Para Ridick era uno de esos días en los que todo se tuerce y se returce del tal manera que uno no es capaz de controlar ni sus emociones ni sus actos. Todo comenzó por esos putos empleados que tenía a su cargo, que a través del móvil le llamaron inútil a la cara y continuó por el fontanero Jacob Lord que, aunque no tuvo la culpa, se llevó la peor parte porque era al que tenía en casa.
Y es que Jacob, como todo buen fontanero sin ayudante, requería de alguien del hogar para que mientras él arreglaba las cañerías, alguien le diese al grifo y comprobara si ya funcionaba. Ridick abrió el grifo a tope ocasionando que el agua saliera impactando por la fuerza, despedida del fregadero al mono azul de trabajo de Jacob, mojándolo entero. Jacob regañó a su cliente para decirle que por qué le daba con tanta fuerza y Ridick, que ya estaba ofuscado mentalmente, le contestó que estaba haciendo lo que le había dicho, dar el grifo.
Estaba claro que el jefazo necesitaba descargar su rabia como fuera y con quien fuera y ese chulazo empotrador del fontanero le venía que ni al pelo. Le agarró de la solapa del mono, lo atrajo hacia él y le pegó un morreo que fue correspondido. Barbita con barbita, bien acaramelados, uno sucio con su mono de trabajo y el otro como un pincel, trajeado con chaqueta y corbata.
Ridick destapó con curiosidad el pecho de Jacob. Menusod pectorales tenía el cabrón, amplios, voluminosos y fuertes como una roca. Le metió mano y se los sobó bien sobados. Ridick no recordaba haber tocado las tetas de un tio de una forma tan cerda y acalorada. Siguió bajando la cremallera a ver qué más sorpresas se encontraba y se topó con un paquetón del quince, un voluminoso bultaco haciendo presión contra el frontal de los calvin klein blancos y ceñidos.
Le sacó la polla gorda y se la comió a bocados, atragantándose. Eso sí que era una buena cañería y además esta funcionaba perfectamente. Lo comprobó al ponerse mirando hacia el fregadero y sentir toda esa barra desnuda y sin condón metiéndose por su agujero que ya echaba fuego. Por lo menos esa pollaza alivió un poco el ardor que llevaba dentro, hasta que ese mamón la avivó por completo.
De nuevo otra miradita condescendiente y de superioridad, Jacob sonriéndole, como si se creyera por encima. Otro ataque de ira que llevó a Ridick a apoyar al fontanero contra los muebles, darle la espalda, colarse su polla por detrás y culearle el pollón. Que siguiera riéndose, no pensaba parar hasta haberle quitado esa sonrisa de la cara y hacer que se corriera.
No pudo cumplir su promesa. Al final otro tio que se le subía a la chepa, daba igual si empleado o fontanero, pero es que con ese aire tan varonil y ese pollón, no pudo aguantarse las ganas. El tio tenia un aguante de cojones y por mucho que le pajeara la polla con el culo no se corría, seguía con la polla dura pidiendo guerra. Y la tuvo. Jacob se sentó en la silla y Ridick sobre sus piernas, ensartado en su rabo caliente, con los pies en sus pantorrillas, saltando y desvalijándole el trabuco.
Y ahora haz lo que mejor sabes, le dijo. Y Jacob se hizo una paja bajo la atenta mirada de Ridick, se desatascó su propia cañería lanzándose toda la lefa blanca y espesa sobre el torso peludo, con los mecos colgando de ellos. Ridick observó ese cuerpazo grande y peludo de macho con el semen encima, el enorme rabo todavía temblando y dando espasmos tras la corrida, con la raja del cipote vestida de un blanco transparente.