A pesar de estar dentro de la piscina, William Seed estaba caliente. Teniendo ese cuerpazo era normal que lo estuviera todo el rato. Le gustaba tocarse, especialmente el torso, en concreto sus pectorales cuadrados, que estaban para hacerle un monumento, pero prefería que se recrearan en ellos otras manos que no fueran las suyas, como las de Allen King, que como un rey acababa de hacer acto de presencia en el recinto, con su cuerpazo musculadito y un tremendo paquete que auguraba sólo cosas buenas.
El lote que se dieron en la piscina dejó el agua al vapor. No era un jacuzzi, pero estaban tan cachondos que lo parecía. Allen obedeció a la llamada con el dedito de William que lo qería dentro, se acercó a él y le dio la espalda. Sentir ese cuerpazo detrás de él, tan pegadito y luego una mano agarrándole por el cuello y la barbilla, obligándole a girar la cabeza y encontrarse con esa atractiva cara de empotrador, le abrieron todos los huecos.
Se tiraron un buen rato morreándose con ganas, intercambiando lengua y saliva. Allen tenía tantas ganas de que ese maromo le hiciera de todo que sin darse cuenta se había abrazado con las piernas a su cintura. Las manos grandes y fuertes de William ya le estaban sobando el culo por debajo del agua. Llegaron a la habitación desnudos y empalmados, Allen por delante, meneando ese agraciado culito perdición de cualquier hombre y con su varita mágica bien larga dando bandazos toda dura entre sus muslos, William unos pasitos por detrás, meneándosela con las vistas.
Allen solo fue consciente de la grandeza de ese tiarrón cuando lo tuvo desnudo delante de él. Menudo cuerpazo musculado, grande y fuerte, casi tres veces la complexión del suyo, como para no querer que le hiciera de todo. Se puso a cuatro patas diligentemente, mirando hacia su entrepierna y empezó a adorarle el trabuco. Largo, duro y gordito, como le gustaban a él.
Al sentir los labios de Allen desplazándose por el tronco de su polla, a William enseguida se le pusieron duritos los pezones. No era solo que esa carita guapa subía y bajaba comiéndole la polla, era las vistas que había más allá, con ese culito en pompa, redondito, blanco, que iba a ser suyo. Alargó un brazo y se lo amasó con las manos. La idea de poseerlo le volvió loco.
El tamaño de la polla de William engañaba a simple vista. Hasta que uno no la tenía delante y se ponia a mamarla, no se daba cuenta de que era enorme y de que aun colándola por la garganta, todavía restaba la otra mitad de rabo para digerir. Allen se dio cuenta de ello cuando se puso a trabajarla con ahinco y se llevó una más que grata sorpresa.
El culazo de Allen seguía en el punto de mira de William. Ante su insistencia, Allen decidió que se lo comiera bien comido sentándose en su cara. Qué bien se comió su preciado coñito apretado, dándole unos buenos lametones y raspando su barba mientras los huevazos y la minga de Allen le fostiaban toda esa cara guapa. Allen retiró el culo de su boca, le dio la espalda e hizo una sentadilla clavándose su gordo pollón a pelo.
Entró ajustada pero como un guante, por lo que enseguida empezó a saltar sobre sus piernas. Allen alternó entre dejarse suelta la pija que no paraba de dar bandazos a espuertas y agarrársela con la mano para hacerse paja. William la tenía tan grande que todavía le dolía un poquito, un reto al que Allen se enfrentó de la mejor forma, tumbándose sobre ese torso escultural, abriéndose de piernas, apoyandos sus pies en los muslos de William y dejándose culear hasta que su ojete fuera un molde perfecto para esa pedazo de polla.
Todavía no se había acostumbrado del todo cuando se tumbó bocarriba y se abrió ante su llegada, ni cuando se puso a cuatro patas y le dio por culo. Allen volvió a sentarse sobre sus piernas, esta vez frente a frente, mirándose el uno al otro. Allen estaba entusiasmado mirando esa cara, esos ojazos, ese torso tan deseable, puro músculo. William no tenía excusa para que los huevos no se le llenaran de leche, con ese zagal tan hermoso saltando a caballito, con ese larguísimo pijote restregándose por sus abdominales.
Allen se giró una vez más y esta vez se cogió el rabo tirando para paja. Sus muslos chocando fuertemente contra los de William que tenía debajo, esa polla asesina horadando su culo sin contemplaciones. En el momento de la corrida, giró el rabo de un volantazo y se lefó el muslo derecho mientras su mano seguía meneando ese cilindro largo y precioso, ahora mojado de semen.
No había acabado de recuperarse cuando William salió de su interior, se hizo a un lado para salir del hueco donde Allen le tenía apresado, se levantó, se puso de pie y se pajeó apuntando hacia la cara de Allen, que ya lo estaba esperando con la boca abierta y la lengua por fuera para recibir su leche. Se llevó unos buenos lefotes en el labio superior y la lengua, el esperma caliente y espesito cayendo por sus pectorales, convirtiéndolo en todo un cerdete, mientras calmaba su sed con los lingotes que todavía salían por la raja del cipote de la pollaza de William.