Pocos eran los que en el mundo de la fotografía conocían este nuevo oficio al que Dann Grey se dedicaba en cuerpo y alma y que consistía en ser el asistente de los paquetes de los modelos. Y no se trataba de manipular los paquetes de regalos que recibían de sus admiradores, no, sino de recolocarles el bulto en la huevera de los calzones de tal forma que resultara en unas fotos espectaculares ante las que cualquier hombre quisiera masturbarse.
Como buen asistente, Dann no dejaba escapar una. Le gustaba observar al modelo mientras se ponía la ropa interior en el estudio, pues su cometido era respetar de alguna forma ese momento íntimo del hombre en el que se recoloca el paquete en los calzones y, sin hacerle perder esa esencia natural, sí recolocar el rabo y las pelotas y acomodar los calzones al cuerpo para que resultaran aún más atractivos.
La pregunta que le hacían a menudo era si había tenido que colocar más de un calcetín para subir el volúmen y Dann siempre les contestaba lo mismo. Se sorprenderían de las pocas veces que había tenido que hacerlo. Los modelos que se dedicaban a esto sabían a qué iban y por regla general o estaban dentro de la media o muy bien dotados.
Había visto muchos rabos, muchos cuerpos, muchos culos y no dejaban de fascinarle por lo diferentes que llegaban a ser todos ellos. Ese día se quedó embelesado con Papi Kocic. Era un tiarrón portentoso. Le conoció, como casi a todos, de espaldas, mientras se estaba poniendo los calzoncillos. Vio su culazo enorme y peludo y se quedó enamorado. Por ahí no tendría que hacer retoques sin duda y por delante… tampoco.
Ya se notaba a la legua que tenía un buen miembro. En esos casos, cuando los rabos eran suficientemente largos, le gustaba ponerlos hacia abajo, rellenando huevera, porque al rodear las pelotas con el pene que se metía entre los muslos, el bulto que se generaba era espectacular y creaba en el que miraba la fotografía un dilema. Dónde acaba la polla y dónde empiezan los huevos. Para los modelos, que a menudo también tenían redes donde a veces mostraban cacho bajo pago, era un buen reclamo ese tipo de fotografías tan sugerentes.
Empalmar era normal en el negocio. Ahí empalmaban todos. Fotógrafos, asistentes, el propio modelo y hasta el apuntador, lo que pasa que cuando le ocurría al modelo, algo normal pues se sentían observados y más guapos y atractivos que nunca, casi como mirarse en un espejo, pues había que parar y o bien distraerle haciéndole pensar en otras cosas o mandarles al camerino a hacerse una gayola.
Con Papi no sirvió ni una cosa ni otra. El tio estaba cachondo perdido. Es ahí donde entraba también la profesión de Dann. No solía ocurrir a menudo, pero si tenía que comerse una polla para que el fotógrafo pudiera continuar con su trabajo, lo hacía. Se arrodilló frente a Papi, que se sacó el trabuco y le dejó con la boca abierta. Era larga, grande, gorda y venosa.
Madre mía que pedazo de pollón. Aparte de ser su trabajo, disfrutaba mamando ese tipo de rabos. Se podría decir que estaba dejando satisfecho al modelo llenándose la boca con su polla, saboreándola con una mamada de tornillo, mirándole a los ojos desde abajo por detrás de sus gafas. Lo que estaba empezando a despertar ese rabo y la pasión de ese macho en él no lo había sentido nunca y estaba a punto de cruzar una línea que se había propuesto no cruzar jamás.
Esa línea no era otra que la de dejarse follar, pero ahí estaba, desnudo, en manos de ese hombretón tan viril y vicioso, perdiendo su fuerza de voluntad. Un morreo, sentir su lengua dentro, sus labios, su vicio, terminó por desatarlo todo. Había un sofá cerca. Papi se puso detrás de él y le condujo hacia ese sofá. Con una mano le levantó una pierna y se la puso en el reposabrazos.
Escupitajos, cachetes, luego su lengua, el frotamiento de su barba contra la raja y finalmente Papi le metió la polla por el culo y sin condón. Qué grande. Qué puto gorda. A Dann le atraía tanto ese modelo que le entró enseguida y entonces Papi se lo empezó a follar. Al principio fue una follada al toque, metiéndole un trocito para que se acostumbrara. Después empezó a zumbárselo como un hombre.
Cómo no iba a dilatar Dann su ojete sintiendo ese rabo dentro, girando la cabeza y admirando el cuerpo varonil y tatuado de ese portento, imaginando ese culazo peludo metiendo caña. Se pudieron de pie y se tomaron un descanso frente a frente, comparando el tamaño de sus rabos, juntándolos para hacerse pajas. A pesar de que la de Papi estaba rojiza a punto de reventar, Dann supo enseguida que aquello sólo había hecho que empezar, que tios como ese no se cnformaban ni con una pajilla, ni con una mamada ni con cinco minutos de follada.
Se tumbó esta vez bocarriba a lo largo de toda la parte superior del respaldo del sofá y se abrió de piernas para él. Anda que no cambiaba la película observándole cara a cara, viendo la energía que depositaba en cada empotrada. Fue todo un espectáculo visual. Qué cara tan atractiva, qué pectorales, cómo se le marcaba el six-pack.
Ante ese machote follador nato, a Dann sólo se le ocurría una cosa si querían seguir con la sesión de fotos. Ningún hombre de estilo dominante podía resistirse a un cuerpo masculino como el de Dann totalmente desnudo, musculoso, guapo y con un culo perfecto, así que se colocó en el suelo a cuatro patas brindando su trasero. Papi se lo taladró desde arriba gozándolo bien, admirando esas dos nalgas redonditas sufriendo su ira.
Lo que vino a continuación, Dann ya se lo conocía bien. La única diferencia respecto a otras veces es que ahora estaba desnudo, de rodillas, comiendo rabo mientras se cascaba el suyo y soltaba la lefa en el suelo. Por lo demás, boca abierta, mirar hacia arriba y a servir. Papi esgrimió un profundo gemido y un chorrazo salió despedido por encima de la cabeza de Dann. Seguidamente Papi se estrujó la polla y la palmeó toda llena de leche contra los cristales de las gafas del asistente, dejándoselas totalmente emborronadas.
Dann terminó exhausto, tumbado en el suelo, con el semen de ese tiarrón chorreando por las gafas, por un lateral de su nariz. Le había dejado la cara pringada, pero alguien tenía que ensuciarse que no fuera el modelo para que el trabajo pudiera continuar. Si en algo era experto era en saber que las fotos de un paquete en el que se acaba de guardar un pollón recién corrido, eran las mejores.