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Bobby Kanne empotra a Virgil Avedon sin condón y se corre en su cara | Bel Ami Online

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Lo mucho que se necesitaban el uno al otro, era algo que sólo ellos dos sabían desde el día en que se conocieron de forma más íntima. No podían estar un segundo juntos sin ponerse las manos encima. Virgil Avedon siempre estaba preparado, andando desnudo por la casa. Bobby Kanne casi, con esos monísimos calzoncillos blancos que se ajustaban tan bien a la forma de su culo y su paquete y que conseguían que a Virgil se le pusiera dura cada vez que le veía pasearse por delante.

Acababan de hacerlo por la noche y ya volvían a tenerse ganas. Otro casquete, el primero de la mañana, así, para empezar bien el día. Virgil se dejó caer en el sofá, Bobby se puso de rodillas y le comió la polla. Virgil se juró que jamás podría cansarse de ver esa cara tan guapa entre sus piernas. Esos morritos, esos ojazos, se la ponían bien tiesa y le abonaban el caldo de cultivo en la reserva.

Virgil se abrió de piernas. Le necesitaba dentro. Otra vez. Le gustaba que Bobby no fuera a saco, que se tomara su tiempo devorándole el culito con la lengua. Una lengua exquisita, húmeda, caliente, rozando su punto débil, el ojete y sus alrededores de una sola pasada. Antes de que se la metiera, Virgil quería llevarse el tronco de Bobby a la boca, duro, largo, bonito.

Se inclinó hacia adelante, abrió ligeramente las piernas para tener un punto de apoyo ante la empotrada que se le venía encima e hizo una mueca mostrando su eterna satisfacción cuando sintió el poderoso rabaco de Bobby penetrando por sus entrañas. Tan efectivo como siempre, estocada tras estocada, avivando la llama. Virgil miró hacia atrás, enamorándose una vez más de esa cara, de esos pectorales, de los grandes pezones que tenía.

El sofá su nidito de amor. Bobby se sentó en él y esperó a que Virgil diera el siguiente paso, sentarse sobre sus piernas dándole la espalda y saltando. Bobby le plantó las manos por debajo de los muslos, lo elevó un poco y le metió una follada desde abajo. Terminó de follárselo en el reposabrazos, donde Virgil se corrió encima. Luego se puso de rodillas para recibir la leche de Bobby en toda la cara. Se llevó un primer lefazo cargado a un lado del bigote, tremendo. Cualquier movimiento que hiciera lo haría caer. De él dependía si quería sentir cómo resbalaba hacia un lado mojándole el hombro o girar hacia el otro lado y dejar que se le metiera por la boca.

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