Con el cuerpazo y el rabo que la madre naturaleza le había obsequiado como buen brasileño que era, Carlos Leao podía tener a sus pies cualquier chico que se propusiera. Según se levantaba de la cama, pensó que ese día le apetecía un chavalito menudo con el culito tragón pero bien prieto para poder ajustarle la polla y gozarla. En la app de contactos le bastaba mandar una foto de su miembro erecto para ganarse la confianza de cualquier tio y tenerlo en casa en un periquete.
David Chacon ya estaba cachondísimo, boca abajo en el sofá, meneando el culete, calentando a su brasileño. Carlos ultimaba algún que otro contacto para esa tarde, porque según se había levantado, estaba claro que ese día le iba a apetecer follar con varios hasta el siguiente amanecer. Miraba al móvil y miraba a su chaval amorcillándose el paquete, un bulto considerable que dibujaba el contorno de una larguísima y larga polla.
Se levantó y se acercó a David. Mientras lo hacía se mordió el labio inferior de lo mucho que le gustaba lo que veía. Eso era justamente lo que necesitaba. La foto que le había enviado el chiquillo por la app no hacía justicia, porque ese culito era mucho mejor visto al natural. Redondito, suave como la seda, de un tamaño perfecto que podía atrapar cada cachete con una de sus manos, tan apretado que se vio obligado a trabajarlo a fondo haciéndolo suyo, babeándolo a lengüetazos y haciéndole unos dedos.
Hizo retorcerse de gusto al chaval cuando le taponó el hueco con los dedos y eso que aún no le había metido nada dentro. Le dio la vuelta y le plantó el paquetón en la cara. David tenía mucho por explorar. Colocó los morros por encima de la tela y dio un esmerado repasito al lugar que se suponía, no, que estaba seguro ocupaban los cojones y la polla. Babeó los calzones rojos. Carlos acabó con su fantasía sacándose la minga rápidamente.
Portentosa, exquisita, el significado de la palabra rabo en toda regla, un buen pedazo de chorra morcillona, larga y gorda salió de aquel refugio en el que estaba oprimida y cayó con gracia hacia abajo meneándose delante de la cara del chaval que alucinaba. Qué rápido perdió la inocencia. Carlos le cogió de cada lado de la cabeza y le animó a mamar. Una primera calada profunda. Trágala toda ahora que puedes. Él mismo se sorprendió al calzar la polla dentro de su boca, rozando los cojones con la barbilla.
Pero nunca más. Aquella garganta profunda había sido la primera y última, porque al volver a metérsela por la boca, ese pollón gigantesco había crecido de golpe otros cinco centímetros y encima había cogido volúmen. Y lo que le quedaba por crecer. Lo que se dice una polla con magia. No es que no lo intentase de nuevo eso de tragarla entera, que lo hizo, pero se quedó en intento.
Alguna vez David se había preguntando quién coño necesitaba condones extralargos. Pues ahora tenía la respuesta delante de su jeta. Los necesitaban chicos como ese, que ahora se desnudaba delante de él quitándose la única prenda que llevaba encima, sin apartar la mirada de la enorme polla que se mecía entre sus piernas con majestuosidad.
A medida que se iba poniendo duro el cilindro, a David cada vez le cabía menos trozo de polla dentro de la boca, hasta que llegó un momento en que el cipote le rellenaba los mofletes. Pero su hambre de pija y su apetito canino le hacían desgañitarse, sin soltarla ni un solo momento, atrapándola, tragando hasta donde podía y comiéndole todos los huevos.
Empeño que le ponía el chaval. Las arcadas se hicieron duelas de la habitación y Carlos le ayudaba meneando el culo hacia adelante y hacia atrás, follándole la boca, cogiéndole del cogote por detrás con una mano, dándole de hostias con el rabo sobre la cara entre intento e intento para animarle a hacerlo mejor la siguiente vez.
Cuando Carlos le dio un pequeño respiro y acudió a sentarse al sofá, David tuvo la sensación de estar bien lleno, de que la gula lo había poseído, pero también que no había comido lo suficiente. Siguió a Carlos hasta el sofá y volvió a mamarle la pija, esta vez mirándole a los ojos y proporcionándole un poquitín más de cariño. Eso pretendía él comiéndola lentamente, hasta que Carlos soltó un escupitajo de saliva que cayó directo en el tronco de su gordo rabo e hizo a David sacar el auténtico cerdaco que llevaba dentro, el auténtico comepollas.
El muy cabrón seguía intentando tragársela entera, colarla por su garganta. Tras el intento, pajeaba con fuerza con una mano, chupaba con gracia y lo volvía a intentar, pero el cipotón se quedaba ajustado a la entrada de su garganta, impidiendo el paso del rabo por ella. De vez en cuando se convencía a sí mismo de que podría. Apretaba el rabo contra su cara y se lo rebozaba por encima, como rezándole para ver si la siguiente era la buena.
