No podía creerlo. Cuando Gianni Maggio se dispuso a comerle los pinreles, Dani Brown se fijó en que algo le colgaba por la pernera de los pantalones cortos de color blanco, algo que se mecía entre sus piernas y levantaba la tela a cada mazazo. No fue hasta que Gianni se echó mano al paquete hasta que tuvo que creer en lo que estaba viendo, una polla de semental de dimensiones épicas dispuesta a ser descubierta.
Desde entonces, mientras Gianni se movía por la habitación encontrando el mejor lugar para empezar a darle de comer, no pudo quitar ojo de su entrepierna. Gianni se agarró la chorra por encima de los pantalones estrujándosela con la mano, meneándosela, dejando claro que lo que guardaba ahí debajo era inmenso y emocionante. Dani se colocó delante de él de rodillas, le bajó los pantaloncitos aferrándose a ellos a cada lado y el alucinante pollón larguísimo, fornido e impresionante salió a su encuentro recibiéndole con un saludo.
El rabaco todavía estaba semi rígido y era tan grande que se había curvado hacia abajo ligeramente. Lo agarró con una mano y sin más miramientos se lo metió dentro de la boca degustando su tamaño y su sabor. Empezó a mamar y la sonrisa de su cara demudó en un rostro de admiración por esa verga. No se había tragado ni la mitad cuando comprendió que sería imposible deglutirla entera, así que la rezó juntando las dos manitas a cada lado, pajeeando suavemente el pedazo de rabo que no podía amasar con sus labios.
Con lo que no contaba fue con que la polla se fuera poniendo más dura y con ello se tornara aún más larga y gruesa. Tras una decena de caladas, ya apenas le cabía por la boca con facilidad un tercio del nabo, el resto era un pollón gigantesco y venoso que sólo pudo probar cuando se le rebajaba un poquito o cuando Gianni le arreaba una paliza dándole con la chorra en toda la jeta para que comprendiera lo fuerte y grande que la tenía.
En la silla de mimbre donde ahora se la estaba chupando a Gianni, también se dio cuenta de que esos dildos largos y enormes que veía en las tiendas de sexo, no eran obras salidas de la mente de algún pervertido, sino que se inspiraban en la realidad. Él tenía delante uno de esos, pero calentito y este era de verdad. Lo apresó fuerte por la base y lo cilimbreó poniéndolo recto, observando cada uno de sus movimientos. Ciertamente con sus babas encima era tan reluciente y majestuoso que parecía de goma.
Como si creyera que el impulso y la fuerza a aplicar en una paja estuvieran relacinados con el tamaño de la polla que uno sostenía entre sus manos, Dani aplicó una fuerza desmedida para pelársela a Gianni, antes de que este le pusiera mirando hacia el respaldo de la sillita de mimbre con el culito hacia afuera. Mientras le comía el ojete metiendo por la raja todo el morro y raspándole con la barba, notó el pollón rozándose contra sus pies.
Le hizo un hueco entre ellos con el empeine. Al darse cuenta de lo que pretendía el chaval, Gianni se la colocó entre los pies y se los empezó a follar. Se puso de pie y le presentó a su ojete todo el poderoso pene. El glande llegó a rozar el agujero de entrada, pero estaba tan húmedo y caliente que resbaló hacia abajo. Gianni la recondujo metiéndole el cipote y fue empujando poco a poco hasta que no tuvo la paciencia necesaria, se inclinó hacia adelante, apoyando las manos en la espalda de Dani y con bastante maña le clavó por el culo sus veinticuatro centímetros de polla armada.
Ese culito estaba super apretado, pero casi ni se quejó. Gianni la tenía tan dura que no necesitó manos para reconducirla de nuevo hacia la entrada cada vez que se la sacaba. Le gustaban apretaditos, pero no tanto, por lo que su táctica era sacarla, deslizar el pollón entre las piernas del chico, justo por el hueco entre los muslos rozándole la base de los huevecillos, una zona muy delicada que hacía que todos los hombres relajaran el ojete al instante. Entonces aprovechaba y se la calzaba de nuevo sin condón.
Musculoso y con una potencia inigualable, Gianni era una máquina de follar que ponía cada uno de sus músculos y cada parte de su cuerpo al servicio de la fornicación. El poder de su precioso culo, sus piernacas con unos muslazos fuertes, la energía de un torso que marcaba abdominales y unos pectorales prominentes a lols que daba gusto agarrarse cuando te lo montabas.
Como si casi veinticinco centímetros de rabo no fueran suficientes para él, Dani culeó hacia atrás tragando polla por el culo, así que se buscó un reto mayor, sentarse sobre las piernas de ese semental, cogerle la tranca y empalarse encima de ella pajeándola entre sus nalgas arreándole de lo lindo con fuerza y unos saltos de altura para cubrir el exagerado tamaño de semejante verga.
Sin salir del interior de su cuerpo, Gianni se levantó del sofá y siguió arreando duro a Dani que como pudo se apoyó en el suelo con las manos en posición inversa de carretilla. Cuando las fuerzas le vencieron, regresaron al sofá y cerdearon en varias posturas. De nuevo cabalgando sobre su nardo, tumbado bocabajo con las piernas juntitas para sentir mucho más cómo le abría el ojete con esa pollaza y finalmente bocarriba, abierto de piernas, dejando que su fornido macho se inclinase encima de él y lo diera todo.
Fue con esa postura con la que Gianni remató la faena. Se sacó la pija, se la pajeó fuerte y comenzó a disparar chorrazos de lefa sobre el torso de Dani, que se relamía cada vez que veía el semen propulsado por esa polla y estampándose sobre su cuerpo. La eyaculación de Gianni fue feroz y prolongada. El tiarrón estaba super excitado. Una vez terminó de correrse, paseó la chorra todo lo larga, grander y venosa que era por los muslos, por los huevos, por el rabo de Dani, por la planta de sus pies. Le cogió los dos y le hizo pajeársela de nuevo, sintiendo cómo una última dósis de esperma que había quedado atrapada, escapaba por fin por la raja de la punta de su cipote.
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@ fotos por Oscar Mishima