¿Qué significó para mí Leo Giamani? Leo fue el responsable de muchas de mis grandes fantasías. Me lo imaginaba encontrándomelo por alguna de esas callejuelas de un pueblecito costero italiano después de comer, cuando no hay nadie por sus calles, con su guapísima y atractiva cara haciéndome un gesto para llevarme al huerto y después en alguna esquina me rendía ante sus enormes brazos y su gran cuerpo musculoso de empotrador comiéndole la enorme pija y dándole todo.
Estuvo con nosotros algo más de dos años gloriosos en los que nos hizo soltar leche a punta pala con cada una de sus escenas. Ganador de los premios a mejor actor web, mejor trío, mejor química con otro actor en una escena junto a Bo Dean y mejor rabo, nada menos que veintitrés centímetros de butifarra, Leo se une a otro tiarrón que se hizo famoso en el porno casi por petición popular por su enorme polla y sus abundantes corridas haciéndose pajas en una web, Alex Mecum.
De seguro que Alex nos representa un poco a todos cuando se le ve tan ansioso por descubrir el cuerpazo de Leo. Es como crecer haciéndote pajas con tu actor favorito y que de repente te lo pongan enfrente dispuesto a follarte. Le agarra el paquete y le invade un estado de felicidad por todo el cuerpo. Tener entre tus manos un pollón legendario no es algo que se pueda hacer todos los días.
Leo ve las ganas que tiene de comerle la polla y enseguida se baja los calzones para él. Ahí está, una pollaca de macho enorme y gorda, larguísima, cayendo de una sola pieda hacia abajo, con parte del capuchón todavía pegadito al cipote, con esa mata de pelos negro azabache en la base. Alex la soba con la mano, la pesa, hace lo mismo con los huevos, cuarto de kilo de rabo, le suelta unos cuantos piropos acerca de su gran dote y se calla un rato para metérsela en la boca y disfrutar.
No es sólo el acto de sentir cómo el cipote recorre su lengua y le llega hasta la garganta, es tener dentro una polla que se ha introducido por los mejores culazos y las mejores bocas del porno, es la leyenda invadiendo tu cuerpo. Alex se la chupa y a la vez le toca los huevos, unos cojones rugosos, algo colgantes y con muchos pelos, un macho en toda regla.
Está enamorado de sus pelotas. Se aleja un poco y le mete una paja para observar de lejos el movimiento de sus bolas. Deja caer el rabo y le zarandea las caderas para que se mueva, porque otra de las cosas que más cerdo le pone es ver cómo un tio con una buena mazorca hace menear su gran rabo entre sus piernas. Mientras aún se está meneando, se tumba en la cama y mete la cabeza entre las piernas de Leo. Restriega la cara por la porra y los huevos y no puede contener su estado de alegría, su polla erecta lo delata.
Eleva el culo y se abre de piernas para que se lo coma. La cara de Leo se sumerge en la rajeta de su trasero y puede sentir su lengua forzando la entrada, volviéndole loco. Le acaricia el cuello con mimo y al rato lo tiene desvencijándose encima de su cuerpo, simulando los movimientos de la follada. No lo puede evitar, le abraza fuerte mientras él le gime al oído y le besa el cuello y se abre de piernas para notar el calorcito de una enorme polla rozando los cachetes de su culo.
Otra vez con la espalda arqueada y el culo hacia arriba, está a punto de ver en primera fila cómo la leyenda se le mete hasta las entrañas. Leo conduce el pollón hacia la entrada de su agujero y se la mete hasta el fondo. Las vistas son tan hermosas como las de un atarceder en uno de esos pueblecitos costeros italianos. El culazo blanco, grande y redondito de Leo, el rabo gordo penetrando el interior, las enormes pelotas aplastándose contra la raja del culo.
Calmadas las ansias de la follada, se lanzan a un sesenta y nueve sin reglas, Alex encima de Leo, apoyando los pies sobre el cabecero de la cama e intentando sincronizar los movimientos de su cabeza chupando el enorme rabo y el de su culo penetrando la boca de Leo que se la está comiendo de puta madre. La tiene un poquitín más larga que él, pero es que el cabrón es tan grandote que hace que cualquier polla parezca poca cosa entre sus manos o dentro de su boca.
Alex deja de chupársela un rato, mira hacia abajo y puede ver ese cuerpazo de macho comiédose su rabaco. Atina a ver cómo le penetra la boca y ya de paso los pelos de sus axilas y en el torso. Se está poniendo las botas y lo sabe. No se corre en su cara en ese momento porque no quiere que la magia acabe.
Quiere disfrutar hasta donde pueda. Se tumba de lado en la cama y deja que Leo le penetre de costado por detrás. Se siente completo con ese hombre taponando su agujero más preciado y sintiendo el roce de sus rugosas pelotas sobre el muslo. Ahora deja que sea él quien descanse cómodamente tumbado sobre la cama mientras se sienta encima clavándose toda la verga.
Lo hace frente a frente, sin agarrarse la durísima polla, saltando y dejando que su rabo rebote una y otra vez contra su estómago. Necesita hacerlo así, mirándole a la cara. Se coge la gran polla y se la zarandea corriéndose sobre el cuerpo de esa leyenda, soltándole toda la estirpe a chorrazos. Hombro, pectoral, abdómen, todo el torso mojado con su semen.
Después de unos segundos mágicos que parecen no terminar nunca, deja caer la polla encima de la leche, se saca el rabo de Leo del culo y acude raudo a masturbárselo con la mano y la boca. Leo le coge el testigo cuando nota el gusto, se agarra su nardo y une más leche nutritiva, blanquita y espesa a la que ya tenía encima. Alex acerca la cara a su torso, saca la lengua y se la relame toda pringándose los morros de lefa, con un buen pegote blanco colgándole de la barbilla. Da un besito de buenas leches a Leo y los dos se rien, orgullosos de todo el lechal que han derramado.