En el gym al que iba Patrick Dei, se rifaban a los daddys como Andy Onassis. Todo el santo día viendo pasear los cuerpazos de musculitos guaperas, que también estaba de putísima madre, hacía que las vistas se alegrasen con algo diferente, un tiarrón corpulento, varonil, de pelo en pecho que hacía que a los varones se les pusiera dura la polla cuando con rabia levantaba las pesas y gruñía, porque imaginaban ese mismo sonido susurrado a sus oídos mientras les clavaba la polla por el agujero.
A Patrick le hizo tilín y se lo llevó al camastro. Nada le hacía más feliz que navegar entre las grandes piernas de fuertes muslos de un macho y palpar un pollón de grandes dimensiones. Porque nunca fallaba, los tios como él la tenían grande como tenía que ser. Todavía la tenía blandita cuando se la amasó en los calzones, pero bastaron un par de refrotes para que esa picha empezase a crecer de forma desmedida a punto de salirse por el lateral.
Dejó que la naturaleza siguiera su curso. Incapaz de abarcar ya con una mano todo ese percal, continuó frotando por la parte de los huevos y vio cómo ese gigantesco y gordísimo pollón se escapaba solito por la tela de los gayumbos. La puta hostia, Patrick jamás había visto una tan gorda. Acercó la cabeza a la entrepierna y como pudo se la calzó dentro de la boca.
Obligado a abrirla más que nunca, se la merendó del revés. Intentaba cerrar el puño en torno a la barra para cogerla, pero un centímetro de diámetro le impedía juntar el pulgar con los otros dedos de lo gruesa que era. Patrick volvió a intentarlo, se dijo a sí mismo que nuna un pollón era demasiado grande, abrió la boca a tope imaginando que se iba a tragar lo más grande del mundo y se la zampó.
Mientras él sufría intentando meterse esa polla por la boca, Andy estaba tan a gusto con los brazos por detrás de la cabeza a modo de almohada, mirando cómo esa carita tan guapa le limpiaba el sable. Patrick lo percibió y se puso de lo más cariñoso, centrándose en su cipote, hundiéndolo entre sus labios, paseando la lengua por él y mirando lascivamente a Andy para ponerlo cachondo.
Joder, si el resto de chicos pudieran ver ese pedazo de rabo gordo, pero no pensaba contarles nada, quería ese pollote sólo para él y soñaba con que un día pudieran coincidir los dos juntos en los vestuarios antes de cerrar, porque quería que le follara por todos los rincones, envueltos por el olor de los montones de hombres que pasaban por allí en un día entero.
Patrick era de los que pensaba que en esta vida todo sucede por un motivo. Que a él le gustasen los tios muy dotados, respondía a una razón lógica y es que su culo estaba hecho para cobijar los mejores nabos de la aldea. Fue ponerse a cuatro patas con las piernas semi abiertas y el cabrón acudió com acude una abeja al polen, hundiendo sus morros dentro de la raja y lengüeteando como un animal dentro de su agujero buscando el néctar.
Todo sucedió más rápido de lo que esperaba. ¿Qué esperaba? Que le diese mazazos en el ojete para que lo deseara o que se lo rozasee lentamente para dilatar. Pero no, le abrió de piernas y sin agarrarse siquiera la tranca con una mano para conducirla al hueco, la hundió enterita dentro del culo y sin condón. Patrick sintió cómo su cuerpo era invadido de repente, sin poder decidir sobre sus actos. Una abdución anal en toda regla.
Ese bestia le sacaba y le metía la chorra por completo. Cuando se la sacaba, el ojete de Patrick palpitaba de placer buscando consuelo, pero no tenía que lamentarse demasiado, porque al segundo otra vez tenía a Andy dentro de su cuerpo. Al metérsela sin manos y estar su raja cada vez más húmeda, de vez en cuando el pollón de Andy resbalaba por ella y le metía un delicioso masaje en las pelotas con el cipote.
Qué diferente era hacerlo con ese daddy en lugar de con los chavalitos del gym. Acostumbrado a folladas rápidas donde el único fin era meterla hasta correrse, este sí sabía cómo meterla y follarse un buen culo a pelo. Sabía cómo hacer para que un culo deseara su rabo y el cuerpazo que tenía incrementaba la sensación de empotramiento definitiva.
Patrick, que había visto montones de pelis de Thor y Los Vengadores, no podía evitar la sensación de ser follado por uno de esos semidioses y superhéroes que salían en las pelis, porque Andy era tan grandote que parecía uno de ellos. «Thor, blande tu puto martillo dentro de mi ojete, cabrón«, le dijo. No se lo dijo, pero lo imaginó.
Un héroe debía labrarse el camino, pero en cierto momento también debía sentir el cariño de sus ciudadanos. Antiguamente otros acudirían a sus pies con frutos, pero él tenía algo mejor. Se sentó sobre sus fuertes piernas y se empaló el duro palo dentro de su agujero. Se la pajeó rico bombeando el rabo entre sus nalgas, hasta que la bestia, que no podía parar quieta, le agarró el culazo con ambas manos, le desplegó los cachetes y le zumbó desde abajo con una interminable ristra de pollazos.
Andy le dio media vuelta, dejándolo en volandas sobre su cuerpo con las piernas abiertas y se lo siguió follando. Patrick sentía en su espalda todos los pelazos sudados de ese machote, sus prominentes y duros pectorales, el calor de su cuerpo ardiente. Fue al poner los pies sobre sus rodillas, invadido por esa gigantesca polla, totalmente servido, cuando comprendió lo que era que te follaran de verdad.
De nuevo volvió a tumbarle sobre la cama. Andy separó las piernas hincando las rodillas a cada lado de ese culazo, se inclinó y reinició el ritual de apareamiento metiéndole el mango del martillo de superhéroe por el puto culo. La barriga de ese cabrón le rozaba los huevos. Andy se sacó la verga como el que se la saca para mear, sin despeinarse, impregnó el ambiente de la habitación con el hilo musical de sus gemidos y por la punta de su rabo empezaron a brotar lechones de lefa espesos que a Patrick le caían por las nalgas y las pelotas.