Entrada del diario de Jake Preston:
¿Alguna vez has sentido el efecto Tetris? Te pasas tanto rato jugando a la maquinita que cuando terminas de echarle varias horas y partidas y pasas al mundo real, tu mente sigue encajando las piezas por todas partes. Pues a mí me pasa lo mismo en este mi tercer día en la cárcel, pero con las pollas. Las veo por todas partes. En mi compañero de celda Joel Hart que está cañón, marcando paquete, en la porra del poli que nos vigila, que no para de manosearla y yo sólo puedo imaginar que es un pollón negro de los grandes, en el palo de la escoba del recluso Bruce Jones al que le pagan por limpiar y a cambio le dan algo de libertad tras las rejas.
Aquí dentro estamos ya todos cachondos y nuestra mente empieza a funcionar más como la de los animales que como las de las personas, con el único objetivo de aparearnos. La diferencia es que todos somos machos buscando un agujero y alguno tiene que dar su brazo a torcer para que todos estemos contentos y cumplamos el objetivo de la vida.
Si ninguna tia es capaz de resistirse a Joel, yo tampoco. He aprovechado que el poli se ha echado una cabezadita para darme el lote con mi compi de celda. Sus labios saben rico y me gusta cuando me mete la lengua hasta el fondo y me busca. Pero más me gusta ponerme de rodillas, bajarle el mono y ver cómo esa puta lanza que tiene entre las piernas sale disparada y super tiesa, larga y gordísima.
Menuda polla, la virgen. Apenas me cabe en la boca. Andamos tan calientes que ni nos damos cuenta de que el cabrón que viene a limpiar todos los días nos está mirando ahí fuera, tocándose. Se desnuda, veo su torso y su verga y le presto mi culo entre los barrotes. ¿Quién puede resistirse a un culito virginal y juvenil como el mío? Efectivamente, nadie.
Siento que su rabo invade mi ano y me lo rellena. Dos machos emparedándome, uno por detrás dándome por culo y a pelo y el otro por delante. Joder con el limpiador que culito tiene, redondo, suave, con una forma envidiable, diría que incluso mejor que el mío, que ya es decir.
Parece que encuentra un impedimento con las barras de acero que nos separan, porque desea metérmela hasta los huevos, zumbarme, pero con eso en medio no puede hacerlo. Roba las llaves al poli y se mete dentro. Entre los dos me comen a besos, nos hacemos pajas y enseguida el limpiador hace su trabajo lo mejor que sabe. Y lo hace muy bien. Ponerse de rodillas y comer polla.
Ay, que me gusta ver a un daddy comiéndome el rabo y más si tiene bigote y barbita. Nada como mirar hacia abajo y ver tu pene entrando entre los labios de un hombre, sintiendo el roce de sus pelitos. No soy el único hambriento allí. Al verle la cola larga que tengo y blanquita, a Joel se le antoja una así y me la chupa. Ver a un tiarrón así bajar a comer me la pone dura.
No sé qué coño pasa durante un momento, que me siento el convidado de piedra, porque Joel se sienta en la cama apoyándose en los codos y Bruce va tras él, se sienta sobre sus piernas y se la clava. Lo cierto es que ver cómo ese culazo es follado a pelo por semejante polla me pone perro. Me la pelo e intento moverme para ver dónde encajo en esa juerga.
Acabo de pie en la cama, dejando que Bruce me la chupe. Le gusta mi rabo, lo presiento. Desengancha su culo de la polla de mi compi de celda y me lo pone a huevo para que yo sea el siguiente en penetrarlo. Le estampo mis muslos contra los suyos con fuerza, mis pelotas contra su raja. El tio gime y le cuenta a Joel lo mucho que le gusta la polla del jovencito.
Entre Joel y yo nos lo vamos intercambiando, le vamos girando y nos tomamos nuestro tiempo para disfrutar de ese pandero de lujo. Entre tanda y tanda nos damos cuenta de que ese ojete cada vez traga más y mejor, así que no nos quedamos con la duda. Aprovecho que vuelve a tomar asiento sobre la verga de Joel para meterle un segundo rabo por detrás y sin condón, el mío.
Es la primera vez que la meto en un agujero ya invadido y las sensaciones son extremas. Jamás la he metido en un lugar tan apretado ni con tanta responsabilidad, pues de mí depende el ritmo de esa follada y de que los tres disfrutemos. Se me hace raro deslizar mi rabo por encima del de otro tio, rozarle el pene con mis pelotas cuando la meto a fondo. Todo esto es nuevo para mí, pero me gusta.
¿Me gusta? Qué va, me encanta, me endiosa. Cuando quiero darme cuenta le estoy atravesando el culo. No respondo de mis actos y por un momento nos descontrolamos dentro de la celda. Bruce se pone a cuatro en la cama con el culo en pompa mirando hacia nosotros. Sin duda este sabe cómo hacer que lo penetren salvajemente.
Me tiro a la piscina sin pensar en las consecuencias, me subo a la cama, arropo su culazo entre mis muslos y le clavo la polla. Al segundo tengo a Joel detrás, rozando mi culo con su miembro tieso y caliente. Por un momento pienso que me la va a meter, pero entonces dobla un poco las rodillas y la enfila junto con la mía dentro del agujero de Bruce.
Ahora soy yo el que siento una barra enorme y dura lijándome los cojones, sus abdominales chocando contra mi culo, casi como si me estuviera follando. No quiero quedarme con las ganas. Pongo los pies desnudos en el suelo, echó una mano hacia atrás, le cojo el rabo y le obligo a metérmela. Se me abre el ojete solo al sentir su respiración en mi oreja, su torso caliente y musculoso rozando mi espalda.
Entre los tres nos hacemos un trenecito y yo soy el que disfruta en medio, dando y recibiendo. Si la meto siento gusto, si la saco me la clavo. Así una y otra y otra vez. Volvemos a las andadas. Joel me ayuda a follarme a Bruce. Me lo estoy pasando tan bien que espero hasta el último segundo para retirarme del juego, entonces la saco y me corro en ese culo que tantas alegrías me ha dado.
Me encanta ese chorrazo largo, cremoso y blanco que le meto en todo el trasero, cruzándoselo de lado a lado. Me chiflan los rabos, los culos de los tios, la leche. Me pongo de rodillas. Quiero ver cómo se la pelan encima de mi, quiero ver cómo gimen cuando se saquen el caldo de los huevos. Joel es el primero en ensuciarme. Empieza tímido salpicando, dejándome su marca entre la boca y el ojo y cuando menos me lo espero, ¡zasca! Me pone toda la gomina en el pelo.
No veo venir la siguiente. Bruce dispara a matar. Cierro los ojos para que no me deje ciego y sigo sintiendo los impactos de sus chorrazos de semen estampándose contra mi cara, sobrevolando mi cabeza y mis hombros, esparciéndose por todo el suelo de la celda. Vaya tiarrones. Me encanta verlos así, temblando después de un buen par de corridas. Les agarro las mingas todavía duras, se las masturbo, les miro desde abajo con mis tiernos ojazos azules y dejo que se sientan orgullosos viendo mi cara y mi pelo llenos de la mezcla de su leche.