Otra vez con el culo en pompa. Con la mamada no tenía muy claro si su ojete se había dilatado o contraído por miedo a que una polla de esas dimensiones se clavara dentro de él, pero si acaso tenía dudas, Carlos se las despejó todas comiéndole la raja, mientras el gordo y pesado pollón resbalaba caliente paseándose por sus piernas.
Y si alguna vez David se había preguntado el tema de los condones extra largos, esa vez no vería ninguno. Carlos había abandonado su culete y estaba en posición de follada. Miró hacia atrás. Una rodilla hincada en e sofá al lado de su pierna, la otra estirada apoyando el pie en el suelo, Carlos se agarraba la polla dirigiéndola hasta la entrada de su preciado agujero.
Le miró a la cara mientras el cipote le desvirgaba el ojal y entonces se dio cuenta de la verdadera naturaleza de ese macho, del verdadero tamaño de ese gigantesco rabo que estaba decidido a perforarle por dentro. David llevaba puestos todavía unos calzones abiertos por detrás y no pudo disimular lo duro que se le puso el pito alzando la tela, montando una buena tienda de campaña la sentir esa pollaza dentro de él, a punto de correrse.
El rabo duro y enorme se había abierto paso hacia sus profundidades, obligado a entrar lentamente por lo ajustado que quedaba entre las paredes de su recto. Ya podía notar el contacto de la piel de melocotón de los huevazos contra sus nalgas, taponándole el ojete. En cuestión de pocos minutos, la polla entraba y salía de su agujero sin problemas. Y menudo agujero le estaba dejando en el culo, de varios centímetros.
Carlos se iba amoldando a la situación, cogiendo cada vez una mejor postura para follárselo a pelo. En un descuido en que no lo estaba mirando, le soltó un buen gapo en la raja, su único lubricante, dejando que el salivazo resbalase entre sus nalgas. David sintió el chorrete paseándose por el contorno de su agujero, resbalando entre sus piernas, la base de sus pelotas y cayendo sobre el sofá.
Al mirar de nuevo hacia atrás, pudo ver a ese machote sobre él, musculoso, potente, dedicado en cuerpo y alma a follarle el ojete. La enorme verga perforándole interrumpía sus pensamientos y el gustito del contacto de sus pelotas colgantes rozándole la parte interior de los muslos le hacían sonreir.
El tio iba sin manos y sin frenos. Había momentos en que se la metía tan rápido y con tanta amplitud, que se escapaba del culo, entonces podía sentir el cipote buscando de nuevo el camino hacia la entrada, paseándose por toda la raja, tan grande que el rabo se frotaba contra su espalda, hasta que finalmente lo encontraba y le daba duro.
Por primera vez podía ver a ese machote brasileño desnudo y con la polla en todo su esplendor. Se había sentado en el sofá, esperando a que él se sentara sobre sus piernas. Estaba buenísimo. La minga era tan grande que erecta le llegaba hasta la mitad del torso, posándose sobre una muy digna tableta de chocolate de tez morenita. Encima tenía los brazos por detrás de la cabeza marcando biceps y haciéndole desear hacer le guarro esnifando sus sobacos, a cuerpo de rey, esperando que un tio le jalara la verga.
David colocó las rodillas a cada lado de sus piernas, alzó el culete, le agarró la pija con una mano y se sentó encima tragándose todo el pollón a pelo. Se había portado bien, había sido un chico bueno, por eso se merecía una polla tan grande. Saltó y se dejó caer con fuerza, notando cómo el cipote se abría camino y le daba placer por sitios que ni él mismo conocía que existieran.
Jamás había tenido algo tan grande dentro de él y en los pocos momentos de cordura que tenía saltando sobre esa gigantesca polla, se animaba a sí mismo dándose cachetazos en el culo. Unas veces se sentía dueño de sí mismo y otras se sentía invadido por un azotamentes que le hacía sacar su lado animal.
Carlos se lo volvió a chingar esta vez boca arriba, empalándole el pollote hasta el fondo. Cuando tuvo al chaval hecho un ovillo, con las rodillas pegadas al cuerpo, lo enganchó entre sus brazos y se puso en pie follándoselo en volandas, dándole ligeros empujones con las manos desde abajo para que rebotara clavado en su enorme polla. David se abrazó fuerte como un koala a su árbol eucalipto para no caer.
Con cuidado, Carlos volvió a llevarlo hasta el sofá y remató la jugada. David necesitaba tanto esa polla, que en cuanto notaba que escapaba de su agujero, él mismo se encargaba de echar una manita entre sus piernas, cogerla y conducirla dentro de nuevo.
La corrida le llegó por sorpresa, cuando no era dueño de sus propios pensamientos. De repente Carlos acudió a su cara rascándose el pollote con fuerza con una mano, le colocó la otra mano al lado de la cabeza obligándole a mirar hacia su rabo. Un chorrete de lefa le remojó la mejilla y al rato tenía la polla dentro de la boca, descargando semen en tal cantidad que se le metía por la garganta. Intentó cerrar la boca para no atragantarse con la lefa, pero el enorme diámetro de la polla se lo impedía, así que se vio obligado a tragar. Estaba claro que ese macho sabía cómo hacer para que otro tio se tragara su semen.