa media sonrisa arrebatadora. Valentino estaba más que preparado para recibir. Notó la mano de Igor sobre su hombro. Ya venía. Un tímido lechote saltó de la polla para caer sobre su boca. Apenas le había dado tiempo a verlo venir cuando el cabrón le soltó un generoso lechazo bien cargado sobre la jeta, dejándole toda la barba de la parte derecha de la cara cubierta con su semen. A ese trallazo le siguieron otros dos más, uno a punto de dejarle ciego y otro casi de dejarle sordo, porque se lo lanzó por detrás de la oreja.
Menudo lechero. Valentino le cogió esa pollaca gorda, preciosa y ahora recién ordeñada y se la zampó para saborearle y tragarse todos sus deliciosos mecos. Subió para compartirlos con Igor. Besitos dulces y resbaladizos entre los dos. Labios mojados, lenguas que iban buscando néctar, apretones con los labios en las zonas más cargadas de leche y que se levantaban pegajosos de los pelos de sus barbas dejando un poso de amor de hombre.