Noche de tormenta. El coche de Natalie se ha averiado y necesita urgentemente pasar la noche a refugio. Ante semejante belleza, el recepcionista Rick Larkin se compadece de la chiquilla y le da la única habitación que queda libre en el hotel porque sus inquilinos al final no se han presentado. Agradecida, sube por el ascensor y justo en ese momento aparece la pareja que la tenía reservada. Menudo marrón.
Pero los recepcionistas, botones y personal del hotel estaban preparados para cualquier contratiempo. Dada la situación, les contó lo sucedido y preguntó a Ella y su novio Wesley Woods si no les importaría, al menos por esa noche, compartir la suite con esa chica. Tal y como llegaban, empapados y discutiendo porque ella le había dicho que se llevasen paraguas y al final él no había querido porque apenas estaba nublado por la tarde cuando salieron, puesto que a él le iba a tocar dormir en el sofá, no les importó mucho.
“Enseguida les subo otros dos juegos de toalla“, les dijo. Pero cuando Rick subió a dejarles el apaño, se encontró con que el marido tenía a la chiquilla de rodillas comiéndole la polla mientras la mujer se estaba duchando. Y joder con la chiquilla, que tenía rabo y todo. Alertado por el ruido de las toallas cayendo al suelo, el muy cabrón giró la cabeza, miró al recepcionista con cara de vicioso, una media sonrisa y le invitó a unirse a la fiesta.
De momento no dijo ni que sí ni que no, pero se acercó, se quitó la chaqueta, se sentó en el borde de la cama y se puso a observar de cerca la mamada. Por si fuera poco, la mujer salió de la ducha y les pilló a todos de esa guisa. A su marido en pelotas con el pito tieso, a la chavala con rabo mamándole el trabuco y al recepcionista mirón desanudándose la corbata.
Cuando Natalie se puso en pie y Ella descubrió que la tia la tenía incluso más grande que la de su maridito, como venganza se la llevó a la cama, le comió la polla y se abrió de piernas para que se la metiese por el chochito. Chicas en una cama y chicos en la otra, ellos también sabían disfrutar. Tenían dos opciones, o sentarse a mirar haciéndose unas pajillas o divertirse. Eligieron lo segundo.
Wesley empujó al recepcionista tumbándolo boca arriba sobre la cama y le invitó a hacer lo mismo que estaban haciendo las chicas, un sesenta y nueve. Le metió el rabo dentro de la boca y él abrió la suya de par en par para dejar paso a la pedazo de butifarra gorda que se gastaba el botones. En cuestión de minutos, la mujer y el maridito estaban gozándolo, follados a pelo por el coño y el culo respectivamente, uno en cada cama.
Abajo en el comedor ya estarían los huéspedes del hotel disponiendo de barra libre, pero seguro que no sería ni comparable a que se estaba produciendo en la habitación 269, en la que la visión de tanto rabo y tanto culo les hizo perder el sentido a sus cuatro ocupantes de la orientación de sus sexualidades. El marido metiendo rabo a la chavala, el recepcionista siguiendo sus pasos y Wesley abierto de piernas recibiendo pollazos de la chavala que momentos antes se estaba follando a su mujer, mientras Rick se la metía y Ella le comía la raja del culo al machote del recepcionista. Un intercambio de afecto bajo la tormenta.