Jacob Lord y John Brachalli se follan el uno a otro metiéndose un flip-fuck sin condones | Raging Stallion
Oversized
Más altos que él, más cachas y europeos, así le gustaban los hombres a John Brachalli, que pudiera derretirse como con Jacob Lord, los dos escondidos entre las rocas, al sentir sus brazos fuertes abrazándole, que tuviera que ponerse un poquito de puntillas al besarle y que con cada morreo pudiera sentir su erección bajo los pantalones, echar mano a su paquete y que le naciera esa sonrisilla tonta en la cara al tocar algo grande, duro y gordo que tan bien sabía que le molaba.
Antes incluso de entrar en el hostal, se quedaron a las puertas desnudándose como quien quita capas a una cebolla hasta llegar al verdadero jugo. John dio un buen repaso a los biceps de Jacob con las manos y con la mirada. La musculatura de ese tiarrón era impresionante. Si tenía así los brazos, no quería pensar cómo tendría el resto del cuerpo, incluso lo que le colgaba entre las piernas.
No era el único que estaba encantado con lo que tenía enfrente. Jacob desprendió a John de la primera camisa y luego le desabrochó la sengunda, descubriendo su torso musculado y varonil. Si ya le gustaba vestido, desnudo le apasionaba. No hizo falta que le dijera a John lo mucho que le ponía, porque era evidente por la forma en la que intensificó el morreo y empezó a abrazarlo y tocarlo.
Cuando John levantó la camiseta a Jacob, encontró lo que esperaba y más. Y sí, le nació la sonrisilla en la cara. Un torso peludo, fuerte y que destilaba masculinidad por los cuatro costados. Se lanzó directo a mamar de sus pechos. Jacob le dejó entretenerse un rato entre sus pectorales agarrándole la cabeza. Si ese tio era tan cerdo en la cama como lo estaba siendo en ese momento, iban a tener diversión de la buena.
No se hizo esperar el sonido de la cremallera de la bragueta de Jacob. John enseguida le ayudó a bajarse los calzones y descubrió su polla, larga y completamente tiesa apuntando hacia arriba. Se la acarició antes de dejar que Jacob hiciera los honores y descubriera la suya, pero antes de que le quitara los gayumbos, John se agachó para comerle la pija.
De cerca era incluso más impresionante. Se la besó, la rozó con los labios y la nariz, la puso firme retrayendo la piel que todavía recubría le cipote y acercó las napias al glande esnifando el aroma a rabo. Jacob se sentó en una silla de madera que había fuera y John se metió entre sus piernas haciéndole una buena mamada, manteniendo la erección gracias a su buen hacer, a su guapísima cara y a una sonrisa que hacía amigos allá por donde iba.
Con la polla preparadísima, Jacob se levantó y abrazó a John o más bien se abrazó a ese pedazo de culo blanquito y precioso que tenía. Se lo acarició y le gustó tanto que acabó apretándolo con fuerza y castigándolo con unas palmaditas. Le hizo ponerse de rodillas en la silla, mirando hacia el respaldo y en cuanto metió los morros en su raja y saboreó con la lengua el calor que desprendía el agujero de su ojete, supo que quería hacerlo suyo para siempre.
Ese cabronazo era puro fuego, se le quedó mirando cuando se puso de pie y enarboló la bandera dispuesto a penetrarlo. Le encantó ver su mirada perdida desviándose, su boca abriéndose exhalando un gemido de placer cuando se la metió por el hueco completamente a pelo. Primero le dejó acostumbrarse, pero después le dio caña reventándole ese culazo tan bonito, firme y redondo.
Se sentó en la silla. John se sorprendió al ver le tamaño de la verga. Esa no era la que había chupado hacía un rato, ahora era más grande si su vista no le engañaba. Dio la espalda a Jacob y se sentó sobre sus piernas clavándose el pollote. Le dio culito rico y le masturbó la polla con sus nalgas, obervando los gestos de su cara para no llevarle muy al límite. Quería que le aguantara varios asaltos.
Ya dentro del hostal, andando en dirección a la habitación, Jacob no sólo se fijó en los andares de ese chulazo, en el meneo de ese impresionante trasero, sino también en lo larga que tenía la polla y lo bonita que era, majestuosa dando bandazos entre sus piernas. Le sentó y le hizo una mamada. Le cogió tal gusto a ese rabo que acabó metiéndole cabezazos, tragando a toca teja.
De repente, con movimientos lentos, como si se lo estuviera pensando, Jacob se tumbó de costado junto a la bañera, elevó una pierna e invitó a John a comerle el agujero. John acudió encantado. Escupió en la entrada y comenzó a acicalarle el ojete. Teniendo los huevos y la polla al alcance, no pudo evitar pegarle alguna que otra calada.
Alzó la mirada hacia Jacob. «¿Quieres que lo haga?«, le preguntó, sabiendo la respuesta que iba a obtener a cambio por lo caliente y abierto que le tenía ya. «Dale, dale«, le contestó Jacob desde su posición. John se puso de rodillas, acarició la entrada de ese ojal con su lustroso cipote y lo penetró sin condón. Le costó metérsela porque lo tenía cerradito a cal y canto, pero en cuanto la tuvo dentro la follada fue de lujo.
Le ventiló el culazo con ganas. Tener a ese tiarrón grandote y peludo, pollón, ahí meciéndose a su ritmo, le ponía perraco. Lo cogió de las piernas manteniéndolo bien abierto y se lo zumbó. Le encantaban los tios así que estuvieran tan abiertos a darlo todo. Su forma de follar hizo que Jacob se corriera encima. Un lefazo viajó directo al costado y el resto cremita bajo la polla.
John salió de su culo y avanzó un pasito hacia Jacob pajeándosela. Le parecía muy osado ir hasta su cara, así que se quedó a medio camino apuntando hacia su torso musculoso y peludo. Correrse encima de un tio era casi un gesto de supremacía. Mientras los chorrazos mojaban ese cuerpazo de escándalo, se fijó en que Jacob le miraba la polla y le hacía ojitos. Si le hubiera metido los castañazos en toda la jeta, seguro que los habría disfrutado., pero ni tan mal estaba ese torso con su semen colgando de los pelazos negros.