Fingían ser adultos, pero Joey Mills y Jake Preston todavía eran esos adolescentes cabrones que se metían en los baños para hacer dibujitos de pollas por las paredes y las puertas, cuanto más grandes y con mejores huevos y sacando más leche mejor. Allá donde iba la novia de Joey, iba su coleguita Jake, siempre de la mano los tres. Ni ella ni el amigo sabían el motivo exacto por el que tenían que estar siempre juntos, pero Joey sí lo sabía. Le gustaba su novia en el sentido romántico, pero también le gustaba comer pollas, así que no podía decidirse y así acababan, con sesiones de cine en casa compartiendo sofá para tres.
En lo más interesante de la peli, Jake se fue a la cocina a coger una lata de snacks, de las grandes, que él tenía una buena polla y no le cabía dentro de cualquier envase. Le quitó la base y metió el rabo morcillón. Se dirigió al sofá e invitó a su amigo a comerse una patatita. Al levantar la tapa se encontró con la sorpresa, todo el rabo bien grande ahí para jalar.
Joey miró a su novia, Jake le hizo un gesto con la cabeza para que no se preocupara, que ella estaba interesada en la trama. Y si les pillaba, ¿qué había de malo en que su novio no parara de meter y sacar la mano por la lata? Ella creería que tenía hambre y en realidad en cierta forma era cierto, pero no de snacks, sino de rabo. Lo malo es que Jake no sabía reprimir el gusto que sentía y al tener la mano de su colega pajeándole el nardo, sus gemidos no pasaron desapercibidos para la chica, que le miró extrañada.
Jake se fue un momento al baño. Joey levantó la tapa mirando hacia el agujero y unas gotas de leche le cayeron encima. El cabrón se había corrido dentro. Jake ya no sabía qué hacer el pobre. Ni una ducha con agua fría consiguió rebajarle la polla, que seguía ahí bien dura y grande. Como para volver al sofá con todo eso marcándose en la entrepierna.
Echó un vistazo por la puerta. Aprovechó que ella estaba con la cabeza apoyada sobre el regazo de Joey para acercarse por detrás del sofá y darle rabo a su amigo, que se giró para comerle la verga. Cómo le gustaba que se la empapase bien en saliva, que se a despellejara a bocados tragándose todo ese pirulón largo y bien gordo que alimentaba.
Hasta los huevos. Y una vez la polla dentro de la boca toda entera, Joey sacó la lengua y le masajeó la bolsa de los cojones. El morbo estaba servido, pero eso de tener que reprimir lo que sentían les estaba empezando a pasar factura. Joey puso como excusa que se iba a preparar unas palomitas al microondas para poder irse con Jake a la cocina. Allí se puso de rodillas, tiró de los pantalones vaqueros de su colega hacia abajo y flipó con el bailecito de su polla ante su jeta. Estaba dotadísimo.
También se fijó en sus piernas, ya casi las de todo un hombrecito, fuertes y peluditas. Le comió el tronco con mucho gusto, consiguiendo que a Jake se le sonrojaran las mejillas. La peli había acabado y ella se fue a por algo, se lo dijo a Jake, pero este no estaba para escuchar nada, porque toda la atención la tenía Joey que estaba parapetado bajo la encimera de la cocina chupándole la polla.
Se fueron al sofá. Joey se puso a cuatro patas, su amigo detrás de él de rodillas, le dio un repasito con todo el rabo por la raja del culo y se la metió por detrás, sin condón. Cuanto más la metía, más a gusto se sentía Jake, más cómodo, con más ganas de empotrar. Tan jovencito y tan experimentado. Su flequillo rubio subía y bajaba sobre su frente cada vez que la metía.
Le hizo la cucharita a Joey sobre el sofá, los dos juntitos, amándose, follándole a pelo ese culito tan apretado, demasiado ajustado para una polla tan grande. Ese culito tan bonito y suave azotando de lo lindo. Abrió de piernas a Joey sobre los asientos y le reventó el ojete a pollazos. Joey también tenía una buena cigala. Se le puso dura en el transcurso de la follada y empezó a rebotarle sobre el vientre, con los dos huevos a cada lado bien marcados.
Joey se cabalgó a su colega, le pajeó la polla con el culo a toda hostia. Se la dejó tan a punto de nieve que Jake tuvo que decirle que parara para poder sacarle el pene, meneárselo y, apuntando con el ciruelo del pijote justo hacia el hueco, se lo dejó con un poso de leche calentita. Se vistieron todo lo rápido que pudieron antes de que llegara ella. Lo más jodido fue meter sus pollones en la huevera de los calzones. Cómo costaba cuando acababs de meterte una buena corrida. Justo a tiempo. Habían sudado un poquito pero hicieron como que no había pasado nada.