Abel Sanztin penetra a fondo y sin condón el culazo del guaperas brasileiro Fernando | Tim Tales
Durante sus miles de aventuras follariles y por sus bien dotados veinte centímetros de porra bien gruesa, Abel Sanztin estaba acostumbrado a ver el dolor y gusto extremos reflejados en las caras de aquellos a los que se follaba por primera vez, no a que de repente un chavalín brasileño y guaperas como Fernando se tumbara a la bartola con las piernecitas abiertas y sonriera con esa boquita tan deseable como si no le costara que le metieran por el interior del culo semejante tranca.
Canta para mí guapo, que te voy a poner el micro, pareció decirle Abel, que antes de empezar a follárselo le puso a comer rabo. Qué cabrón era chupando polla, lanzándole miraditas, cogiéndole la verga con una sola mano con la que no lograba acaparar todo el rabaco y masturbándola suavemente mientras no paraba de meterse el cipote dentro de la boca.
Buena mano para ordeñar y buen culazo para follar. Abel se permitió el lujo de metérsela a pelete. Era un culo grande, bronceado, redondito, musculoso y ta duro que apenas se meneaba cuando Abel le penetraba metiendo y sacando por su agujero toda su picha. Cómo tragaba. Lo mejor fue descubrir su rabo. Lo hizo cuando Fernando comenzó a cabalgar ensartado en su polla. Miró hacia abajo y vio que un pitorro, no tan voluminoso como el suyo pero sí de la misma longitud, empezaba a crecer, a ponerse duro y a golpearle el torso cada vez que saltaba.
Ese culo no tragaba polla, se la devoraba entera. Besarle mientras lo hacía, fue una gozada. Labios gruesos, ojazos bonitos. Se lo estaba pasando bien. Le gustaban al chavalito las cacharras grandes y firmes. Elegir entre correrse en su cara o en su trasero fue una decisión difícil, pero por suerte la enorme polla de Abel eligió por él cuando lo estaba empotrando a cuatro patas. Un cúmulo de imágenes que le gustaron fueron el detonante. El perfil de la carita de Fernando que miraba de reojo hacia atrás, la visión de ese impresionante culazo, la forma en la que la polla le atravesaba el ojal. Abel no aguantó más y se corrió en la raja del culo, con toda la lefa cubriéndola de arriba a abajo y chorreando entre las piernas y los cojones del muchachito brasileño. Ahí la llevas.