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Tomas Brand destroza el vicioso culazo de Allen King sin condón y le pringa la jeta a lefazos | Lucas Entertainment

Tomas Brand: Muscle Daddy King

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Si a alguien tenía respeto Allen King, ese era el padre de su colega de instituto. Desde que le vio por primera vez, algo se le removió dentro del cuerpo, tan fuerte que le impedía concentrarse en los estudios e incrementó su deseo de llenar los cuadernos con dibujos de pollas. Allen intensó saciar la necesidad merendándose los trabucos de todos los tios de su clase, y las clases aledañas, en los baños, pero ni con esas, ni zampándose la del quarterback que tenía fama de ligón, consiguió calmar las ganas.

Una y otra vez la cara de Tomas Brand acudía a su mente, en mitad de clase, durante el recreo, por las noches. Recordar su atractivo, con la barba canosa, mandíbula cuadrada y fuerte, lo ceñidas que le quedaban las camisetas blancas a sus pectorales y biceps. Allen se revolvía bajo las sábanas, metiéndose los dedos por el culo, cascándose una paja, imaginando que ese daddy de lujo lo atrapaba entre sus brazos cuidándolo bien y se follaba su culito apretado. La madre de su colega desde luego tenía que estar bien contenta con ese follador de primera categoría.

Un día, sin más, ocurrió. Fue a buscar a su amigo a casa para hacer las tareas de clase, pero sólo estaba su padre. Con algo de miedo y guardando las distancias, esperó sentándose en el sofá cuando Tomas percibió el vicio de su mirada y se abalanzó sobre él para meterle un morreo. Cuando le vio venir, a Allen casi le da algo. Tan grandote, guapo y varonil. Abrió la boca, se dejó meter la lengua y algo dentro de su cuerpo le incitó por instinto a abrirse de piernas y dejarse hacer.

Vaya manazas grandes tenía ese cabrón y bien calentitas, cogiéndole por la parte posterior del cuello. Allen estaba más cachondo que nunca en su vida y supo que en ese mismo momento, si no se relajaba pronto, cualquier pequeño roce en su entrepierna le llevaría a correrse en los vaqueros como un principiante. Eso no podía ocurrir, necesitaba aprovechar esa oportunidad única de probar el rabo de ese hombre por la boca, por el culo y toda su rica leche. Necesitaba completar y hacer realidad el círculo que le impedía conciliar el sueño por las noches.

Mientras los dos se desnudaban, se ponía cada vez más taquicárdico. Él apenas era un chavalín delgadito y musculado al lado de ese armario empotrado de hombretón tan fornido y escultural. Cuando se quedó en calzones, cuando se los bajó y se sacó su enorme y lustrosa polla encapuchada semirígida entre las piernas, se lanzó hacia ella con ganas, se la cogió con la mano y empezó a descapullarle el cipote con los labios metiéndole una buena mamada.

No podía ni imaginar lo que aguardaba debajo de ese capuchon de piel curtida. Un cipote brillante, gordo, con una inmensa raja escupeleches. Allen se tumbó en el sofá mientras el daddy le enchufaba la polla por la boca atragantándole. Ese cabrón le dio un buen repaso con el rabo penetrándole la garganta, rebozándosela por la cara y Allen abría la boca a tope para dejar pasar ese enorme cilindro.

Se revolvió entre las piernas de Tomas, gozando de las mejores vistas del culazo del padre de su colega con el esplendor de todos sus grandiosos cojones y forzó el rabo hacia abajo entre sus piernas para seguir comiéndosela a trangullones como un puto famélico. Para entonces, Tomas ya buscaba la entrada de su culete y le metía dentro los dedos tan gordos y grandes como pollas.

Allen estaba dándose el mejor festín de su vida. No paraba de restregarse por la cara y los morros el culo, las bolas y el rabo de ese grandullón. Una puta cerdada que le volvía loco, devorando esos bajos con un profundo olor a macho.

Su culito parecía un juguete entre esas manos tan grandes. Tomas le agarraba cada nalga y se las desplegaba por completo hacia afuera para descubrirle la raja y el ojete. Gozó lo innombrable cuando ese daddy metió la carita guapa entre sus piernas, después le vio lamerse los dedos de la mano, mojándole la entrada del culito, llevándolos después a su polla y entonces comprendió que ni se iba a poner condón ni hostias.

Le paseó el rabo gordo y enorme por la raja del culo y Allen creyó que se corría por momentos del infinito gusto y de las ganas que le tenía a ese cabrón. Por fin le metió la tranca a pelo por el culo y devoró los primeros e intensos gemidos de Allen abalanzándose sobre él y comiéndoselo a besos. Allen se abrió de piernas por completo y no dejó de mirar la atractiva y varonil cara de ese hombre que le estaba llenando de felicidad absoluta, sacando su lado más vicioso.

Tuvo un momento para pensar que hace veinte años ese daddy había creado así a su coleguita, metiendo esa poderosa tranca gigante en un coñito. Con un tiarrón así normal que se quedara embarazada a las primeras de cambio. Como para cerrarle las piernas a semejante especímen. Ni loco. Tomas se dejó caer a cuerpo de rey bocarriba en el sofa y Allen acudió a chuparle la minga tiesa y enorme.

El precum adornaba ya el cipote y sabía tan bien que Allen se volvió un cachorrito hambriento entre sus piernas, devorándole el palo por completo. Se sentó sobre sus piernas clavándose la polla sin condón y se volvió loco saltando sobre él, abrazándole, morreándole, restregando sus partes nobles por todo ese torso musculado, fuerte y sudado.

Allen acabó de nuevo folladito bocarriba, sintiendo cómo esa soberana polla le inflaba el culo y le tocaba lugares inalcanzables para cualquier otro chico de su clase. Se le hinchó la polla y con el rabo de Tomas bien dentro del culo, se cascó un pajote encima.

Menudo cerdete el daddy, recogiendo la lefa colgando de su dedo, llevándosela a la boca y besando a Allen con ese dulce de leche recién salido del horno. Ahora le tocaba a él probar el néctar del que estaba hecho su coleguita de instituto. Tomas comenzó a pajearse el rabo efusivamente y Allen acercó bien la carita para ensuciarse. Un chorrazo potentísimo salió volando por encima de su cabeza dejándole el pelo cubierto de gomina, el segundo pesado y lechoso sobre su jeta. Al tercero ni lo dejó salir, porque se metió el pollón en la boca y se lo comió todo como un puto cerdaco, mientras el paddre de su amigo convulsionaba todavía por la corrida.

Qué rico estaba su semen y lo suave que resbalaba el cipote entre sus labios mojados en leche caliente. Le entraron ganas de regalarle muchos cumplidos, pero prefirió merendarse ese trabuco gigante que todavía estaba descargando perdigones. Subió a su encuentro, con la boquita llena de esperma y se dieron cariñosos besitos, abrazados, papi y su nuevo chavalín, desnudos cuerpo con cuerpo. Tomas acariciaba el pelito de su nuevo chico mientras Allen volvía a mirar su atractiva cara y aspiraba el aroma de hombre que acababan de compartir.

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