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JJ Knight se folla el apretado culito de Ty Mitchell con su gigantesca polla y le mete un facial de época dejándole la cara llena de leche | MEN

A Tale Of Two Cock Destroyers Episode 1

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La lucha de poder entre Rebecca y Sophie, las dos supremas Destructoras de Pollas, se remonta a tiempos inmemoriales. Mientras ellas rivalizan por conserval el poder y la supremacía, los hombres a su alrededor se divierten siendo peones de su juego, follando en las habitaciones de la mansión, filtrando información privilegiada o planeando sus traiciones de rodillas en las mazmorras subterráneas comiendo buenas vergas.

Ser un muchacho pobre en las calles de la ciudad es algo que Johnny Rapid sabe muy bien. Desde muy pequeño tuvo que aprender a ganarse las habichuelas, yendo de taberna en taberna, colándose en los baños y recibiendo propinas de borrachos que le dejaban los billetes pegados en la lefa con la que le habían decorado la jeta, tirándoselos encima como si fuera una vulgar puta de tres al cuarto.

Obligado a comerse toda clase de pollas, algunas mejores que otras, el conde JJ Knight se convirtió en su salvación. Por fin un hombre decente que le rescataba de la pobreza y de paso le daba todo lo que necesitaba. No había noche que no le colase en sus aposentos y le diera ese rabo gigante y hermoso que tenía entre las piernas después de ofrecerle un festín como cena. Folladito y con el buche lleno de pollo y lefa, el joven Johnny regresaba a su casita con un fajo de billetes en los raídos bolsillos.

Pensó que el dinero era la parte de un trato de favor a cambio de sexo, pero desconocía que él era un peón en un juego mayor, el tributo para la suprema Rebecca, el primer peón en la conspiración hacia Sophie, que tenía entre sus filas a Ty Mitchell, otro guaperas capaz de seducir a los hombres y atraerlos hacia sus terrenos como flautista de Hamelin.

Con sus encantos, Ty conseguia buenos hombres para su causa, pero su lujuria no tenía límites y a menudo Sophie lo pillaba camelándose a alguno de sus virginales zagales como Joey Mills. A veces los dejaba tan cachondos, que suspiraban cuando ella se acercaba a romper la magia del cortejo y mandaba hacer otras tareas a Ty, alejando el culito virgen de sus chicos de ese ladrón de ojetes.

Como ella decía siempre acercándo sus cabecitas a sus enormes tetas: «Ya encontrarás al hombre perfecto que te destroce el culo como me lo destrozaron a mí«. Y es que el joven Ty tenía otros deberes más importantes que cumplir, como cortejar a los caballeros y condes para forjar alianzas y restar poder a esa arpía de Rebecca. Cuando el conde JJ se presentó en sus jardines, le ofreció un apetitoso menú de degustación que incluía un irresistible postre: poseer el culito de Ty, uno de los más cotizados, por el que algunos hombres pagaban oro.

JJ se sentó cómodamente en la silla, descansando las piernas en un reposapiés, mientras descubría el por qué de los encantos de ese chavalín. Empezó a entender las razones de su enorme valía cuando comenzó a desnudarse frente a él. Guapísimo, con cara de pillín vicioso, ojazos, tez morenita que no se acostumbraba a ver por aquellos lares, delgadito pero fibrado marcando músculos y de aspecto menudo, perfecto para que hasta las pollas de tamaño medio parecieran más grandes en su boca, sus manos y penetrando su apretado culito.

Lo que era curiosidad en un principio, se tornó en verdadero interés al verle desnudito, con los calcetines blancos hasta las rodillas, contrastando con el moreno de su cuerpo, la polla medio tiesa entre sus piernas y la base del rabo con unos irresistibles pelazos negros. Se levantó de la silla. Le sacaba a ese zagal más de una cabeza. Con la misma decisión y prepotencia con la que se sacaba la minga en los baños de las tabernas, demostrando quién era el más macho de todos, el conde blandió su espadón en la mano.

Le sorprendió no ver ni una mueca de expresión en el rostro del chaval que, acostumbrado a comerse rabos así de grandes todos los días, se agachó condescenciente, le agarró la gordísima y gigantesca verga y se la zampó a bocados. Dedicación y empeño le ponía, arrastrando los labios por la piel del rabo a sabiendas de que no llegaría a comérsela entera, supliendo esas ganas con la mano bien apretada a la base.

