Se llevaban poco en tamaño de minga, pero la de Gaucho parecía mucho más grande por ser más morenita y gorda. A pesar de eso, el francés Jules Rimbaud calzaba bien, con una pija que se mantenía tiesa apuntando hacia arriba casi pegada a su ombligo. Que la conservara tan dura a punto de reventar era por el brasileño, que le hacía tilín.
Su cuerpazo, su cara de chulazo atractivo, su sonrisa, lo bien que se le daba poner de rodillas a un chavalín como él a comer rabo, la forma en la que salvajemente le agarraba por los pelos y le obligaba a tragar hasta las pelotas. Si a Jules le dieran a elegir entre las pajillas de instituo y eso, sin duda se quedaba con Gaucho, que le daba a conocer un mundo nuevo de posibilidades en la cama y lo trataba como a la mejor de las putas.
Comer rabo fue sólo el comienzo. El brasileño tenía ganas de culo y Jules se lo puso a huevo. Tener un culete respingón y delgadito le convertía en la atracción perfecta para los más pollones, que amaban ver su picha grande y enorme entrar y salir por un hueco casi imposible. Gaucho se abrió hueco entre las piernas de Jules y le dio por culo sin condón clavándole toda la pija de veinte centímetros inconmensurables.
Con un buen pollón dentro del agujero, Jules se convertía en una putilla fiera pero domable. Aguantaba que le pisaran la cara, que le arrearan unas buenas hostias, se ponía a lamer los pinreles, gemía como una zorrita y su ojete se expandía hasta abarcar toda la polla. Sus gemiditos de placer llamaron la atención de Tim Kruger, que se acercó a ver qué coño estaba haciendo su colega carioca con el chaval.
Le gustó tanto lo que vio que se le puso dura y se la sacó de la bragueta para dar de comer rabo al mamón mientras Gaucho seguía reventándole el culo a pollazos. No llegó a descargar, dejó ese honor a Gaucho y se quedó para verlo. La carita del francés con la mirada perdida, la boca abierta, Gaucho pajeándose encima de ella y de repente un buen chorrete blanco mojándole la mejilla y bañando su lengua. Lechecita rica para el chavalín, que saboreando la lefa, se cascó una paja.