Ricky Hard hace una buena mamada al pirulón de Franklin Acevedo y se deja follar a pelo | Fucker Mate

Hard matter

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Era un problema matemático que nunca encontrarías en los libros para resolver. Dos tios en un sofá, con la parte delantera de los calzones formando una buena tienda de campaña. La única forma que Franklin Acevedo y Ricky Hard tenían de solucionar aquello era con una paja a solas o mucho mejor, haciéndolo en compañía. Siempre era mejor compartir los problemas y ese tenía fácil solución.

De rodillas, Ricky bajó los calzones a Frank. Estaba deseando ver qué se ocultaba detrás de ese enorme paquete. Lo que vio le dejó con una sonrisa, un pollón exageradamente grande y grueso que enseguida se apresuró a meterse en la boca. Tenía tantas ganas de probar ese rabo que de primeras intentó metérselo hasta el fondo, obviamente sin conseguirlo.

Pero a cerdo no le ganaba nadie, se veía e su cara de vicioso, en sus mejillas sonrojadas, en esas miradas que lanzaba hacia arriba mientras Franklin paseaba su polla alegremente por encima de esa carita guapa. Volvió a sumergirse ese despampanante y enorme cipote con una buena raja escupeleches que ya le rellenaba la boca entera y lo intentó de nuevo.

No paró hasta que le salieron lágrimas por los ojos. Frank alimentaba sus ganas agarrándose el rabaco y dándole pollazos en la jeta, zarandeando su miembro por encima de su frente, de su nariz, agarrando la cabeza del chaval para que la metiera entre sus piernas y le comiera los huevos, unos cojones tan grandes que cuando Ricky los agarraba con la mano le llenaban la palma entera y sobresalían. Cargaditos de leche.

Franklin cogió asiento en el reposabrazos del sofá. Ricky se quedó desnudito a cuatro patas, mostrando su generoso culazo redondo y blanquito allá al fondo, metiéndose entre las piernas de Franklin para hacerle otra buena mamada. Después de dejarla chorreando de saliba, la dejó suelta. Le impresionó el tamaño de esa gigantesca verga al verla destacar contra el torso de Frank. Era descomunal.

Con un toquecito en el hombro, Frank invitó a Ricky a darse la vuelta. Quería ver ese culito rico. Ricky le dio la espalda subiéndose al sofá, mirando hacia el respaldo y apoyando una rodilla en el reposabrazos. Abrió ligeramente las piernas. Frank le cogió la polla pasando una mano entre sus piernas y se la sacó entre ellas. El cabrón la tenía bien larga. Se la comió y del rabo pasó al culito. Las vistas eran hermosas.

Si no fuera porque ya se había adentrado en lugares más estrechos sin problemas, Frank hubiera pensado que introducir su pedazo de pollón por ese agujero era una tarea imposible. Lo comprobó metiéndole un dedo. El agarre era tremendo, así que no quería ni pensar en lo bien que se lo iba a pasar jodiendo ese culito. Se la metió sin condón por detrás y lo gozó de lo lindo. Un lugar super apretadito, todo un reto, como a él le gustaba.

Llevó a Ricky a otro mundo, en uno en el que sólo podía gemir y acallar su gusto contra el cojín. Frank no paraba de penetrarle, de hacer un agujero a medida por donde esa pedazo de mancuerna pudiera entrar a placer cuando quisiera. Podía notar su enorme porra rozándole los cachetes, el peso de sus cojones cargados estampándose entre las nalgas, sus muslos calientes y poderosos palmeando los suyos cada vez que le empotraba.

Cabalgó esa pollaza haciendo un imposible, dejando caer el peso de su cuerpo para sentirla toda dentro de él. Cuando lo hizo, se agarró fuerte a los muslos de Frank, que empezó a propinarle una firme culeada desde abajo. Ricky abrió la boca, echó la cabeza hacia atrás. No estaba seguro, pero era posible que esa fuera una de las pollas más grandes que le habían metido hasta la fecha.

Volvió a montarse encima de las piernas de Franklin, esta vez dándole la espalda y aprovechando para pajearse la pija mientras se lo follaba. Con todo ese trabuco completando su ojete, Ricky se sacó la leche con mucho gusto. Los lefotes blancos bañándole el puño que no dejaba de masturbársela con toquecitos rápidos. Frank cogió asiento y se la machacó. Ricky se sentó a su lado. Franklin le pasó el brazo por detrás como buenos colegas.

Se besaron hasta que llegó el momento. Cuando Frank empezó a gemir y cerró los ojos, Ricky se agachó hacia su entrepierna abriendo la boca. Justo un segundo antes de correrse, Frank agarró la cabeza del chaval y la dirigió hacia su pene. Llegó a tiempo. Las virutas de leche le mojaron la comisura de la boca y se le metieron dentro. Ricky se quedó sosteniendo la lefa en la lengua, disfrutando de ese momento en que sus morros se bañaban de lechecita rica, con algún pegote en la barba. Con los dedos recogió las sobras y rebañó el plato de comida que le había dejado ese cabrón.

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@ fotos por Oscar Mishima

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