William Seed empotra el culazo de Ty Mitchell en la tienda de comestibles y se corre en su boca | MEN
Clean-Up on Aisle 69
La monótona vida de un reponedor y dependiente en una tienda de comestibles. A Ty Mitchell sólo le queda bostezar y más a primera hora de la mañana, cuando recién despierto se cae esa pila de patatas en mitad de la tienda y tiene que agacharse a recogerlas. Si no fuera por esos benditos momentos comparables a los del anuncio del chulazo de la coca-cola al dar las once, cuando entra por la puerta un machote con pantalón de chándal marcando todo el paquete y a Ty le entran unas ganas irrefrenables de comer nabo, a pesar de estar en casa del herrero.
Ahora al que se le han caído todas las cosas de la cesta es a él. Babeando y con la boca abierta se ha quedado al ver pasar al chulazo de William Seed, ese que vive en el piso de arriba y al que su novia manda todos los días a comprar. Se ve que el tio no ha tenido tiempo ni de ducharse. Debe haberse levantado y haberse puesto la primera ropa cómoda que ha encontrado, porque ha llegado empalmado.
Ty bebe los vientos por él. Es tan guapo, tan atractivo, con ese pelito, esa barba, esos ojazos, esos morritos. Ty siempre le perseguirle anónimamente por los pasillos, mirando su paquete, su perfecto culazo y después siempre termina en la trastienda, cascándose una paja. Pero ese día ha superado a todos los demás. Verle la minga tiesa, empoderada, elevando esos pantalones que se lo marcan todo.
Lo que Ty cree que es un contratiempo, al final se va a convertir en su sueño más deseado. Mientras recoge la fruta de la cesta del suelo, mira hacia atrás. Le está mirando, ¡¡Will le está mirando!! Aunque no lo parezca, Ty es timidete. Le cuesta dar el primer paso. Vuelve a la tarea, ruborizado, sin darse cuenta de que William se acaba de bajar los pantalones y acaba de soltar su pistola bien cargada. Ty estaba en lo cierto. A Will no le había dado tiempo ni de ducharse, pero tampoco de bajarse el calentón.
El culo de Ty meneándose a cuatro patas le ha puesto caliente. A esa hora apenas hay nadie todavía en la tienda. Le baja los pantalones para su sorpresa, se pone un condón y le mete la polla por el agujero. Ty vuelve a mirar hacia atrás. No quiere creerlo. No puede creerlo. La camiseta blanca de tirantes bien ajustada a su cuerpazo musculoso, su cara gozándolo. Ese cabrón le está dando por culo, le está empotrando. Ty mira hacia adelante y disfruta de ese enorme pollón penetrándole.
El tio se acaba de quitar los pantalones y las zapas. Está tremendo. Menudos muslazos tiene. Ty empieza a gemir descontrolado, igual que Will. Le importa una mierda si ahora aparece el jefe y les pilla. Follar con ese chulazo está mereciendo mucho la pena. Incómodo por estar de rodillas, Will se lo lleva al carrito y se la enchufa por detrás.
Ahora lo tiene frente a frente. Es alucinante lo bueno que está, es una puta bestia follando. Frunce el ceño, aprieta los dientes, machacando su culo sin compasión, con ganas de cabronazo. Empiezan a llegar los clientes. La cosa se complica, pero Will no piensa irse sin aliviar la carga de sus cojones. Se lo folla a cuatro patas entre las cajas, detrás de los mostradores vacíos de los congelados. Ty se lo está montando como un jinete. No aguanta más. Se corre, regando de lefa la tableta de hierro de ese guaperas y su cara bonita.
Will se levanta, le coge la cabeza con una mano y le deja el cipote encima de la lengua. Se pajea hasta que empiezan a salirle lefotes grumosos por la polla. Le relame el pepito de crema recreándose, por si no hay otra. Su compi de curro no se lo va a creer cuando se lo cuente. O quizá sí, porque Will acaba de pasar por su caja con la corrida en la mejilla.