A los dos les encantaba sentir el contacto de los pezones duros sobre el cuerpo del otro. Diego Summers conservaba un poco más la compostura, dejándose hacer por Rico Fatale, que estaba como un perrillo explorando, olisqueando y relamiendo el cuerpo de su amo. Como premio, Diego se bajó lentamente los calzones y le enseñó el pedazo hueso que tenía entre las piernas para él.
Instintivamente se lo cogió con la mano. La tenía morcillona, un pollón gordo y consistente que enseguida empezó a pajear. Diego hizo lo propio con Rico, que también estaba palote, pero el que se llevó primero la mamada fue él. Bastó una calada de rabo para ponérsela durísima y es que Rico intentó enfundársela dentro de la garganta, sufriendo por no poder comerse los últimos centímetros que le faltaban.
Su boca se convirtió en la extensión de su culo, un señor culazo blanco y redondito con una raja para perder los morros y la polla. Lo tenía en pompa, super abierto y cada vez que chupaba el miembro viril por delante, era como si le estuvieran penetrando a fondo por detrás. Un culazo que Diego no tardó en acicalar con sus morritos y su lengua, después de que Rico le hiciera una mamadita consistente en chuparle el rabo y subir a su boca de vez en cuando para hacerle probar el saborcito de su propio pollón.
Aunque le colocó un cojín por debajo para tener el trasero a la altura de su cara y poder comerle la rajeta cómodamente, pronto vio que era del todo innecesario, porque con el arte innato que el cabrón tenía para comerse los culos y darles placer, estaba consiguiendo que Rico se revolviese como una puta en la cama. Sea como sea, el miembro de Diego era demasiado grande como para pasar desapercibido para la vista de Rico y de cualquiera, así que, antes de que se lo metiera, le pegó otro tiento a la barra y las grandísimas pelotas.
Rico gozó como una perra cuando Diego le metió todo el palo sin condón por detrás. Al principio le dolió un poco, como no podía ser menos después de que lo atravesaran con semejante estaca, pero en apenas unos segundos comenzó a disfrutarla en su interior y hasta él mismo dio vida a esa pollaza haciendo bailotear sus nalgas, pajando el rabo con su trasero.
Se rindió sobre las sábanas cuando Diego empezó a culearle de lo lindo y vio el cielo cuando ese pedazo de macho rozó su espalda con su torso y sus pectorales casi dejándose caer encima, echándole el aliento en la oreja.
Que la boca y el culo de Rico eran una extensión la una del otro y parecían unidos por una extraña conexión no era algo infundado. Se revolvió en la cama y puso la cabeza donde antes tenía el trasero para cumplir una de sus fantasías, que un macho así le metiera un gag the fag a lo bestia, que le penetrara con la polla hasta hacerlo llorar.
Con semejante tamaño de polla, le fue imposible no morderle un poquito la base del pene erecto y soltar unas cuantas lágrimas. Tener un pollón enorme paseándose sobre su jeta era como estar en el paraíso de los rabos. Dio buena cuenta de la porra y también de sus grandes pelotas.
Volvió a abrirse de piernas para permitir de nuevo el paso a Diego hacia su interior, pero esta vez boca arriba. Necesitaba sentir cómo se la clavaba a fondo mientras se recreaba la vista con el cuerpazo robusto, musculoso y fuerte de ese maromo. Vio cómo se dejaba la vida en cada empalada y se agarró a su cuello cuando se inclinó y empezó a metérsela en posición de flexiones.
Una de las especialidades de Rico estaba por llegar e iba a poner al límite a Diego. Que Rico tenía uno de los mejores culazos pajea pollas era indiscutible, destacando más cuanto más dotados estaban los tios, pero es que encima les volvía locos con lo que tenía por delante, un considerable pollón que proporcionaba un buen masaje al macho follador, un pedazo de rabaco rebotando y resbalando sobre los abdominales cada vez que saltaba sobre la polla.
Tener una polla calentita y grande rebozándose por encima era un plato de buen gusto para cualquiera, pero Diego se sobrepuso y dominó la situación, le hizo darse la vuelta y le folló el culo metiéndole una culeada por debajo taladrándole el ojal mientras Rico dejaba a su rabo cabalgar sobre el viento arriba y abajo como una condenada bestia salvaje.
La acabada fue totalmente inesperada y dulce, muy dulce. Lo último que Rico esperaba cuando empezaron a follar es lo que ocurriría. Pensó que se correría saltando sobre su verga o algo parecido, pero nada que ver. Diego se tumbó todo lo grande que era sobre la cama y empezó a jalarse el rabo. Rico acercó la polla a su boca y dejó que Diego se la mamara. Entonces a Rico le vino el gustillo al ver a ese cabrón tan fuerte meneándose el rabo que se corrió encima de su boca.
Lejos de retirar la cara al notar los chorros de semen de otro tio, Diego sacó la lengua para saborear los lefotes espesos que le iban pringando los morros y terminó escupiendo leche a medida que se le llenaba la boca de mecos. Cuando Rico retiró la polla de su boca, Diego cerró los labios en torno a toda la cantidad de lefa que le había dejado encima.
Siguió pajeándose el rabo con Rico esperando la lefada muy de cerca. El cabrón se perdió el mejor momento, pero Diego estaba todo ciego desalojándose los huevos sobre la cadera que no pudo ni avisarle. Cuando Rico volvió a mirar hacia la polla, vio que ya había soltado las primeras leches, pero enseguida plantó los morros en torno al gordo cipote para cazar una buena lechada y relamió lo que había caído sobre las caderas.