Estaban tan pegados que ya eran como uno solo, haciendo resbalar sus cuerpos, metiéndose la lengua por la boca, comiéndose a besos, rebozando paquete sobre paquete, sintiendo por debajo de la cintura cómo las pollas que tenían hacia abajo empezaban a crecer y levantaban tienda de campaña empujando la tela de los calzones.
Axel Brown se agachó y, aunque tiró a tope de la goma de los gayumbos de Carlos Leao, tuvo que ayudarse metiendo la mano por dentro para sacarle todo el rabo de lo largo que lo tenía. Todavía semiduro, tenía un tamaño exageradamente grande y se ayudó con la misma mano para levantarlo y dirigirlo hacia su boca cuando un escupitajo cayó desde arriba directo al rabo. Axel hizo resbalar el miembro entre sus labios juntando su saliva con la recién caída de ese macho brasileño.
Aprovecha a comértela entera ahora que puedes, a sentir el calorcito de los cojones en tu barbilla, se decía a sí mismo. Todavía era maleable y le quedaba espacio entre los labios, pero después de una decena de caladas, ese espacio se redujo a la nada, obligado a abrir la boca de par en par y mirando con ojitos los pelos negros de la base de la polla que ya no podría alcanzar tan fácilmente.
Se la sacó por primera vez después de un buen rato. El pollón mojado y brillante con todas sus babas encima se quedó cilimbreando debajo de su cabeza, imponente, majestuoso, enorme. Axel tomó aire y volvió a la carga con el propósito de tragársela entera. Carlos le alentó cogiendo los calzones y rebozándole toda la huevera por las napias para que esnifara el olor a macho, le metió la polla por la boca y el cabrón tragó hasta el fondo, no una, sino varias veces, hasta que las hileras de babas se le salieron de entre las comisuras de los labios.
Se la mamó un rato más dejándole tumbado sobre la cama. Carlos le agarró la cabeza con las dos manos, se apoyó anclando los pies en el colchón, doblando las rodillas y le propinó una culeada follándole la boca, hacdiendo que se la tragase entera con cada empotrada. Axel se subio a la cama gateando a cuatro patas y ofreció su culo a Carlos para que se lo protegiera.
Para un tiarrón tan potente como él, abrir la lata era fácil, pero le gustaba jugar y calentar como al que más, relamiendo el ojete, escupiendo en la raja, dejando que su saliva la recorriera desde el nacimiento de la espalda y se colase solita dentro del agujero. Le colocó la polla en el muslo y lo restregó contra él haciéndose una pajilla. Le tenía tantas ganas a ese culo que hasta intentó meterle un puño.
Lo normal hubiera sido que a continuación se lo follara por la retaguardia, pero quería que ese chaval viera de cerca cómo le desvirgaba el culito sin condón con su enorme y gigantesca pollaza brasileña. Le colocó bocarriba, se ayudó con las rodillas para separarle las piernas, se las levantó y alzó el culo en un nángulo de casi noventa grados. Se puso de pie sobre la cama y sin soltar la polla tiesa de su mano, hizo una sentadilla hasta taladrarle el culo a pelo con el rabo.
Axel gimió como una perra al sentir todo ese trozo de polla entrando dentro de él y gozó como una buena puta al notar el impacto de los huevazos en su trasero. Necesitó echar una mano hacia adelante posándola sobre el torso de Carlos, como intentando tener le control de algo sobre lo que ni de coña tenía, porque Carlos seguía perforándole el ojete a su ritmo con su enorme trompa, ahora completamente dura y de un tamaño descomunal, el doble desde que el chaval se la había metido por la boca.
El impacto de los huevos y la empalada se hicieron más evidentes cuando se lo folló a cuatro patas. Con más libertad para empotrarle, se agenció su culazo entre los muslos y le metió caña descargando la ira de su polla y todas sus bolas en él. Axel no fue consciente de lo que se estaba tragando por el culo hasta que Carlos se tumbó en la cama y le invitó a montar sobre su rabo.
El tio estaba esperando a que se sentara. Su cuerpazo morenito era lo más apetecible que había visto nunca, especialmente su six pack, sudadito y bien marcado, como si le hubieran echado aceite por encima. La polla gorda y empitonada, durísima, tan larga que le llegaba hasta el ombligo. Con el pulgar, Carlos se la puso en vertical y sin pensárselo dos veces Axel se sentó sobre sus piernas clavándosela y saltando encima.
Estaba superando sus propios límites. Aquella postura era la prueba de fuego para un pasivazo, la forma de asegurarse que te la tragabas entera hasta los huevos como dejaras caer el peso de tu cuerpo encima al sentarte. La barra gigante penetró dentro de su cuerpo y le tocó puntos que desconocía hasta ahora. Se agarró al cuello de Carlos y saltó sin control mientras se contagiaba de las ganas que desprendía la cara de ese machote super dotado.
Adoraba todo de él. Su polla y sus cojones eran el postre perfecto. Por si acaso por su culpa se había perdido la sesión de entrenamiento en el gym, se colocó de lado con el culito apretado y Carlos se hizo una serie de repeticiones con flexiones penetrándolo cada vez que bajaba su cuerpo. Así, mientras él entrenaba, Axel podía sentir sus pelotas calentitas rozándole el muslo.
Volvieron al punto de partida. Axel se abrió de piernas y Carlos se lo folló bocarriba, esta vez metiendo y sacando a mayor ritmo. Ese cabrón le agarró con fuerza por las piernas separándoselas y no dejaba de taladrarle el ojete a toda hostia. No iba a parar. Axel se fijó en su cuerpazo, en su cara, en sus manos fuertes y varoniles y con la polla dentro otorgándole un gustazo indescriptible, se sacó la paja, dejándose un par de rastros de leche sobre el ombligo y el costado.
Carlos dio la vuelta al chaval y le dio por el trasero una última vez antes de sacar el rabo y pajearse corriéndose encima de sus nalgas, decorándolas con un aluvión de lefazos caldosos y calentitos. Igual que adoraba ver la saliva recorriendo el valle de su culete, le separó los cachetes y miró cómo el semen resbalaba por esa rajita que acababa de follarse. Menudo culazo de leche. Dejó caer la polla, la hizo resbalar por encima de sus semen y, sin manos, dejando que el rabo encontrase solito de nuevo el camino a casa, la hundió de nuevo dentro de su ojete.