Pues sí que tenía un buen zampapollas Sophie en sus filas. Cuán cierto era eso de que en manos de un chavalín las pollas parecían más grandes. JJ se la miró y la vio más crecidita que nunca, pero si se quedaba mirando demasiado tiempo, lo que le entraban ganas era de rellenarle la boca de leche a ese pequeño cabrón que, arrodillado, no paraba de jalarle la verga.

La pollaza más grande que su jeta, tan gorda que le obligaba a abrir la boca de par en par. El puto tragón se la descapullaba a cabezazos y le ponía esos ojitos tiernos desde abajo, de cachorrito, que lo único que hacía eran crear leche en las bolas. Probó sus dulces labios con sabor a polla y dio unas palmaditas en el colchón para que le entregase su cuerpo.

El chaval era un puto caramelito, perita en dulce. Por detrás estaba tan irresistible como por delante. Levantó una de esas piernas peludas que contrastaban con el resto de su cuerpo libre de vello y unas suaves, redonditas y musculadas nalgas se separaron dejando expuesto un ojete de ensueño. Al relamérselo con la lengua, JJ pudo sentir en sus papilas gustativas el sabor a polla y lefa de los cientos de cazadores, señores, condes y demás servidumbre que habían restregados sus enormes rabos por ese mismo agujero. Ahora le tocaba a él hacer historia.

Casi se compadeció de él cuando, al meterle el dedo gordo de la mano, gimió pareciendo una putita que jamás hubiera probado una polla, pero tras pensar en la de tios que se lo habían gozado, JJ se puso en pie, agarró su masculino, firme y viril miembro y lo estampó contra su trasero partiéndole el culito en dos. Dentro del agujero se estaba de escándalo. Le atrapaba la polla firmemente entre las paredes de ese ano flexible y sentía la irremediable necesidad de correrse cada vez que se la metía hasta adentro y sus pelotas rozaban los bajos de sus nalgas.

Se tumbaron en el camastro y se lo folló por detrás. El chavalito era tan manejable y él y su polla eran tan grandes que más que un regalo aquello parecía un abuso de poder. Se lo folló bocarriba, penetrando el culo que grácilmente sobresalía por el borde de la cama. El dosel del catre se mecía al compás de cada pollazo y Ty se agarraba a la colcha con garras mientras sentía cómo se le desgarraba el ojete.

Aprovechando el movimiento del colchón, JJ meneó al chaval por las caderas hacia adelante y atrás y vio cómo su culo se deslizaba a lo largo de su tranca tragando y escupiendo polla. Ty abandonó una de sus manos que apretaban la colcha y se la llevó a la polla. El cabrón puso todos los músculos en tensión y por la minga empezaron a salir perdigonazos de lefa que motearon de blanco su cuerpo morenito.

JJ sacó la polla del interior de su culo, se quitó el condón, lo apartó a un lado y dio un paso hacia atrás, dejando hueco para que Ty se pusiera de rodillas. Dos docenas de pajotazos y la visión de la carita guapa del chaval y sus ojitos suplicantes le provocaron una reacción en cadena por todo el cuerpo. Le plantó la primera descarga en el hombro. Al ver tanta leche espesa y en tal cantidad, el muy cerdo acercó la cara y se rebozó entre los lefazos como un auténtico cerdo en el barro.

Un buen chorrete de semen entre la sien y la ceja, la oreja, la nariz, el bigote y justo cuando abría la boca y el cipote pasaba por ella, JJ le propinó un lefote espesito y blanco que se le pegó al paladar obligándole a cerrar la boca para tragárselo todo. Y cuando lo hizo y le besó el capullo con los labios, otro perdigonazo salió disparado por la comisura bañando su mejilla.

Apretándose la polla entre espasmos, para sacar hasta la última gota de placer, JJ miró hacia abajo y vio al chavalito con la cara, el pechote y la espalda llenas de su semen. Ty le comió la polla llena de leche y la dejó pasear inmensa por encima de su cara, dejando que notase la suavidad de esa excelente crema facial, dejando que JJ disfrutase de las vistas de su enorme miembro paseándose por una carita guapa y viciosa. Mientras las damas rivalizaban en el jardín, los hombres disfrutaban de los más intensos placeres de puertas para adentro en la mansión del paraíso de las pollas.

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