El guapísimo rubito de ojos azules Sasha Hamilton se abre de piernas en el campo mostrando su precioso culazo y su pollón | Freshmen
Reconozco que me lo merecía por ser un rebelde y también reconozco que, el que por mi actitud me destinaran a trabajos en el campo, no me hacía mucha ilusión, pero todo cambió cuando penetré entre los árboles que conducían a la cabaña a la que me habían destinado y vi de lejos a Sasha Hamilton. Tener todos los días unas vistas así no iba a estar ni tan mal.
El chaval estaba rastrillando las hierbas secas. Apenas iba con los calzoncillos puestos, por lo que el resto de su cuerpo estaba al desnudo. Rubito, guapo, ligón. Brazos fuertes, torso definido y musculado, con unos buenos pectorales para su edad y un abdómen marcando un buen six-pack, pero no demasiado, lo justo como pñara saber que estaba ahí y desear rozarlo con los dedos.
Me acerqué, nos saludamos y me quedé embelesado con su mirada de ojos azules, su guapísima cara, su nariz, sus labios. Me gustaba todo de él desde los pies hasta el último pelo de la cabeza. No podía dejar de mirarlo. Me dio un rastrillo y me indicó en qué zona debía trabajar. Así estuvimos un par de horas bajo el sol hasta que llegó la hora del almuerzo.
Sasha desplegó una manta en la hierba para poner el almuerzo, como si estuvieran de picnic. Se tumbó de lado apoyado en un brazo. Mi mirada se detuvo en sus biceps musculosos y él pareció darse por fin cuenta de que lo que yo quería comer no estaba en ese momento frente a ellos. Para mi sorpresa, empezó a acariciarse el cuerpo sin dejar de mirarme, se dio la vuelta, se bajó los calzoncillos de pata larga y me mostró su precioso culo, blanco, redondito, en el que ya estaban haciendo presencia algunos pelitos confiriéndole su virilidad.
Lo giró hacia mí dándome la espalda para que se lo pudiera ver bien, se bajó un poco más los calzones permitiéndome vislumbrar sus huevos entre los muslos, se agarró la nalga derecha son su respectiva mano y se abrió la raja, enseñándome su profundo y delicioso agujero. Para ser tan jovencito, sabía cómo ponérsela dura a un tio. La mia estaba a punto de reventar.
Se puso de pie y me mostró lo que tenía ahí colgando. Perfecta, acorde a su complexión. Larga, colgando por delante de los huevos y sobrepasándolos, estilizada, con el capuchón puesto. Se le fue poniendo dura. Le creció casi el triple a lo largo y ancho. Para su edad la tenía muy pero que muy por encima de la media. Un buen pollote largo, del grosor perfecto y muy bonito.
Volvió a tumbarse en la manta y se abrió de piernas, enseñando el agujero de su deseable culazo y tirando de la base del pene con el pulgar, forzándolo a empinarse todo duro apuntando hacia arriba. La visión de esa belleza de chaval completamente desnudo, con esa carita preciosa, ese cuerpazo musculadito, abierto de piernas mostrando todo lo que tenía, culazo, huevacos y una buena polla casi me hizo correrme de gusto sin tener que tocarme.
Siguió poniéndome cachondo un rato más, demostrándome sus dotes para subirse a los árboles y desde allí, abierto de piernas, me mostró mi destino, que no era otro que follármelo a todas horas. A vaya dos nos acababan de juntar, uno rebelde y el otro un seductor nato al quele gustaba calentar a los tios. No hace falta que os diga lo bien que lo pasamos los días que estuvimos juntos. Pajas cruzadas en el lecho del rio, intensas mamadas a medianoche y unas folladas inolvidables al amparo de los árboles.