Todos iban desnudos de cintura para arriba y llevaban pantalones grises de deporte, esos que tan bien marcaban los paquetes. Eddie Patrick fue el encargado de mostrar al resto de chicos el culito que se iban a follar todos. Dio la vuelta al guapísimo Dex Devall en el sofá, le bajó los pantalones y al momento todos quedaron enamorados de ese culete respingón, blanquito y redondo.
Todos llevaban ya puesta la bandera, pero cuando Eddie decidió sacarse la polla bien larga y los cojones colgando y palmear el culete del chaval con su rifle, las manos de los chicos se metieron bajo los pantalones para amasar sus pollas bien duras y firmes. Dex estaba mirando hacia el respaldo del sofá, observando cómo todos esos chicos se tocaban mirando su carita y su culo. Eso le excitaba y le hacía sentir muy especial.
Miró hacia atrás. Eddie se estaba preparando la pija, deslizando su mano por ella para cubrirla con el lubricante que se acababa de echar encima. La tenía tremendamente larga. Como todos estuvieran igual de bien dotados, lo iba a flipar. Fue la primera que le metieron por el culo y sin condón. Dex se hizo de rogar, no iba a dejar que se la metieran sin más sin algo de esfuerzo. Con cariño y paciencia, Eddie consiguió colarla dentro de su acogedor agujerito y ya se lo estaba follando.
Incrementó el ritmo, le crujió el panderoa pollazos y Dex no paraba de gemir de gusto y dolor. Los chicos delante de él ya se habían sacado las pollas y se las estaban menando, no precisamente las suyas, les había dado por llenar la mano hacia la derecha y cada uno pajeaba la que tenía al lado. Sean Xavier fue el siguiente en tomar el relevo. Su majestuosa pollaza negra, larga y gorda era una puta fantasía para los sentidos.
Estaba tan apretadito ahí dentro, le gustaba tanto el chaval que se inclinó sobre él, le metió unas buenas culeadas, lentas pero efectivas y gruñó cuando se corrió dentro de su culo. Al sacar la polla, la tenía mojada, corrida, morcillona, toda larguísima colgando entre las piernas, rebotando. Teddy Graham miró su pene y negó con la cabeza, incapaz de comprender cómo podía tenerla tan larga.
Devin Franco se abrió paso a empujones entre los chavales. Los penes tiesos y calientes le rozaron el muslo de camino al culazo de Dex. No le hizo falta ni lubricante ni saliva, entró perfecta haciéndola resbalar por el semen que Sean había dejado en el hueco. El apretón le gustó demasiado, tanto que las bolas se le subieron arriba. Agarró a Dex de los muslos, del culito, le dio la propina y otro que se rindió sobre la espalda del chaval, corriéndose dentro de él.
Un río de lefa empezó a chorrearle por los huevos. Mientras el más jovencito de todos, Dylan Hayes, se dirigía a la entrada de su ojete, Dex miró a los chicos y les sonrió. Milo ya la tenía a punto de nieve. Ese cipote rojizo iba a dejar su descarga en cero coma. A este tampoco le hizo falta más lubricante. Había de sobra. Lo pudo ver nada más sacar la polla por primera vez, el ojete rodeado con un poso de leche en la entrada y él metiéndola por encima, arrastrándola hacia adentro y hacia afuera con su tranca bien dura.
Tenía las pelotas llenas de leche. Después de correrse dentro de Dex, sacó la pirula y un manantial de leche caldosa salió despedido mojando el suelo. Pero Dylan tenía más amor para dar. Se la coló de nuevo por el agujero y le regaló una segunda preñada. La entrada cada vez estaba más suavecita. Teddy tuvo que apañárselas para meterle una buena follada. Se subió con los dos pies al asiento del sofá y cubrió el culo de Dex con todas sus ganas arreándole con fuerza, cascándole toda la huevera en la raja.
El momento que más empezó a disfrutar Dex era ese en el que se corrían. Era excitante. Primero incrementaban el ritmo de la follada y luego se dejaban llevar, vencidos por el gusto se dejaban caer encima de su espalda, soltaban gemidos, cerraban los ojos y dejaban fluir la leche sin sacarla. Cómo temblaban al sacar las pijas de su ano, rojizas, llenas de esperma, chorreando.
Dex había perdido la cuenta, pero ellos no. Ahora le tocaba el turno a otro de los cadetes, Milo Miles, que acudió con su polla morenita y pesada a palmearle la raja para que los demás se pusieran cachondos escuchando el soniquete de chapoteo que hacía su verga al chocar contra ese culo lleno de semen. Paseó el rabo por encima del agujero mojado para lubricársela y se la metió a pelo.
Se tomó su tiempo bombeando, jugando el que más con el agujero del culito de Dex, sacando la polla dura, deslizándola por la raja para volver a merterla. Fue el primero que se deshizo de amor por Dex abrazándole mientras se corría dentro. «Mirad lo que me habéis dejado«, dijo el guaperas Andrew Delta agarrando las nalgas con las manos y mirando a los chicos.
Un culazo de crema, salpicado por el esperma de cinco tios. Dex echó la vista hacia atrás. La de Andrew le pareció una de las pollas más bonitas, la que más le atraía de todas por su forma larga y por cómo llevaba puesta la capucha. Las pijas que le recordaban a longanizas le volvían loco. Había tanta lefa ahí dentro que a Andrew se le empapó cada dos por tres, teniendo que sacarla y escurrirla. El semen de cinco tios resbalando por la piel de su pene y goteando hacia el suelo.
La siguiente vez que la sacó fue para escurrirse su propio semen colgando del pellejo. Aprovechó la lefa de esos cinco capullos y la suya propia para volver a metérsela y reventarle por segunda vez. Dex se quedó abierto de piernas, notando cómo resbalaba el semen por la parte inferior de la raja de su culo, bordeándole las pelotas, colgando de ellas.